¿Te fijas en las apariencias?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 04/04/2013 09:32:18
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
"Enfatizando las apariencias, no percibimos la realidad. Prestando mucha atención a nombres y reputaciones podemos mirar, pero no ver".
(Tsai Chih Chung)
Uno de los motivos para que algunas personas busquen ayuda psicoterapéutica es el sentimiento de vacío provocado por una mirada superficial sobre la vida. De esta forma, al olvidar lo profundo, pierden tiempo para los aprendizajes, pues quedan limitados a la visión lineal que la experiencia vital les proporciona. Hasta el momento en que perciben la necesidad de visualizar lo que antes no veían a partir de sí mismos.
En esta dirección, la cultura del mundo occidental, de modelo consumista y competitivo, ayuda a promocionar valores que dan culto a las apariencias por encima de lo que ellas valen realmente para garantizar al individuo una vida materialmente confortable.
De esta forma, se desatiende el otro lado de la vida, la trascendencia, que debería ser valorada porque representa, por encima de todo, el auto-conocimiento, o sea, el descubrimiento de sí mismo frente al otro y al universo.
La percepción lineal, unilateral de la vida, se encuentra en la forma en cómo captamos, a través de los órganos de los sentidos, aquello que nos interesa de la realidad circundante, de conformidad con el código de valores y creencias que traemos interiorizado.
En este proceso inconsciente de captación, codificación y representación de aquello que la realidad nos informa, se forma una mentalidad, que es el conjunto de costumbres, creencias, hábitos intelectuales y disposiciones psíquicas de un individuo o de un grupo.
Plasmamos nuestra realidad según lo que elaboramos psíquicamente a través de impresiones y representaciones de lo que es captado por la sensorialidad atraillada al conjunto de valores y creencias. Sin percibir con los "ojos de ver y los oídos de oír", nos convertimos en cautivos de nosotros mismos. Limitados a una visión egocéntrica del mundo, donde la superficialidad de las relaciones interpersonales, e incluso de las familiares, hace más pesado el fardo de la vida debido a la densidad de la energía que emitimos y atraemos.
Siendo que traemos rasgos de carácter y sentimientos de otras vidas, esta energía se mezcla a las experiencias infantiles de la vida actual. La asociación de estas energías es la responsable por la forma en cómo conducimos la propia vida en la fase adulta, donde la experiencia del equilibrio o del desequilibrio psíquico-espiritual representa la síntesis del ciclo reencarnatorio de cada individuo.
En este contexto existencial, los desequilibrios reflejan la "ceguera" del individuo sumiso a un patrón conductual que prácticamente no sufre alteraciones con el paso de los siglos. Paradigma en el cual encontramos procesos obsesivos de origen anímico y espiritual que se repiten vida tras vida debido a un conjunto de elecciones.
En esta condición, al emitir y atraer energías afines, el individuo queda susceptible a las enfermedades del cuerpo físico y de la mente, y con resonancias conductuales a través de la aparición de trastornos, síndromes y disfunciones propias del individuo en descompás con su andadura evolutiva.
Sin embargo, lo mismo no ocurre con el individuo en situación de equilibrio psíquico-espiritual, que despierta para los significados de la vida a través de una mirada que ensancha horizontes y lo liberta del cautiverio de sí mismo, además de hacerlo energéticamente inmune a un conjunto de enfermedades que afectan a cuerpo y alma.
Una vida de apariencias representa un retraso en el reloj existencial de cada individuo, pues abre una puerta para la entrada de energías deletéreas, como el orgullo, la vanidad exagerada, el egoísmo, la envidia, la ambición desmedida y todo lo que éstos llevan a remolque, como el prejuicio, la discriminación, el enjuiciamiento, las injusticias, la calumnia y la futilidad, entre otros.
En la estela de una vida de apariencias encontramos los "grandes vacíos" que asolan a la humanidad, como las guerras, las endemias, el hambre y, principalmente, el sentimiento de odio, que, disimuladamente o no, revela el lado perverso del hombre.
La apariencia, vista a través del prisma interdimensional de la existencia humana, refleja un estado letárgico del espíritu reencarnado. Condición que incluso puede proyectarlo en el ámbito del poder. No obstante, lo que queda en evidencia es el ego de valorización restringida a las resonancias mundanas, y no el yo de valorización irrestricta para las leyes que orientan la vida inteligente en el universo.
En tal sentido, Carl Gustav Jung nos advierte en sus escritos de que "si el lado sombra de una persona fuere reprimido y aislado de la conciencia, nunca será corregido. El hecho de enfrentarnos a nuestro talón de Aquiles es un acto de bondad, no importando cuán doloroso pueda ser este proceso. Para aventurarnos en lo oscuro, necesitamos un coraje tremendo y un grado considerable de auto-aceptación. Debemos reunir todos los poderes de iluminación que la conciencia pueda ofrecer".
Por tanto, despertar del sueño letárgico que envuelve el mundo de las apariencias, es el desafío del individuo que busca el foco de su propia conciencia. Energía que ilumina el camino de aquellos que buscan la verdad de sí mismos inseridos en un macro contexto de permanente sintonía con lo UNO.