¡Tres venenos extremadamente peligrosos para el amor!
por Rosana Braga em STUM WORLDAtualizado em 19/06/2017 09:08:54
Traducción de Teresa
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Lena deseaba mucho que Fred fuese más romántico, más atento y con más complicidad. Siempre estaba reprochándole que no fuese así y esperando a que él cambiase, que procediese de modo diferente. Pero como él no cambiaba o lo hacía muy poco y sólo cuando ella se mostraba muy contrariada, Lena empezó a sentirse extremadamente frustrada en aquella relación.
Esa, entre otras situaciones que a Lena le gustaría que fuesen diferentes, tanto en su vida personal como en la profesional, la hacían sentirse constantemente insatisfecha y triste. Por culpa de esas emociones sus jaquecas venían apareciendo con frecuencia cada vez mayor. La vida realmente no se parecía a lo que ella esperaba que fuese.
Denis, a su vez, tenía la constante impresión de que las personas eran lentas y de que las cosas no sucedían al ritmo que él quería y consideraba que deberían ir. Se sentía molesto al enviar un mensaje, por ejemplo, y constatar que la persona lo había leído, pero no lo respondía en los siguientes 15 minutos.
Sobre el comportamiento de Fátima, su acompañante, él ya no soportaba tener que quejarse. Para tomar decisiones, incluso las menos importantes, ella quería tiempo para pensar, analizar y decidir. Denis sentía fuertes dolores en el estómago cada vez que discutían y ella lo dejaba para hablarlo al día siguiente, cuando los ánimos se hubiesen calmado. O también cuando tenía que esperar para saber si ella iría o no a un compromiso a que habían sido invitados.
En cambio Sheila era la tranquilidad en persona, al menos aparentemente. Nunca discutía ni se enojaba seriamente con nadie. Olvidaba fácilmente lo que le hacía incomodarse. Estaba siempre dispuesta a pasar por algo, disculpar y “dejarlo allá”. Era conocida como dueña de un inmenso corazón y siempre a bien con la vida.
El caso es que ella tenía una gigantesca dificultad para posicionarse, para expresar sentimientos considerados “feos” por la sociedad. Sólo se permitía demostrar alegría, comprensión y generosidad. Y era únicamente con Luis, su marido, con quien se desahogaba, se quejaba y hasta se atrevía a insultar a quien abusaba de su buena voluntad.
Por culpa de esa dinámica “enmascarada”, Sheila descontaba sus sentimientos en la comida. Tenía dificultad para adelgazar y mantenía algún otro exceso y pequeño vicio que evidenciaban la incoherencia entre lo que ella realmente sentía y lo que demostraba públicamente.
¿Cuáles son los excesos de Lena, Denis y Sheila?
Antes de explicarlo, es preciso aclarar: ninguno de los sentimientos de ellos es malo cuando experimentado en una medida saludable. El problema se instala cuando dejan de flexibilizar, cuando radicalizan y proceden siempre de la misma forma, sin tener en cuenta lo que está realmente sucediendo, sin respetar el flujo y sin considerar las particularidades del otro.
En fin, el exceso de Lena es de expectativa. El de Denis es de ansiedad. Y el de Sheila es de aceptación.
Pero ¡fíjate bien! Es imposible que una persona no cree nunca expectativas. Forma parte del ejercicio de vivir en esta dimensión. Somos seres que esperan y esto puede ser saludable a medida en que abre espacio a mejoras y crecimiento.
Del mismo modo, la ansiedad es extremadamente beneficiosa a medida en que nos impulsa, nos pone en movimiento, nos hace desear algo con intensidad y entrar en acción. Y la aceptación también es altamente positiva cuando nos emplaza en el momento presente, cuando nos permite percibir que hay situaciones que no merecen ser prolongadas y que no todo ha de ser tomado tan en serio.
Sin embargo, en exceso, tanto la expectativa, como la ansiedad y la aceptación, se convierten en verdaderos venenos, contaminando la creatividad de las relaciones. O sea, cuando esperas demasiado del otro y depositas en él toda la responsabilidad de hacerte sentir satisfecha y feliz, estás seguramente equivocada y la frustración está garantizada.
Cuando te sientes ansiosa por todo y todo el tiempo, deseando que el mañana sea hoy, acelerando tu ritmo e intentando hacer que personas y acontecimientos se anticipen para apaciguar tus prisas y tu falta de paciencia, el resultado sólo puede ser desequilibrio y una vida disfuncional. Vivir acelerado no es biodinámico.
Finalmente, aceptarlo todo sin considerar los propios sentimientos, no construye. Sirve únicamente para maquillar, deteriorar y enfermar tanto la relación con uno mismo como con las demás personas. El exceso de aceptación roba las oportunidades de aprendizaje e intercambio, de maduración y fortalecimiento de los vínculos.
Y tú ¿sufres de alguno de esos excesos? ¿Quieres recuperar el equilibrio y encontrar tu medida saludable? El primer paso es, sin duda, la auto-observación y el acogimiento. A continuación, vivir un día de cada vez, paso a paso, ¡al ritmo de la sabiduría de tu corazón!
Así de sencillo. Practica y después me cuentas...