SINTONÍA ESPIRITUAL EN EL DÍA A DÍA
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 27/10/2010 12:33:28
por Maísa Intelisano - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
La sintonía es una ley universal, es algo a que estamos sujetos todo el tiempo, durmiendo o despiertos, trabajando o descansando, dentro o fuera del grupo mediúmnico. Es algo que, naturalmente, buscamos todo el tiempo, es atracción entre los semejantes, y en el universo todo está regido por ella.
En la naturaleza, la sintonía se verifica por instinto, es automática, y no sufre interferencia alguna de emociones, sentimientos o pensamientos. En el ser humano, en cambio, es distinta, por estar determinada por las vibraciones que él mismo imprime a su alrededor, por medio de sus propios pensamientos y sentimientos.
Siempre que actúa, habla, piensa, desea, tiene ideas, toma decisiones, tiene impulsos, etc., el ser humano está, automáticamente, estableciendo su propia frecuencia vibratoria y, al mismo tiempo, emitiendo sus energías en esa frecuencia hacia fuera de sí. Y, después de exteriorizada, la vibración ya no es solo suya, sino de todo el universo, para que encuentre eco en vibraciones semejantes, por la ley de la sintonía.
El ser humano puede, por tanto, elegir qué pensar, sentir, decir y desear, pero una vez ha optado, ya no podrá elegir cómo vibrar o las energías que habrá de emanar, pues eso ya estará determinado por sus propios pensamientos y sentimientos, y totalmente fuera de su control.
El secreto está, entonces, en saber pensar y sentir, en tener el control sobre los propios pensamientos y sentimientos, produciendo así la vibración que se quiere externar y, consiguientemente, aquella con la cual se quiere sintonizar.
Por esta razón, un cambio de sintonía no se hace de fuera hacia dentro, puesto que es imposible cambiar externamente un patrón vibratorio, toda vez que el origen de la vibración es interno. El cambio tiene que ser íntimo, dentro de nosotros, en el origen de nuestros pensamientos y sentimientos. Y eso no puede ser hecho por terceros, no importa quiénes sean, pues la elección de los pensamientos y sentimientos la hacemos nosotros mismos.
Si plantamos semillas de limonero, no podemos cosechar tomates. Si elegimos pensamientos y sentimientos ruines, no podemos esperar tener una vibración buena. Y si no tenemos vibración buena, según la ley de la sintonía no podemos esperar sintonía con otras vibraciones buenas.
Si nuestra sintonía no viene siendo buena, si nos percibimos rodeados de energías densas, si el ambiente en torno a nosotros se nota cargado, en vez de buscar fuera de nosotros lo que está causando ese malestar, hemos de buscar en nuestro propio íntimo, bien allá al fondo, qué es lo que, en nosotros, está atrayendo esas cosas, qué es lo que, dentro de nosotros, está vibrando en la misma frecuencia de esas energías que insisten en perseguirnos.
Los pases y las prácticas energéticas son muy buenos, pero modifican sólo temporalmente nuestro exterior, de modo que logremos una tregua hasta poder llevar a cabo el cambio necesario. Pero si lo que viene de dentro de nosotros no lo cambiamos, no habrá práctica energética suficientemente buena que logre ayudarnos a mantener elevado nuestro patrón vibratorio.
Y si la sintonía es algo a que estamos sujetos todo el tiempo, es importante que aprendamos a buscar mejores pensamientos y sentimientos continuamente, evitando juzgar, criticar, condenar, protestar, agredir, ofender y ofenderse, en cualquier situación, para evitar la sintonía con energías más densas, originadas por los pensamientos y sentimientos desequilibrados que están por ahí, en todas partes.
Si estamos armonizados y serenos por dentro, eso se refleja, automáticamente, por fuera, y crea, a nuestro alrededor, un campo energético que nos aísla de las energías más densas, incluso aunque estemos completamente rodeados por ellas.
La energía no es buena, ni mala. Como todo lo que Dios ha creado, es neutra y solo se polariza por la acción de nuestros pensamientos y sentimientos, reflejando tan solo aquello que somos por dentro.
4 de septiembre de 2004.