Somos todos aprendices
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 19/08/2015 10:45:55
por Nathalie Favaron - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
¿Cuándo ha sido la última vez que has elegido aprender algo nuevo?
¿Quizá un curso, o un nuevo idioma?
Para elegir, probablemente has buscado una buena escuela, o un profesor experimentado y después has hecho tu matrícula. Durante las clases has depositado confianza en el profesor y, al final, has recibido tu certificado de conclusión.
¿No es así como funciona las más de las veces?
No obstante, hay una escuela donde eso nunca sucede.
No elegimos los profesores ni las materias.
La duración del curso es indeterminada y tampoco se ofrece ningún diploma.
Cada nuevo día el contenido cambia y las lecciones se repiten de forma continua y aburrida hasta que logremos comprender el significado completo de cada una de ellas.
Así es la escuela de la Vida.
De la tuya, de la mía y de la de todos nosotros.
Podemos elegir cómo queremos pasar ese tiempo en esta clase interactiva y qué tipo de relación tendremos con nuestros compañeros de aula.
Sí, somos todos compañeros, cada cual con sus lecciones exclusivas.
Alumnos en desarrollo.
En proceso de evolución profunda.
El camino de ese aprendizaje puede ser arduo y doloroso si no estamos dispuestos a aceptar los enredos que vivimos. Sin embargo, tenemos la opción de vivenciar las mismas historias de forma más leve si abrimos nuestro corazón al significado que se oculta por detrás de los acontecimientos que en un principio hemos considerado negativos.
Al comprender la historia pasada podemos acoger las lecciones y liberar los dolores y el sufrimiento.
Hacemos esto para nuestras memorias y para las de nuestros antepasados.
Calzamos los zapatos de cada compañero de jornada que ha elegido recorrer esta vida a nuestro lado y en determinado momento podremos sentir compasión por la vivencia de él o de ella.
Así nos despedimos de los dolores ajenos.
Aceptando los hechos, dando las gracias por la lección y desprendiéndonos de los detalles.
Me cuestiono personalmente sobre mis materias repetidas. Pregunto al Universo dónde está la raíz de lo que todavía necesito aceptar para no vivir el rechazo y la sensación familiar de que falta un pedazo de mí…
Conozco bien mi historia y por sí sola ella ya explicaría el punto inicial, pero al mirar más ampliamente, rompo las barreras del tiempo y reconozco esa soledad en otras vidas también. Me atrevo a seguir adelante en esta jornada de exploración y me encuentro en el vacío, fuera del planeta, entre mundos. Reconozco entre la oscuridad y el espacio un punto de Luz que me trae una leve sonrisa a los labios. Vivo ese momento sublime y la sensación conocida que empieza a llenar mi cuerpo físico.
Ante esa fuerza me inclino y me emociono.
Reconozco la presencia de la Unidad y del Amor.
De esa clase de amor que trasciende las personas y lo humano. Que disuelve el ego. Que aplaca el dolor y suspende los juzgamientos. Donde nada más importa a no ser el deseo inmenso de permanecer en ese lugar divino.
Encuentro la rendición y la paz.
Sé que en este estado puedo sanarme y liberar los dolores, dudas y miedos vividos en la ilusión de ser imperfecta… ¿o la verdadera ilusión sería buscar la perfección?
Ahh… las preguntas…
Aprendí con un gran amigo que debemos vivir intensamente las preguntas para que un día podamos quizá vivir las respuestas.
Por tanto, vive tus cuestiones.
En la confusión, permítete encontrar el camino para la creación de un nuevo estado de ser.
Y no te apegues a la necesidad de encontrar las respuestas, pues cuando éstas surjan, quizá ya no sean siquiera tan importantes.
¡Namasté!
