Una actitud de auto-acusación revela auto-rechazo
por Bel Cesar em STUM WORLDAtualizado em 05/02/2005 12:56:08
Traducido por Melissa Park - [email protected]
La mayoría de las veces, cuando estamos confusos, intensificamos nuestros mecanismos de auto-rechazo: “Yo no debería estar sintiendo eso!”.
“Nos rechazamos a nosotros mismos cuando intentamos controlar nuestros sentimientos. Nos rechazamos a nosotros mismos cuando manipulamos nuestros sentimientos, creyendo que deberíamos o no estar sintiendo cierto sentimiento, o entonces, cuando intentamos realmente controlar las circunstancias y las personas externas”, escribe John Ruskan en el libro Purificación emocional (Purificação emocional). Y complementa: “No nos damos cuenta de las innumerables veces que nos auto-rechazamos, porque ese sentimiento nos protege de sentir lo que no queremos sentir”. De esta forma, nos distanciamos de nosotros mismos y de la capacidad de auto-observarnos.
Para no distanciarnos de nosotros mismos, precisamos comprender que debemos aceptar todo lo que estuviera sucediendo en nuestro interior, menos el auto-rechazo!
En cuanto nuestra capacidad de análisis estuviera contaminada por el hábito de la auto-acusación, es mejor mantenerla afuera.
El secreto está en sentir cada emoción sin rotularla como buena o mala. Podemos convertirnos en un testimonio activo de nuestra confusión emocional aceptando las emociones sin contrariarlas. Así, seremos capaces de dejar a la emoción surgir y disiparse por sí misma.
Precisamos, de hecho, de la energía de la delicadeza para ser capaces de despertar la disponibilidad interna necesaria para lidiar con sentimientos que consideramos inaceptables e intolerables. Sólo así, como un árbol que soporta una fuerte tempestad porque está bien enraizado, podemos mantener nuestros pies en el suelo cuando nuestras emociones están confusas. Caso contrario, perderemos nuestro eje.
Ser delicados con nosotros mismos es un modo de aceptarnos. Auto-aceptación no significa ser condescendiente con nuestras confusiones emocionales. No es preciso ser permisivos con la confusión, pero precisamos permitirnos experimentarla para poder conocernos mejor.
Cuando una confusión emocional surge, podemos proponernos quedar con ella solo un poco y preguntarnos con delicadeza: “Que es lo que está sucediendo aquí?”
Sin negar lo que está sucediendo, respirando algunas veces con profundidad, podemos dar a esta experiencia incómoda un poco más de atención de lo que usualmente somos capaces, rompiendo así el hábito de temer a la sensación de sí mismo.
Muchas veces, tememos ciertas emociones por recelo de no soportarlas. Entonces la próxima vez que reparamos en la idea preconcebida de que sentir algo puede ser peligroso, podemos invertir el proceso. Al revés de evitar aquello que estamos sintiendo, podemos abrirnos para conocer lo que nos amenaza: “Que es lo que sucede tan malo?”
En un primero momento, cuando percibimos la confusión emocional, sentimos una presión en el pecho. Pero la intención de mantenernos abiertos a la experiencia de nuestro propio dolor nos ofrece un sentimiento de expansión: tenemos, al frente, un nuevo camino para seguir.
Descubrimos que estamos libres de nuestro conflictos emocionales cuando nos ofrecemos una nueva chance, un nuevo mirar. Así, pasamos a encarar nuestras emociones sobre una perspectiva más amplia y comenzamos a percibir que es posible y saludable retroceder y abrir espacio en torno de ellas.
Si nos identificamos demasiado con las emociones, ellas pasan a tener un poder dictatorial sobre nosotros: dictan órdenes absolutas que esperan que sea respetadas por todos. Ellas pasan a ocuparnos cada vez más y cuando no somos más capaces de mantener lo que sentimos en nuestro espacio interior, nos torna violentos. Pero, a partir del momento en que voluntariamente nos lo proponemos y no nos identificamos con nuestras emociones, dejamos de ser reactivos emocionalmente y nos tornamos activos con relación a nuestro flujo emocional.
Al reconocer que podemos hacer algo por nosotros mismos, esto es, que no precisamos ser víctimas de nuestras emociones negativas, comenzamos inmediatamente a disminuir el poder que ellas tienen sobre nosotros.
El secreto para no quedar enredados en nuestras emociones negativas es, por lo tanto, aprender a no identificarnos excesivamente con ellas. Podemos cuestionar las convicciones profundas que tenemos al respecto de nosotros mismos.
“Algunas personas creen que las emociones son peligrosas. Pero raramente ellas son el problema: son las historias que creamos sobre las emociones y la poca conciencia que tenemos de ellas que generan el sufrimiento. Sin conciencia, los sentimientos dolorosos pueden corromperse y transformarse en vicio o en odio o degenerar en un estado de aturdimiento. Así, terminamos perdiendo el contacto y no apenas con lo que es sentido, si no también con la sabiduría esencial del corazón”. Percibimos, de esta forma, que negar lo que pasa en nuestro interior nos mantiene apartados de nosotros mismos.
Texto extraído de "El libro de las Emociones- Reflexiones inspiradas en la Psicología del Budismo Tibetano" (“O livro das Emoções – Reflexões inspiradas na Psicologia do Budismo Tibetano”) de Bel Cesar, Ed.Gaia.