Terri, El derecho a Morir
por Wilson Francisco em STUM WORLDAtualizado em 03/10/2006 14:36:15
Traducción de Teresa - [email protected]
El ‘Estadäo’ ha dado la noticia el 16 de junio de 2005: “La autopsia confirma: Michael Schiavo estaba en lo cierto. Terri, su mujer, no tenía las mínimas condiciones para sobrevivir, aunque hasta ahora los padres lo refuten”. Lo que ha agitado a la opinión pública ha sido un vídeo presentado por los padres, que mostraba a Terri sonriendo y girando la cabeza hacia el lado de la madre.
Según el patólogo Stephen Nelson, “El daño cerebral constatado en la tomografía computerizada era irreversible y terapia alguna habría podido regenerar la pérdida maciza de neuronas; ella no hubiera sido capaz de formar ningún pensamiento cognitivo”, explicó.
Recientemente ha sido aprobada una ley que permite que el paciente, cuando consciente, o bien los parientes cercanos, responsables por el mismo, autoricen la retirada de aparatos en casos de comprobada muerte encefálica.
Antonio Eduardo era un gran amigo mío; ha dejado el cuerpo víctima de cáncer. Viajábamos muchas veces a Uberaba y por su intermedio he podido estar personalmente con Chico Xavier. Acompañé su estancia en el hospital y cuando la gravedad de su estado de salud aumentó, debiendo serle aplicada morfina, su hermano, médico, vino a hablar conmigo y con María. Como médico, su procedimiento sería sedar bastante al paciente para evitarle sufrimiento e inducir la quiebra de los órganos, cuya consecuencia sería la muerte.
Pero como hermano y conocedor de su convicción espírita, preguntó cuál sería la opinión de los Espíritus. Mi mujer entró en sintonía con el equipo espiritual y la sugerencia ha sido que fuese reducida la medicación, restaurando la consciencia al hermano, para saber por él mismo lo que deseaba. Y Antonio Eduardo decidió que prefería no sufrir más. Luego tras esa conversación nuestra, la enfermera presente en la habitación constató que el tubo de oxígeno estaba averiado y atascado. Permanecimos observando y entendiendo lo que ocurría. Alguien del “lado de allá”, por cierto, estaba tratando de llevar a cabo la desconexión sin comprometer tanto al hermano de Eduardo. La chica salió para cambiar el aparato y María me dijo bajito: -Wilson, los Espíritus están aprovechando ese “problema” en el aparato, para desconectar a Eduardo, y en aquel instante observé una especie de neblina que salía del cuerpo. Era el sagrado momento de la muerte. Cuando la enfermera regresó, el hecho estaba consumado. Él estaba muerto. Bajamos al salón a donde sería conducido. El personal del hospital cuidó de la preparación y lo llevó para allí. Al lado del ataúd, su hija Carla conversaba con él llorando, mirando su rostro inmóvil. María le dijo: - Carla, conversa con tu padre mirando al frente. Él se encuentra aquí, de pie, sonriéndote. Fue un momento de emoción y paz.
Nelson era el marido de mi prima Justina, habiendo dejado el cuerpo hace algún tiempo. Acometido por un AVC (accidente vascular cerebral – o simplemente derrame) perdió las condiciones básicas de vida, quedando sin cualquier signo de consciencia, o sea, apenas con vida vegetativa, tal como Terri. Vivió así, dejando el cuerpo al cabo de dos años.
En todo ese tiempo su mujer no caviló pedir a los médicos alguna actitud, al contrario, cuidaba de él con un cariño y una atención como nunca he visto en mi vida. Si salía de casa volvía prontito, para darle la comida (con la sonda) o cambiarle la ropa, bañarlo, etc. y tal. Y él allí, inmóvil, sin nada decir ni percibir. Ella lo hacía todo sin protestar, con mucha alegría, a pesar de sentir que difícilmente él podría volver a tener una vida normal.
Sin saberlo, Justina practicaba aquello que enseñaba Albert Schweitzer: actuar con amor por el amor, no buscando recompensas ni resultados. Esto lo había practicado él mucho, en África. Había construido hospitales, y enseñado a los nativos acerca del trabajo y de la higiene, aún sabiendo que poco o nada obtendría en cuanto a resultados prácticos.
Como se dice popularmente, cada caso es un caso y no queremos aquí comparar actitudes, incluso porque la conciencia de cada criatura es su maestro y su dios. La Justicia Divina, entiendo yo, no interfiere, no juzga, ni castiga a nadie. Todo ese proceso surge de nuestro corazón y cerebro. Elaboramos nuestros destinos y creamos nuestra felicidad o infelicidad, en la medida de nuestras intenciones, pensamientos y actitudes.