¿Síndrome del Pánico o Síntomas Mediúmnicos?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 13/07/2014 09:32:27
por Nadya Prem - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
El Síndrome del Pánico está considerado en la medicina psiquiátrica como una enfermedad que se caracteriza por crisis absolutamente inesperadas de miedo y desesperación.
Toda dolencia es un trastorno objetivo del organismo que puede ser diagnosticado por máquinas, por exámenes adecuados, sobre el cual los especialistas pueden formar un consenso. En cambio, la enfermedad es subjetiva, es una sensación, un síndrome.
El síndrome es un término bastante utilizado en Medicina y Psicología para caracterizar el conjunto de señales y síntomas.
Quien padece el Síndrome del Pánico sufre durante las crisis y en los intervalos entre una y otra, pues no tiene la menor idea de cuándo pueden volver a producirse. La calidad de vida queda gravemente comprometida y el miedo a una nueva crisis debilita a la persona y perjudica su rutina diaria.
Yo he sufrido mucho con las crisis denominadas Síndrome del Pánico, desde mi adolescencia; y por no encontrar respuestas justas en la medicina, empecé mi búsqueda por el camino de la espiritualidad, donde he podido comprender las causas de tanto malestar.
Los síntomas son: taquicardia, falta de aire, dolor u opresión en el pecho, hormigueos, mareos, temblores, náuseas o malestar abdominal, vista nublada, boca seca, dificultad para tragar, hiperhidrosis, oleadas de calor o frío, sensación de irrealidad, despersonalización, sensación de inminencia de la muerte.
No hay un análisis de sangre u otro examen médico que puedan justificar una causa material para ese síndrome. No hay comprobación científica para las causas de tal trastorno. La medicina y la psiquiatría trabajan con hipótesis, medicando los síntomas con antidepresivos y ansiolíticos, juntamente con la psicoterapia.
Las crisis repetidas de esos síntomas desagradables pueden ocurrir en cualquier momento sin explicación alguna aparente.
Muchos asocian las crisis a un alto y constante grado de ansiedad, pero quienes padecen esos síntomas saben muy bien que ninguna situación de estrés se compara al síndrome.
Cuando estamos ansiosos podemos tener ciertos síntomas típicos, pero la despersonalización que acompaña a aquel trastorno y el miedo a la muerte inminente denotan una descompensación vibratoria común a la mediumnidad.
Mediumnidad es la capacidad de captar energías sutiles y de otros espíritus. Cuando aflorada y no desarrollada, la mediumnidad provoca la sintomatología física y mental de un Síndrome del Pánico. Como espíritus, todos somos médiums en varios grados. No obstante, hay médiums con un alto grado de vulnerabilidad y con un aparataje más afinado, que les concede una sensibilización mayor.
La descompensación vibratoria es un desajuste entre los cuerpos físicos y los sutiles, una “abertura” que posibilita al médium una mayor captación de las influencias de las dimensiones sutiles.
En mi caso, soy médium ostensiva de incorporación y psicofonía.
La incorporación es la facultad mediúmnica a través de la cual los espíritus desencarnados se acoplan al médium para la canalización de mensajes, por la palabra oral, también llamada psicofonía, o por la escrita, la psicografía. La incorporación es asimismo utilizada para trabajos de orientación, consejo, desobsesión, limpieza energética y sanación.
Los síntomas del trastorno del pánico también pueden identificar una capacidad mediúmnica exacerbada por desequilibrios emocionales, mentales y espirituales, que causan la descompensación vibratoria.
Una persona en situación de depresión puede desestructurar su cuerpo energético.
Cuando nos sentimos depresivos, descontentos, amargados, mal amados y no tenemos soporte suficiente para liberarnos de las ataduras del victimismo, podemos provocar nuestra despersonalización y descompensación vibratoria, porque nos sentimos infelices con nuestra vida, con lo que somos. Es como si huyésemos de nosotros mismos. Nos alejamos de la vida física y perdemos el enraizamiento con las fuerzas telúricas.
El consumo de drogas, las crisis de violencia y de ira y algunos traumas también pueden hacer surgir el síndrome, además de los ataques obsesivos de espíritus sufridores desencarnados.
Es importante notar que, sea cual fuere la causa, siempre provocará una brecha en el velo fluídico que nos separa del mundo espiritual.
Hay en el Síndrome del Pánico un alejamiento del control del ego, y de ahí el miedo aterrador a la muerte. La desidentificación o despersonalización incurre en una reacción de desesperación.
Siendo el ego nuestra identidad, cuando se produce su alejamiento tenemos la impresión de enloquecer. Perdemos el apoyo y el control.
El tratamiento para el Síndrome del Pánico ha de contener la integración de todos los elementos responsables por la formación del ser. Hay que comprender qué factores estimulan las crisis y adquirir instrumentos para retomar el autocontrol.
El miedo pierde su fuerza cuando lo desconocido es reconocido.
Hay que sacar a la superficie traumas y fijaciones de esta o de otras vidas, desequilibrios de los cuerpos energético, emocional, mental y espiritual.
El tratamiento incluye el realineamiento entre los cuerpos dimensionales, la psicoterapia transpersonal, el autoconocimiento y el despertar de la conciencia integral. La terapia transpersonal incluye, aparte de los aspectos físicos y psicológicos, la dimensión energética y espiritual de forma transreligiosa.
La religión, pese a sus beneficios, lleva en sí dogmatismo y creencias que limitan la expansión consciencial. Los estudios contenidos en la religión abarcan únicamente la esfera doctrinaria.
Los medicamentos alopáticos entorpecen los sentidos más sutiles y no curan, además de crear dependencia física y psicológica.
La Descompensación Vibratoria produce una serie de síntomas asociados a los centros nerviosos y los chakras, con influencia sobre todo el sistema endocrino y la liberación hormonal.
Todos nosotros nacemos, morimos y renacemos tantas y cuantas veces sean necesarias. Somos un conjunto de identidades vividas, evolucionando a través de las encarnaciones sucesivas y de la iluminación de las sombras recalcitrantes. La reconexión con nuestra esencia espiritual nos hace libres y nos une al Todo.
Tanto para los médiums que ya nacieron con esa peculiar composición, como para los médiums desajustados por otras causas, la curación va por caminos de transformación interior.
Por la modificación de las pautas repetitivas de conductas, pensamientos y emociones. Hay que despertar la conciencia de sí mismo. Percibir y sentir la luz y las tinieblas que nos habitan y que nos hacen únicos. Comprender la conciencia más allá del ego.
Tener conciencia corporal, energética, emocional, mental y espiritual. Reconocer la inteligencia presente en cada uno de nosotros, dirigiendo cada elemento de nuestro ser multidimensional.
¡Namasté!