Ventajas de ser una buena persona
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 04/10/2011 21:43:37
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Silvana Partucci - [email protected]
La historia extra oficial, aquella que corre de boca a boca pero no es registrada en libros, creó una expresión popular en la región de las Misiones, en el estado de Rio Grande do Sul. Según la cultura local, los primeros jesuitas europeos que construyeron con los indios guaraníes los Siete Pueblos de las Misiones, acostumbraban aplicar una táctica de doctrinación religiosa, o sea, esculpían en madera imágenes del tamaño de una persona, Esas imágenes representaban algunos santos de la Iglesia Católica y eran huecas. Colocadas en ligares estratégicos, los padres encargados de la catequización acostumbraban entrar en estas imágenes huecas y hablarle a los indios como si fuesen los propios santos transmitiendo sus mensajes.
Verdad o no, el “santinho de pau oco” (santito de palo hueco) se convirtió en expresión popular que caracteriza al individuo que pasa una imagen de “santo”, pero en realidad, “por dentro” es otra persona. No es el caso, obviamente, de la persona que practica el bien si mirar a quien, porque asumir la práctica del amor fraternal exige transparencia de sentimientos donde no hay lugar para el fingimiento o la representación.
En éste sentido, no precisamos ser santos o beatos para afirmar el bien en nuestras vidas. Basta dejar fluir la energía del amor que traemos internalizada en forma de centella divina…
Esa chispa, cuando encendida en forma de llama interior, tiene el poder de transformar realidades a través del ejercicio de la caridad, de la cura, de la protección espiritual, del auto conocimiento y del progreso espiritual.
Por lo tanto, practicar el bien sin intereses o segundas intenciones, tiene ventajas que no imaginamos, porque vivimos en un mundo donde el sufrimiento, asociado a la “viveza”, limita nuestra visión de lo que es puro y transparente en las relaciones interpersonales.
Por este motivo, los niños despiertan en nosotros la ternura y la pureza olvidadas en algún lugar del pasado. Son ellas la referencia y la esperanza de un mundo donde los buenos sentimientos pueden ser compartidos en la convivencia social. Sin embargo, para compartir buenos sentimientos, precisamos ejercitarlos en el día a día de nuestras vidas, porque todo cambio interior, por más gradual que sea, exige adaptación e intercambio de energía áurica, que es el campo energético a nuestro alrededor que informa al Universo si somos o no seres amorosos.
El gran desafío para quien pretende, de a poco, cambiar su energía áurica, es mantenerse focalizado en el bien. Tarea difícil cuando se vive en una sociedad competitiva, cuya orientación y filosofía inducen a ser vivo para tener ventaja sobre el otro.
Sin embargo, estamos hablando de “ventajas” fundamentadas en bienes eternos y no en bienes perennes que acaban con el pasar del tiempo. Estamos hablando de transparencia de actitudes y de sentimientos elevados, y no de títulos, status social o apariencias.
Transitar el camino de la verdad de cada uno exige, por sobre todo, perseverancia en el bien. Ese camino nos lleva a la cura de nuestros males y a la conquista del equilibrio bio-psíquico-espiritual que contempla un estado de salud entero, idealizado por las religiones de fe raciocinada, por la filosofía, medicina y psicología.
Ser o volverse una buena persona, no exige, necesariamente, vínculo religioso o abstinencia de ciertos placeres mundanos, como la diversión, el placer y la práctica de sexo, entre otros, que son inherentes al ser humano e importantes para la sensación de bienestar y equilibrio.
El individuo focalizado en el bien cultiva bondad dentro y fuera de si mismo, sin hacer alarde o uso personal de éste instrumento que le es innato y natural, pues, como aprendiz que es, aprende con cada lección de vida algo nuevo al respecto de su condición de hombre de bien.
En el contexto social en que interactúa la persona de buenos sentimientos, podemos relacionar algunas ventajas que ella acumula con su práctica desinteresada.
Es lo que vemos a seguir.
En proceso de liberación de la energía de la maldad, que turba visiones y endurece corazones, la persona de bien ilumina su propio camino.
Como posee luz propia y foco en el bien, su campo áurico pasa a ser reflejo de su alma.
Con el cultivo de la simplicidad, la paz interior se vuelve garantía de cosecha de buenos frutos.
Con el corazón el proceso de pacificación, las somatizaciones orgánicas y las psico-somatizaciones tienden a desaparecer, así como las enfermedades en general.
Con el autoconocimiento proporcionado por la reforma interior (íntima), dudas y cuestionamientos al respecto de la vida y de la muerte, comienzan a ser elaborados a través de respuestas que fluyen por la intuición, que es un canal ligado a la espiritualidad superior.
Con la perseverancia en el bien, la percepción del “camino del medio”, que es la sensación de equilibrio vital, es incorporada al ámbito de las percepciones normales. De esta forma, al poseer una referencia básica, el individuo tiende a “recaer” cada vez menos en relación a los “altos y bajos” característicos de la condición humana en el planeta Tierra.
En fin, las conquistas adquiridas por el alma que cultiva sentimientos elevados, se relacionan, íntimamente, a los valores del espíritu. Sin olvidarnos, es evidente, de que cada espíritu reencarnado posee un ego y un cuerpo físico que precisan ser considerados en el contexto vital. Caso contrario, estaremos siendo negligentes con nuestra naturaleza corpórea, que necesita de sensaciones placenteras para sentirse bien en el mundo en que vivimos.