Sobre fracaso y triunfo personal
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 07/07/2013 10:04:01
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
"Corriendo el riesgo del fracaso, de las decepciones, de las desilusiones, pero nunca dejando de buscar el amor. ¡El que no desista, vencerá! (Paulo Coelho)
Entre las experiencias individuales de triunfo y fracaso, inevitablemente, hay una distancia que revela la existencia de un modelo social que interfiere en el conductual, llevando a uno de los individuos a fracasar.
Sin embargo, este modelo revela también que algunas personas, en detrimento de otras menos capacitadas intelectual, económica o culturalmente, se encuentran en medio de un juego competitivo y selectivo característico de las sociedades de consumo inseridas en el mundo del capital, donde el materialismo dicta las reglas del juego.
Por tanto, sentirse persona fracasada o triunfadora en una sociedad cuyos valores estimulan la competitividad a costa de lo que fuere y la selección entre individuos “superiores” e “inferiores”, significa una cultura que discrimina a los “incapacitados” y promueve a los “capacitados”, convirtiendo la vida en sociedad en una constante disputa de afirmaciones del ego en el escenario de la existencia, historia cuyo final ya conocemos, a medida en que los electos, por lo regular, son oriundos de las clases sociales más privilegiadas y dominantes en la jerarquía del poder.
Con todo, este paradigma que desde hace siglos prevalece en el mundo occidental, empieza a verse alterado en función de su decadencia, fundamentada en la carencia de valores humanos tales como la ética en las relaciones interpersonales de ámbito familiar o profesional.
En dirección a los cambios previstos para el milenio, el siglo que se inicia apunta al “bien común” como valor que ha de ser asimilado y asumido como una meta individual y colectiva a largo plazo. Conquista que acercará a los seres humanos mediante el ejercicio de valores transparentes en las relaciones familiares, sociales y profesionales.
En el inicio del tercer milenio el hombre llega al ápice de un ciclo de separaciones y divisiones en todos los sentidos, con resonancias inmediatas en la familia y en la sociedad, que presencia cómo la crisis de valores contamina las relaciones interpersonales.
La Era de la Sensibilidad llega como la primera fase de un nuevo ciclo, que tiene la función de aproximar, agregar y despertar al hombre para nuevos valores de que ha de apropiarse y que ha de practicar en la construcción de una nueva sociedad mundial.
En este nuevo contexto social, la distancia que separa a los fracasados de los que triunfan tiende a reducirse, a medida en que los modelos que sostienen estas divisiones sociales pasan por crisis que conducen a cambios profundos en sus estructuras. Conflictos, que con el “encender de las luces” de la Nueva Era, iluminan lo que antes se hallaba a oscuras en los bastidores del poder del los hombres.
En tal sentido, ya nos hemos dado cuenta de que la existencia de los patrones emocionales, que determinan las experiencias cumulativas de fracaso personal, se encuentra en razón directa de la falta de condiciones, oportunidades y estímulo para que el individuo menos “habilitado” pueda “vencer en la vida”. Situaciones que acompañan historiales de vida que, invariablemente, se repiten en el ciclo reencarnatorio como resultante de experiencias psíquicamente traumáticas que sistematizan conductas por la vía emocional y, principalmente, por la baja autoestima.
Sentirse fracasado o triunfador puede ser indicativo de que damos culto a valores relacionados con el modelo materialista que elige la competitividad y el consumismo como referencias para la vida en sociedad, lo cual revela los condicionamientos y procesos obsesivos a que muchos se encuentran atraillados. O sea, que reproducen una cultura en la cual las exigencias del ego predominan por encima del interés colectivo relativo al bien común.
En el actual momento histórico, el hombre vivencia el epílogo de una era caracterizada por las distorsiones de un modelo socioeconómico basado en las exigencias de un yo egoico, más conocido como poder de los hombres. Paradigma que, poco a poco, se desintegra con la fuerza de los nuevos tiempos de transformaciones. Fase de transición rica en cuestionamientos, revelaciones, cambios y direcciones que indican la aparición de un Nuevo Orden Mundial fundamentado en el interés común de personas y pueblos que se libertan de procesos obsesivos de origen psíquico-espiritual, que desde hace milenios los mantienen cautivos de patrones emocionales, conductuales y culturales.
Surge, en el umbral de la Era de Cristal, el esbozo de una nueva sociedad libre de influencias del ego, que tiene como base la energía del amor fraterno, que dinamiza, fortalece y orienta las relaciones humanas hacia una realidad mundial en que la experiencia de sucesivos fracasos o de triunfos personales ya no tendrá sentido.