Sueños recurrentes: Un caso de regresión - Parte 4
por Ronaldo Cardim em STUM WORLDAtualizado em 22/06/2014 09:07:51
Traducción de Teresa - [email protected]
Hay sueños que se repiten a lo largo de gran parte de la vida y que tienen su causa estructurada en el momento del nacimiento.
Esos sueños también arrastran fuerte carga emocional y sensación de realidad, y traen imágenes y símbolos infinitamente surrealistas, absurdos.
Otra característica común a estos sueños es la sensación de continuidad en los momentos que siguen al despertar. O sea, durante algunos breves momentos después de despertar, la persona percibe que el sueño sigue sucediendo, mezclado con el mundo real.
Y no es raro, además, encontrar relatos de ese tipo de sueños en que la persona siente algún dolor mientras está soñando, y al despertar e incluso a lo largo del día siguiente, todavía nota cierta sensibilidad dolorosa en alguna parte del cuerpo. Lo más común en estos casos son dolores de cabeza, hombros y cuello.
Una vez más, haré uso aquí de un ejemplo para ilustrar esa explicación.
"Una mujer, treinta y ocho años, casada, una pareja de hijos adolescentes, con buena estabilidad económica, nivel intelectual y cultural elevados, relación familiar estable. Vida y relación social bastante activa, normal y equilibrada. Tuvo en el transcurso de toda su vida una relación muy “extraña” con las heces humanas. Eran dos hechos que le sucedían desde pequeña, pero con la madurez, se empezaba a sentir molesta con aquello y acudió a buscar ayuda en la terapia".
El primero hecho era un sueño que tenía periódicamente.
En el sueño que tenía desde muy pequeña, se veía en escenarios diversos que variaban según la franja de edad. En esos diferentes escenarios estaba siempre en algún lugar donde había heces humanas. Y si bien en esos sueños ella siempre acabase de alguna forma manchándose con las heces, no había sensación de asco o suciedad. El sentimiento que más destacaba era el de miedo, con malestar y dolores en la zona de los hombros, cuello y cabeza. Al despertar, sentía malestar y dolores en cabeza, cuello y hombros.
En uno de esos sueños, se veía en un pasillo muy estrecho cuyas paredes empezaban a comprimirse, oprimiéndola a ella y a todo lo que había allí dentro; en otros estaba en pequeñas cuevas subterráneas que se desmoronaban. Viendo todo caer sobre ella, se sentía compelida a escurrirse por una minúscula abertura que siempre había en una de las paredes. Percibía esa hendidura como muy estrecha y que la oprimía mucho y, al escapar de ese aprieto, tenía que correr siempre por caminos donde había heces humanas. Recuerda que a pesar de siempre pisarlas, sentir su mal olor y a veces caer en medio de las heces, no había asco o repugnancia. Todo lo contrario, pese a los dolores y al malestar, tenía una sensación de alivio y libertad que prevalecía. En varias veces le ocurrió que los dolores de cabeza, cuello y hombros continuaban todavía algunas horas después del sueño.
El segundo hecho era algo que jamás había contado, ni siquiera a sus familiares o a los médicos. Notaba que era algo exageradamente chocante y bochornoso y sentía dificultad incluso en admitir ella misma que aquello sucedía. Era tan bochornoso para ella, que no fue capaz de referir aquello en las primeras sesiones de la terapia. Empezó contando que cuando era pequeña solía tener desarreglos intestinales siempre que pasaba por una situación estresante. El terapeuta le hizo ver que eso era común incluso en adultos y que no aportaba nada importante para la comprensión de los sueños.
A partir de ahí su bochorno aumentó visiblemente. Dijo que “pese a la vergüenza que le daba” lo iba a contar, pues para ello había venido.
Ocurría que con el paso del tiempo fue percibiendo naturalmente que lo que le daba sensación de alivio no era expeler las heces, sino su olor. Cuando sentía olor fecal se sentía tranquilizar, como si se viese libre del peso del estrés. Y concluyó diciendo que a partir de la adolescencia dejó de tener los desarreglos intestinales. Sin embargo desarrolló una costumbre, que cuando pasaba por una situación muy estresante, iba al baño y forzaba una defecación, y con el olor exhalado notaba tranquilizarse. Muy avergonzada, lloró copiosamente en un claro estado de catarsis. Preguntaba si estaría en su sano juicio, si eso denotaba alguna patología mental de seria gravedad.
Con el debido cuidado, el terapeuta le hizo ver que si bien pudiese parecer algo anormal, no era ciertamente de una gravedad mayor, pues esa costumbre no ponía en riesgo su seguridad ni la de los demás, ni tampoco la exponía a situaciones embarazosas. A estas alturas, era inevitable no establecer una relación entre la curiosa costumbre que tenía y los sueños recurrentes e igualmente extraños. La relación entre su comportamiento y los sueños, ambos fuertemente ligados a las heces humanas, estaba clara, pero no era suficiente para aportar la más ligera idea de qué podría significar todo aquello. Por eso el terapeuta sugirió que recurriesen a la regresión. Tras considerable resistencia debida a cuestiones religiosas, la mujer aceptó, en una tentativa de llegar realmente a la comprensión de tales comportamientos y sueños. Fueron necesarias varias sesiones hasta que ella logró caer en un estado de profundo relajamiento, en que fue posible llevarla a una inducción ideal para el proceso regresivo.
En una sesión que coincidió ser la inmediatamente posterior a una noche en que ella había tenido el sueño, estando ella ya familiarizada con la secuencia de inducción al relajamiento, lo cual reduce considerablemente el nivel de ansiedad, ella notó como si fluctuase a unos cincuenta centímetros por encima del cuerpo. Empezó a decir que se sentía mojada y rápidamente se vio sumergida en un recipiente en que había un líquido extraño, oyendo ruidos igualmente extraños. Y esa combinación de extraños se convirtió de inmediato en algo profundamente familiar, actuando como un catalizador, atrayendo toda su consciencia a aquel local y aquel momento, que identificó como el vientre materno exactamente una hora antes de su nacimiento. Allí notó que ya venía vivenciando un gran malestar, desde hacía algunas horas, cuando la madre había entrado en trabajo de parto. Una fuerte sensación de miedo e incertidumbre surgió al notar que la seguridad que representaba el útero materno estaba comprometida. De pronto, se sintió fuertemente comprimida y empujada cabeza abajo por un canal muy estrecho. Al pasar por ese estrecho canal sentía una fuerte presión y dolor en la cabeza y los hombros. Cuando ya tenía toda la cabeza fuera, registró un olor muy fuerte. La madre, mientras hacía fuerza para el parto, expelió una gran cantidad de heces y cuando acabó de salir el cuerpecito del bebé, éste resbaló en las heces de la madre. Todo esto tuvo lugar en casa de la madre, un parto normal, atendido únicamente por las dos tías maternas. Este detalle de su nacimiento nunca se lo habían comentado, pues la madre falleció cuando ella no era más que una pre-adolescente. No obstante, logró confirmar esos detalles con las tías que atendieron a su madre en el parto.
Al retornar al nivel normal de consciencia tras la sesión, traía un recuerdo completo y claro de cada imagen y de cada sensación y emoción vivenciada en aquel proceso.
En las sesiones siguientes, con ayuda de su terapeuta, pudo establecer todas las conexiones entre los hechos vivenciados en la sesión de regresión y los sueños y comportamientos extraños que tenía.
Vio que el aposento estrecho cuya pared se movía y la oprimía y las pequeñas cuevas de los sueños eran el útero de la madre. La asociación del olor de las heces de la madre con la sensación de libertad que sintió al salir de la estrechez, creó la extraña costumbre de ir al baño y sentir el olor de las propias heces para tranquilizarse. Y así, teniendo todas las otras asociaciones y comprensiones hechas y asimiladas, acordó con el terapeuta que acudiría nuevamente a él si volviesen los sueños o si tuviese nuevamente los comportamientos anteriores al depararse con situaciones estresantes. Pero ha pasado mucho tiempo y hasta el momento no ha tenido necesidad de volver al terapeuta.