SINTONÍA, ESTUDIO y VIVENCIA
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 26/09/2015 12:19:53
por Maísa Intelisano - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Sintonía, estudio y vivencia, no necesariamente por este orden. Creo que estas son las principales bases de un verdadero espiritualista.
Sintonía con el plano espiritual mayor, o con los amparadores, o con los mentores, o con los espíritus de luz. Como se quiera… Lo importante es mantener la mente y el corazón conectados con algo bueno, elevado, positivo, luminoso, que nos haga sentir bien, felices y serenos, que nos aporte enseñanzas y experiencias positivas, que nos haga crecer como espíritus, que nos inspire ideales nobles.
Lo importante es estar siempre libres de prejuicios, juzgamientos y críticas, manteniendo el corazón sonriente y el cuerpo iluminado, las energías sutiles y vibrantes, los ojos brillando y la mente leve.
Estudio continuo de todo aquello que pueda ayudarnos a comprender mejor nuestra condición de espíritus viviendo experiencias carnales. Lo que es la vida, lo que es el cuerpo, para qué sirve cada cosa.
¿De qué sirve tener una buena sintonía si ellos, los amigos espirituales con quien estamos sintonizados, no pueden charlar con nosotros, porque no “hablamos el mismo idioma”? No hay cosa más frustrante que un compañero que no tiene capacidad para acompañar nuestro ritmo, que no consigue captar nuestras ideas, que no consigue comprender nuestros ideales, propósitos y mensajes.
Vivencia de todo lo que se estudia y se aprende. Poner en práctica la teoría, llevar las enseñanzas a la rutina de la vida, al trabajo, a casa, a la escuela. Vivir lo que se estudia y estudiar lo que se vive. Dejar que el conocimiento sea más que conocimiento, haciéndose parte de nuestra consciencia.
La sintonía sola no hace milagros. No hay espíritu de luz que soporte a un compañero encarnado ignorante y perezoso. No sirve de nada estar mentalizando mantras, haciendo plegarias o vibrando luz, si de hecho no sabemos lo que estamos haciendo, o si no trabajamos para dar una finalidad útil a todo eso, mejorándonos a nosotros mismos en el proceso.
El estudio solo tampoco sirve de mucho. Queda sólo en el plano mental y acaba endureciendo el corazón, reseca la mente y nos hace opacos, fríos, demasiado previsibles. ¿De qué sirve ser especialistas en algo si eso no nos hace mejores como espíritus, como seres humanos? ¿De qué sirve ser una eminencia para el mundo si no somos capaces de sonreír o abrazar a quien nos acompaña en este mismo mundo y fuera de él?
La vivencia sola tampoco tiene sentido. Nadie puede vivenciar, de hecho, alguna cosa que no conozca a fondo y con la cual no tenga plena afinidad. Una vivencia así es artificial, superficial, sin profundidad ni intensidad, sin comprometimiento ni responsabilidad.
Vivenciar es mucho más que vivir, pues envuelve sentimientos, más que ideas y pensamientos. Envuelve emociones, envuelve al ser por entero.
Un espiritualista comprometido con su crecimiento actúa en estas tres esferas, simultáneamente, haciendo el intercambio de informaciones, experiencias y conquistas entre ellas, creciendo por igual como consciencia.
Por eso, el espiritualista se considera siempre un pasajero de la luz, un aprendiz de la espiritualidad, un eslabón en la cadena de la vida.
Nada lo satisface más que percibirse parte del proceso que instruye a la humanidad, alimentando el propio espíritu.
Nada lo alegra más que una nueva lección aprendida de forma vívida.
Nada lo hace sentir más responsable que una nueva conquista alcanzada.
Su compromiso no es consigo mismo o con las personas que lo acompañan más de cerca, sino con la vida; y a través de ella, con toda la humanidad, donde quiera que esté. Su corazón palpita por todos, sin juzgar sus elecciones o cuestionar sus motivos.
En todo se puede ver su brillo. No el brillo externo del ego pulido por las manos que lo alaban para sentirse aceptadas, sino el brillo interior de la consciencia que lucha consigo misma, día a día, redefiniendo sus rasgos, purificando su corazón.
Sintonía, estudio y vivencia, sea en el orden que fuere. Estos son los principales pilares del espiritualista consciente y sincero, que busca la elevación de la esencia divina de la humanidad en sí mismo.
Diciembre/2004