Sobre aprendizajes
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 20/07/2012 19:27:26
por Maísa Intelisano - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Aprendizajes. Son todos trabajosos. Pueden ser dolorosos. Y a veces son difíciles. Especialmente cuando implican un gran cambio interior, un cambio de pautas, un cambio de creencias y costumbres personales, un cambio que exige valor y esfuerzo.
Cuando el aprendiz está listo, el aprendizaje aparece. No hace falta pedir, no hace falta encargar, no hace falta buscar. Viene, sin aviso, invade nuestra vida, desorganiza algunas cosas y pone patas arriba aquello que estaba bien acomodadito.
La vida parece que sabe cuando estamos listos para un aprendizaje y nos lleva de la mano, sin darnos cuenta, directo al ojo del huracán, a aquella situación que conscientemente nunca hubiéramos elegido, pero que el inconsciente elige a dedo a fin de darnos la lección para la cual estamos listos.
¿Listos? ¿Quién ha dicho que lo estamos?
El problema es que solo el inconsciente parece saber que estamos listos para un nuevo aprendizaje, y no nos lo comunica. Y somos seducidos, arrastrados, conducidos por situaciones, personas, ideas y sueños que nos parecen sin nexo e incluso contrarios a lo que supuestamente queríamos.
La cuestión es que lo que queremos difícilmente será aquello que necesitamos. Lo que deseamos de modo consciente raramente se combina con nuestras necesidades y deseos inconscientes. Y entonces… Bueno, entonces el suelo puede huir de nuestros pies… Dejando la perturbadora sensación de que estamos pasando por algo que no habíamos pedido y que no sabemos cómo administrar.
Sin embargo, no es exactamente así. Todo cuanto nos llega, lo hace por una razón, atendiendo a un anhelo intrínseco y dentro de una lógica que se escapa a nuestra lógica, ya que es la lógica del inconsciente, que nos conoce mucho mejor que nosotros mismos, pero al que nosotros prácticamente no conocemos.
No se trata de que él sea un ente aparte, un observador atento o algo así. No. Él forma parte, gran parte de nosotros. Tan grande que guarda todo aquello que sabemos que somos y aquello que ni siquiera sospechamos que podemos o queremos ser.
Todo lo que nos llega viene a medida, personalizado para proporcionarnos exactamente la experiencia que mejor provecho nos reportará. Ni más, ni menos. Así de simple: a medida. Y a medida significa, incluso, que no es más complejo, ni más difícil, ni más fuerte que nuestra capacidad para vivir y salir con bien de la experiencia.
Solo hay un pequeño pero: eso, nosotros no lo sabemos… Todavía… Y nos da un miedo terrible. Cuando llega esa experiencia, sin avisar, da un miedo enorme por el tumulto interno y externo que viene causando. Da miedo porque nos vemos obligados a dejar lo conocido para entrar en lo desconocido. Aunque lo conocido no sea ninguna ganga y lo desconocido nos parezca seductor y encantador. El miedo lo acompaña, y nos hace resistirnos hasta más no poder.
Y resistiéndonos, acaba por doler mucho más, pues nos debatimos y nos rallamos más con todo aquello que viene hasta nosotros si lo intentamos rehusar o rechazar. Sin importar lo que hagamos, esas cosas nos afectarán y, cuanto más intentemos desvencijarnos de ellas, mayor será nuestra superficie de rozadura y mayor el sufrimiento.
Ejercitando, en cambio, la aceptación, la entrega, todo se suaviza. Fluimos alrededor y por entre las situaciones. Sin resistencia, el movimiento, aunque agitado, es leve, constante, sin sobresaltos o impactos. Fluimos como el agua que se escurre por entre los obstáculos que se interponen a su paso, sin, pese a todo, detenerla, porque ella los rodea y acaba por envolverlos totalmente, abrazando a cada uno suavemente.
Sin resistirnos, pasamos del pánico de la muerte al éxtasis del renacimiento y nos encontramos a nosotros mismos renovados, revigorados y más plenos de nosotros.