Secuestradores de Almas
por Silvia Malamud em STUM WORLDAtualizado em 13/04/2010 12:30:11
Traducción de Teresa - [email protected]
¿Y cuando los secuestradores de almas son nuestros familiares más cercanos? ¿Qué es lo que mueve a un secuestrador de alma?
Averigua si esto es lo que te ocurre a ti:
Existe clima de seducción subliminal permanente, aun cuando las redes del secuestrador ya están instaladas. La víctima se encuentra enredada en una maraña en que el código relacional incluye “amor”, necesidad de devoción y sentimientos de culpa, todos evidenciados en la constante tentativa de siempre acertar.
La táctica del secuestrador, en cambio, es la de siempre informar que nunca se alcanza lo esperado e incluso desconocer las tentativas hechas.
La víctima, de esta forma, se siente, a veces deudora, a veces totalmente ignorada y descalificada en sus intentos. El posible desarrollo de sentimientos saludables como rabia e indignación frecuentemente son disueltos por tácticas habilidosas cuyos objetivos son disolución y despersonalización.
La situación se hace de hecho preocupante cuando el protagonista de ese escenario de horror es uno o incluso ambos padres, asociados.
Sobre el funcionamiento emocional de los secuestradores y posibles causas para esa violencia:
Son personas jamás nutridas suficientemente por el amor del otro. Personas que suelen desviar la falta, el sentimiento de completitud y saciedad, hacia la senda del placer frío al instaurar ese patrón de sentimientos en el otro. Niegan el propio dolor y sufrimiento emocionales proyectándolos en la víctima y ésta acaba siendo la evidencia de su falta y, por eso mismo, existe odio y desprecio subliminal por ese que nunca hace las cosas bien. Y la víctima se siente deudora, con necesidad de la comprobación del afecto que nunca llegará. La víctima acaba volviéndose el rayos-X emocional de cuanto sucede en el íntimo del secuestrador. Dolor emocional no explícito para el agresor, aparentemente sin solución, que resulta vengado ininterrumpidamente en el otro, quien funciona siendo un aspecto de sí mismo.
El secuestrador, por no tener condiciones para lidiar con importantes cuestiones que lo han frustrado, proyecta en el otro su venganza personal inconsciente.
A decir verdad, éstos también son víctimas macabras de sí mismos y contrariamente a lo supuesto, no son libres y quizá jamás lo lleguen a ser. Están ciegamente impulsados a funcionar de modo perverso, no sintiéndose satisfechos jamás. Profundos sentimientos de angustia e insatisfacción nunca resueltos, son su matriz esencial; ellos son los más comprometidos en un sistema defensivo y ciego, estando a kilómetros de distancia de las angustias generadoras de ese patrón de actitudes. Son, así, más frágiles, pero más peligrosos, puesto que jamás entran en contacto con lo que los mueve. Toda insatisfacción, angustia y sufrimientos se transforman en tiranía ciega. Perciben la realidad y para conseguir nutrirse de sus faltas, por más inconscientes que sean, saben de la necesidad del otro. Se especializan en la comprensión de los tipos emocionales y sus carencias, y ahí es donde, literalmente, “se acuestan y arrollan”.
Todas las situaciones de esa clase de actuaciones son terriblemente destructivas.
Imagínese a padres que abusan de hijos cuando éstos necesitan de todo soporte y continente para ser personas; aquéllos los transforman, exactamente, en lo que ellos mismos son íntimamente y, en un placer distorsionado, se quejan eternamente de éstos. Anulan todos los posibles deseos, robando al crío en desarrollo los valores que ha de construir. Asesinato psicológico, no siempre denunciable y de difícil detección. Esto se pone de manifiesto cuando todo lo que hace el crío está mal o molesta. Los secuestradores dificultan la facultad del libre pensar y del discernimiento.
En el futuro, esas víctimas pueden revelarse como nuevos secuestradores, o bien, por no saber mantenerse, atraen a nuevos secuestradores y pueden, efectivamente, destruirse a sí mismas, por medio de dolencias psicosomáticas o incluso atrayendo a sus parejas hacia esa práctica, o también desarrollando en los hijos la continuidad de esa clase de relación enfermiza. Ello por la necesidad real de tener a otro para pensar sobre sí mismos. Nótese que ese tipo de vivencias está lejos de ser co-dependencia, porque en esas relaciones el final suele ser trágico si no se busca ayuda externa. El secuestrador está movido por la hostilidad hacia el otro, y el telón de fondo es el deseo de venganza disimulado en sí mismo por experiencias traumáticas de la infancia vivenciadas de modo pasivo. En el adulto, actuando como triunfo sobre su presa en infinita repetición de acciones destructoras del psiquismo ajeno. La lectura es la de fracaso de ese intento si es explícito, pero triunfo, si camuflado por el vértice de la seducción y de la complejidad de actos de violencia disimulada.
La única vez en que la coherencia macabra desaparece del secuestrador es cuando las víctimas despiertan y se rebelan y, definitivamente, se defienden de los ataques. Los secuestradores de alma si bien observados, actúan por medio de ritos definidos de seducción, descalificación y despersonalización del otro. Para un buen observador, después de desvendada la situación, aunque pueda adquirir requintes más violentos, se vuelve mediocre, pero nunca deja de ser peligrosa en amplio espectro.
Esta situación tampoco es infrecuente que se produzca entre hermanos y suele ser tan dañina y peligrosa como entre cónyuges y de padres para hijos.
Cómo puede quedar la personalidad de esas víctimas:
Para el secuestrador, ese otro tiene el status de cosa y no de persona; por ello una estancia demasiado prolongada con esos secuestradores de alma puede llevar a la víctima a tener depresiones severas, a una parálisis del hacer e incluso a desistir de todo cuanto significa la vida, por el simple hecho de no sentirse capaz para nada más.
Como ya se ha dicho anteriormente, se hace preciso acudir a la ayuda terapéutica, de amigos o de alguna convicción religiosa.
Ten en mente que tus sentimientos de que nada está bien han de ser tomados extremadamente en serio, principalmente porque en la mayoría de los momentos, si no en todos, tú serás tu único faro de luz encendido, pues la detección de este status es dificilísima de capturar y los de fuera son los que menos perciben la situación dramáticamente vivenciada.Contrariamente a lo que suele suceder cuando los de fuera perciben actitudes hostiles, malos tratos, etc., en esta situación lo común es que desde fuera nada se perciba y, si no estás muy atento, es probable que seas denunciado como maniático, o incluso como “desagradecido” en medio de “tantas cosas buenas” que la relación aparentemente proporciona. En el caso de hijos y padres, lo más común es oír:
- Ellos son tus padres y solo quieren tu bien. Lo cual es un hecho, pero que se vuelve paradójico cuando coexiste esta clase de dolencias emocionales.
Permanece atento y toma en serio lo que sientes. Ve a la lucha, observa e investiga del modo más objetivo posible. Y primeramente y ante todo: ÁMATE.