Un instante, una palabra
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 13/02/2014 09:49:41
por Tom Coelho
Traducción de Teresa - [email protected]
"No todas las conversaciones van a cambiar tu vida,
pero cualquiera de ellas podrá hacerlo".
(Liz Dolan)
Cuando empecé mi carrera como conferencista, en los idus de 2003, yo tenía dos creencias muy claras. La primera, que una presentación, por más organizada, atractiva y cautivadora que fuese, no sería capaz de "cambiar la vida" de un participante. Sensibilizar, influenciar e incluso entusiasmar, sí. Pero promover un cambio capaz de alterar el curso de la historia de alguien, me parecía demasiado presuntuoso.
La segunda creencia tenía que ver con la duración de una actividad. Pensaba yo que un mensaje poderoso dependía del conjunto de su contenido. Sería el todo, y no la parte, lo que impactaría a los presentes.
A lo largo de los años aprendí que estaba doblemente equivocado.
Cualquier breve momento puede transformar radicalmente el destino de alguien.
He venido comprobándolo en el día a día, a cada diálogo, a cada reunión, ya sea con colegas, amigos, asociados en los negocios o incluso el público en general. Es como dijo el antropólogo Roberto Crema: "Nadie cambia a nadie, nadie cambia solo, sino que cambiamos en los encuentros".
Una vez al año tengo el honor y el placer de disfrutar de la compañía de uno de los principales líderes empresariales del Brasil. Se trata de alguien con quien conviví hace años en el escenario institucional y con quien sellé una amistad auténtica y llena de sencillez. Él me enseñó en nuestro último encuentro: "En la actual fase de mi vida, me doy el privilegio de elegir con quién, cuándo y por cuánto tiempo voy a dialogar". Es una gran lección que nos da la dimensión exacta de la importancia de las palabras y del uso del tiempo.
De ahí deriva también el éxito o el fracaso en el proceso de comunicación, pues hay una sutil diferencia entre oír, escuchar y efectivamente comprender a nuestro interlocutor. Es tenue, y sin embargo amplia, la distinción entre mirar, ver y percibir lo que se ve, respecto de un objeto, imagen o escena. Hay personas que hablan, pero nada dicen; o que dicen, pero no son comprendidas.
Shakespeare puntualizó asertivamente que "lleva años construir la confianza pero sólo segundos destruirla, y tú puedes hacer o decir cosas en un instante, de las que te arrepentirás el resto de tu vida".
Por eso siempre procuro advertir de que es imprescindible tener cuidado con las palabras asestadas, en especial en los momentos de irritación. Cuando dices algo que desagrada a alguien, de poco valdrá disculparte posteriormente. Porque no importa lo que dijiste, sino lo que ha quedado después de lo que dijiste. Lo que queda se instala en el pecho, dentro del corazón, tomándolo por morada suya, de la cual ya no saldrá.
Hoy aprendí que en cualquier intervención mía, tanto si es en una conferencia o en un entrenamiento, en una reunión o en un diálogo conciso, basta una fracción de mi discurso para mover a reflexión a cualquiera de los presentes. Y como cada persona es alcanzada de manera diferente y en momentos específicos, es grande mi responsabilidad, pues el mensaje puede afectarlas positiva o negativamente, influenciando sus decisiones.
Así, cuida con atención y cariño tus argumentos. Y recuerda que en comunicación, más que la razón, es la emoción lo que impera.
