SPECIAL STUM: Familias Espirituales
por Sergio Scabia em STUM WORLDAtualizado em 30/04/2009 10:57:56
Traducción de Teresa - [email protected]
El hijo cumplió sus 19 años… Bien sabes cómo es… parece que fue ayer cuando entró en tu vida. El hermano mayor invitó a celebrarlo en su casa, más amplia y aparejada… y la sensación para el encuentro era muy buena, se podía tener la seguridad de que iba a ser algo muy guay…
El domingo en el Gran Mercado Central de São Paulo, regateando alegremente y buscando los ingredientes para la celebración: unas postas de bacalao, aceitunas negras, un aceite portugués y un queso que hemos podido probar antes de comprarlo. Otro producto de Portugal: dos botellas de vino Calamares, uno blanco y otro rosado, y la mitad de la cosa estaba resuelta… una buena pasta, ajo, cebolla y tomates nunca faltan en casa de italiano, y tampoco los ingredientes para preparar un delicioso “tiramisú” postre al que nadie pone peros. Pensábamos en diez personas en total, estando el grueso de la pandilla formado por compañeros de clase del cumpleañero.
Pero, como ocurre siempre, una vez más – como de la nada y encima de la hora –, algo conspiró y acabó haciendo que todos los que tenían que estar allí compareciesen. Y, con la complicidad de un puntual e-mail sobre negocios (bendita Internet) inmediatamente el recuerdo del último precioso encuentro condujo a una invitación más y los Fernandos y Cía. – no ha sido preciso esperar otros cinco años –, allí estaban nuevamente, intercambiando energías con nosotros, agregándose también en aquel momento, otros dos seres especiales que comparten diariamente en el parque Ibirapuera la “pasión nocturna” por el baloncesto…
Casi todo el mundo, excepto los niños, estuvo en la cocina ayudando, participando, intercambiando energía preciosa y aprendiendo pequeños trucos y detalles que a veces marcan la diferencia a la hora de degustar los platos en la mesa. Todo con sencillez, complicidad, respeto y cariño. Nadie se comunicaba levantando el tono de voz o intentando llamar la atención sobre sí. Padres e hijos en completa armonía, besos y abrazos marcaban la escena, y todo el mundo deseaba servir al otro, ofreciéndose para hacer algo útil. Después del postre, al poner la conversación al día, todos respetaban la palabra y la opinión del otro, sin interrumpir, algo no muy frecuente. La televisión no dio la cara en la sala. Solamente un DVD de virtuosos de la guitarra sonaba, atrayendo la atención de quienes aprecian la música de verdad.
De repente, sin darnos cuenta, ya sabes lo que pasa cuando todo transcurre en divino orden, alguien miró el reloj y avisó de que ya iban a dar las dos, recordando que todos trabajaban (o estudiaban) y ya no faltaba mucho para volver al tajo.
¿Qué fue lo que pasó en esa noche tan especial? Aparentemente, para la mayoría de la gente, se habría tratado tan solo de un evento común, con bebidas y comidas absolutamente corrientes, triviales… incluso los vinos, encontrados en los anaqueles de cualquier supermercado – los cuales ni siquiera se consumieron – creo que, aparte de la “ley seca”, no fue preciso beberlos para que cada cual se abriese, confraternizase, fuese él mismo en un ambiente propicio y sereno…
En realidad, parecía de veras el encuentro de seres afines, pertenecientes, tal como me escribió Lidiane, a una gran familia espiritual, que prescinde de lazos carnales, de relaciones sentimentales – estables o pasajeras – pero que actúa permanentemente, de forma no tridimensional, para realizar algún propósito que seguramente tiene que ver con la Unidad y el Amor Incondicional.
Los encuentros en lo físico no son obligatorios, pero cuando se producen, dejan a todos aún más motivados, energizados y conscientes de que nunca estamos solos, desamparados, olvidados. Nunca.
Y la noche, cortísima, fue muy bien dormida. Pocas horas de sueño, pero el alma estaba lavada, retiñendo de nuevo; la alegría en el corazón colmaba cada célula del organismo y la levedad nos acompañó y nos acompaña aún durante el día.
La verdadera espiritualidad es también eso que he colocado arriba. Encontrar a las personas, mirarlas también a los ojos, sentir el calor de la energía que se intercambia sutilmente, abrazar, confraternizar, celebrar el presente que es la vida y su misterio, aún fuera del alcance de nuestra mente racional, pero cuya belleza y magia pueden apreciarse en el silencio, dentro de nuestro templo, situado justamente en medio del pecho, en nuestro corazón. Sí, en él tenemos la morada del Dios interior y de él parten infinitos cordones de energía que permanentemente nos conectan con aquello a que frecuentemente llamo “La Fuente”. El Origen de todo cuanto existe, Amor inmenso, infinito. Donación total, absoluta, eterna. Este Centro, o Universo, nunca juzga, separa, castiga. No existe vibración de culpa o de “pecado” en la energía emanada, no hay más que Luz pura y un estímulo a la necesaria evolución que se procesa mediante el indispensable aprendizaje.
Y, para dejar siempre el alma a cero, nada como el Perdón o, si deseas llamarlo de otra forma: la cura garantizada de la mente, del alma y del cuerpo.
Creo que todos necesitamos procurar, con más consciencia aún, sintonizar estas frecuencias de las esferas que están y siempre estarán a nuestro alrededor. No las encontramos en los lugares ruidosos, en los centros comerciales, en los medios de comunicación, en la TV, o viajando a los más variados lugares. Será siempre imposible huir de nuestra alma que pide paso, alimento y atención. No es preciso hacerlo simplemente para recibir algún tipo de recompensa, de retorno… el viaje, la jornada en sí es casi todo, y vale cada instante vivido.
¿Vamos en busca de nuestra familia espiritual? A veces ya la hemos encontrado en lo físico y cuando las dos familias coinciden tenemos relaciones literalmente “divinas”. Si este no es tu caso, podrás con facilidad acordarte de las personas que ya sabes, sientes, que son compañeras de misión. Haz una llamada de teléfono, manda un e-mail, un SMS, junta más y más hermanos y hermanas, marca una cita… no es preciso que sea bacalao o pasta… eso ayuda, pero basta un café, un té, o solamente la intención, la voluntad enfocada en salir de las innumerables situaciones que pueden trabarnos, que nos tapan los ojos que necesitan recibir toda la Luz que merecemos y, reunidos en grupos, estamos mucho más fortalecidos.
La edad, el status, la raza, nada representan. Lo que manda y conduce es aquella mirada profunda, serena e inexplicable que nada oculta, que todo sabe y comprende.
Recuerda que Tú también ya formas parte de este especial punto de encuentro de almas que es el Somos Todos Uno… ¡tu gran Familia espiritual!
Lo siento mucho
Te amo
Muchas gracias
Sergio - STUM