¡Suelta las trabas y libera el flujo de la vida!
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 08/12/2013 08:42:44
por Flávio Bastos
Traducción de Teresa - [email protected]
"Podemos elegir recular hacia la seguridad o avanzar hacia el crecimiento. La opción por el crecimiento tiene que hacerse repetidas veces. Y el miedo ha de ser superado a cada momento". (Abraham Maslow)
La vida es una conjunción invisible de energías que fluyen con el propósito de la evolución y de la renovación, y que envuelve, específicamente, cada ciclo de las innumerables especies consideradas vivas en el planeta Tierra.
En este contexto vital, el hombre, única especie dotada de inteligencia y libre albedrío, es también la única que va contra el flujo natural de la vida, porque sus elecciones no siempre acompañan un ritmo saludable para su mente, cuerpo y espíritu. Es el caso de las personas que permanecen presas, cautivas de su pasado por la sintonía de sus sentimientos y emociones.
Tal pauta de conducta se hace responsable de una especie de "parálisis" por tiempo indeterminado de los sutiles mecanismos psíquico-espirituales que estimulan el fluir del proceso vital. Es entonces cuando la vida se traba, o sea, cuando inconscientemente "echamos el freno de mano" para el fluir de sutiles energías de la dinámica existencial.
A partir de ese momento de parálisis existencial, surgen densas energías consideradas oportunistas, que se revelan en los bastidores de los procesos somáticos asociados a los procesos obsesivos de origen anímico o espiritual. Son los casos relacionados con patologías cuya depresión encuentra terreno abonado para contagiar su energía.
Una vez cautivo de la depresión, que se instala a través de interminables crisis, tal situación lleva al individuo a depender de su propia capacidad de superación para reencaminar su vida desde la perspectiva del flujo saludable de energías. Entonces es cuando la persona recupera su autoestima y las ganas de vivir y crecer.
Las pérdidas, principalmente la secuencia de pérdidas afectivas, los abusos sufridos en la niñez y la falta de referencia positiva en el historial de la relación parental, están entre las principales causas de las patologías consideradas paralizadoras del proceso de crecimiento integral. Podemos ejemplificar esta situación de la siguiente forma: somos como un coche cero kilómetros que se pone en la carretera para su primer viaje. Sin embargo, en el transcurso de la jornada, ocurre un accidente en que quedan dañadas algunas piezas importantes para el funcionamiento del motor. En su segundo viaje, el vehículo se implica en otro pequeño accidente y acaba teniendo que ser remolcado a un taller mecánico. Con setenta mil kilómetros rodados el motor del automóvil ya no es el mismo, teniendo en cuenta su tiempo de uso y el historial de accidentes y cambio de piezas mecánicas.
En el caso de este ejemplo, el coche es el cuerpo físico del individuo. El chófer es el yo, el ego, y los accidentes e incidentes que sobrevienen por los caminos se refieren a las elecciones, es decir, al libre albedrío. Por tanto, la vida útil de un coche o de un ser humano converge hacia una misma realidad, en la medida en que el "conductor" de las dos situaciones es el ser inteligente dotado de libertad - y responsabilidad - para elegir su destino.
La parálisis vital que tiende a repetirse durante los capítulos de la historia existencial del espíritu reencarnado, es una experiencia dolorosa provocada por la inercia en relación al proceso de auto-conocimiento que lleva al individuo a despertar para la realidad de su naturaleza interdimensional.
Por tanto, la vida bloqueada, trabada por condicionamientos arcaicos ligados a sentimientos y emociones, significa un atraso en el proceso expansivo que pasa por el conocimiento de sí mismo inserto en un mundo en fase de trasmutación energética. Es como si el conductor del referido automóvil echase el freno de mano por miedo a llevar el vehículo por caminos que, repentinamente, se han vuelto tortuosos y sombríos.
Este sentimiento de negación a enfrentarse con los retos que presenta la vida, revela la falta de percepción y aceptación de la naturaleza hominal sujeta a las experiencias de pérdidas y ganancias propias de la andadura evolutiva. Visión egocéntrica que no contempla al otro que pasa por las mismas vicisitudes que la vida nos presenta a todos.
Valorar en demasía lo efímero, y negar la trascendencia, es no percibir el propio potencial expansivo en el sentido de la confianza en el proceso vital. En su texto "La importancia de la espiritualidad para la salud", Leonardo Boff afirma que la espiritualidad refuerza en la persona, en primer lugar, la confianza en las energías regenerativas de la vida.
"Sabemos por la psicología de lo profundo y la transpersonal, el valor terapéutico de la confianza en la condición normal de la vida. Confiar significa fundamentalmente afirmar: La vida tiene sentido, ella vale la pena, ella detenta una energía interna que la autoalimenta, ella es preciosa. Esa confianza pertenece a una visión espiritual del mundo".
El freno echado a la vida sólo puede ser liberado por su conductor. Impasse íntimo que contraría la lógica de la dinámica vital alimentada por el flujo continuado de sus energías restauradoras y curativas que llevan al ser inteligente hacia la expansión de la conciencia.
La inercia, la parálisis, debilitan el alma y enferman el cuerpo porque mantienen al individuo ligado a energías contrarias al flujo natural del crecimiento por la vía del auto-conocimiento. Camino que, necesariamente, pasa por la visión espiritual del mundo y por la aceptación de que somos seres importantes en la formación del Todo Indivisible, o sea, la certidumbre de que el hombre no es un fragmento perdido en la inmensidad cósmica, sino una valiosa obra de la arquitectura universal.
