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Videncia

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 23/03/2016 09:25:20


Autor Tony - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Antes de adentrarnos en el término “videncia”, vamos a aclarar que el futuro está compuesto por dos tipos de acontecimientos: los que son fruto de nuestra libertad de elección, y aquellos que son marcos por donde tenemos que pasar, donde sólo la misericordia divina – ley que es soberana incluso frente a la ley de acción y reacción – puede interferir para modificaciones. Cada persona, no obstante, tiene en su campo el libre albedrío para tomar las decisiones que le plazcan, y también para arrostrar las consecuencias de tales decisiones. Así, en términos generales, vivimos una realidad en que, si estamos conectados a Dios, al bien, a lo justo, a lo correcto y, principalmente, a la humildad ante el Señor de la Vida, todo puede ser modificado, incluso el futuro que tememos.

Por cierto, es importante destacar que Dios siempre quiere lo mejor de nosotros. Si procedemos conforme a esa realidad y nos convertimos en ejemplo vivo de sus recomendaciones, todos los acontecimientos venideros serán para nuestro beneficio, aunque no lo veamos así. Esa es una dinámica interesante del Padre. Pensamos que lo que hoy tenemos será mejor que lo que tendremos en la vida, cuando en innumerables casos, se nos invita a abrir mano de algo hoy para que cosa mejor sobrevenga. Es, ante todo, la recompensa por el desapego. Pero sí, Dios puede modificar cualquier circunstancia en nuestra vida y conceder lo que nuestro corazón desea si mantenemos con Él una relación de absoluta sintonía.

Ocurre, no obstante, que en los días de hoy, es raro encontrar ese tipo de conexión con el Eterno, luego, la aplastante mayoría de nosotros tenemos al frente un futuro que en ciertos aspectos está determinado (como por ejemplo, el hecho de haber nacido con alguna deficiencia, con extremada belleza, con magnánimas fortunas, etc.) y en otros es susceptible de total modificación en función de nuestras decisiones. Luego, la videncia es el método capaz de darnos una fotografía de una tendencia del futuro (a veces con increíble precisión) que se figura como alerta o estímulo frente a lo nuevo. No se trata de una declaración de fracaso inmutable, ni de una victoria sin necesidad de esfuerzo.

La videncia existe y eso es un hecho innegable. No sólo en espiritualismo, ocultismo, misticismo, terapias holísticas o en el propio espiritismo, lo cual les da fama de emitir previsiones, sino de la misma forma es un hecho innegable en la iglesia evangélica cuando alguien tiene una “revelación”, en la iglesia católica cuando un cura tiene una “visión divina”, en el propio ateísmo con premoniciones, para algunos en sueños, para otros como “una voz invisible” y así sucesivamente. La videncia es una realidad mediúmnica que no depende de religiones y puede caracterizarse como un minúsculo destello de lo que Dios ya sabe que va – o que puede ocurrir.

Cada decisión lleva a un camino que tiene sus propios desdoblamientos y sub-caminos, y mil futuros están ante nosotros. Lo que los “videntes” captan es cuál tendencia de futuro está más próxima a nosotros, de acuerdo a lo que nosotros – o los demás – pensamos, sentimos y queremos.

Y como la videncia viene siendo casi siempre asociada al Espiritismo – aunque no sea exclusividad suya – si recurrimos al origen del espiritismo, en El Libro de los Médiums, Kardec incluye varios comentarios sobre el conocimiento del futuro, diciendo que esto se produce por medio de una intuición muy vaga de lo que puede suceder, a través de los médiums de presentimiento. Pero, según Kardec, en El Libro de los Médiums, el hombre no debe saber todo lo que está por venir, pues si Dios así lo permitiese el hombre ya no trabajaría para su evolución y progreso, ya que, al saber lo que iba a suceder, descuidaría su presente. Siendo el futuro algo bueno, permanecería inerte esperando su realización, siendo algo desagradable caería en un estado de tristeza y melancolía. Ya decía Joana de Ángelis que “Lo paranormal es inevitablemente el nuevo paso a conquistar, y en el futuro estos fenómenos serán algo normal en nuestras vidas (…) El espíritu posee valiosos recursos que se expresan a través de su psiquismo, pudiendo irradiar el pensamiento, produciendo fenómenos consciente o inconscientemente, de pre y retro cognición. (Previsión de futuro y regresión de memoria, respectivamente).

Supongamos que alguien esté pasando por una situación compleja, una dificultad sin aparente solución, un momento aterrador o una circunstancia que lo aprisione en la melancolía, la depresión, o incluso le haga tener ideas de suicidio. ¿Qué hacer? Jesús, ese Ser Único, para variar también incluyó en su manual de conducta llamado “Evangelio” el mejor remedio para lidiar con las circunstancias desfavorables: “No andéis, pues, ansiosos por el mañana, porque el mañana traerá su propia ansiedad”. Notemos que no se trata de una recomendación para que dejemos los problemas de lado, sino para que sanemos nuestra ansiedad.
Pero como no siempre logramos contener la ansiedad por nosotros mismos, y hay momentos en que las preocupaciones van más allá de lo razonable, la videncia está permitida, tanto en centros espíritas como en iglesias católicas, templos evangélicos, consultorios de terapias holísticas, en fin, como recurso para auxiliar a quien no es capaz de sobrellevar la incógnita del futuro. Y el objetivo es – o debería ser – ayudar a las personas a encontrar la paz.

Pero desgraciadamente, en este punto la “videncia” se topa con una bifurcación.
Mal utilizada, se vuelve corrompida por el deseo. Mero instrumento de satisfacción de la curiosidad o descarga del orgullo herido, se hace peor cuando la trae el enfermizo deseo de cambiar el futuro previsto, principalmente cuando ese futuro envuelve a otra persona. Es lo que sucede cuando un amor no correspondido se convierte en la obsesión de “hacer un trabajo para mudar la voluntad del otro”; o cuando, en la inminencia de la pérdida de un empleo, un vidente sugiere una “magia para mudar la cabeza del jefe”; o cuando en una cuestión de salud, alguien dice que “si haces esta o aquella ofrenda a este o aquel espíritu, la persona será curada”. En tales casos, ciertos videntes se aprovechan de la desesperación ajena y proponen caminos para intentar cambiar el futuro o la voluntad de otras personas, y lo que es peor: cobran fortunas por ello. A veces, las fórmulas incluso ayudan de forma inmediata, pero invariablemente al precio de una devastación sin precedentes en el futuro. Mudar la voluntad de otros a la fuerza es una violencia a la mayor de todas las dádivas que el propio Dios ha concedido al ser humano: el libre albedrío. Tú puedes intentar mudar la voluntad del otro mediante un diálogo, una buena conversación, una actitud saludable, y principalmente a través del cambio de sí mismo, y no hay mal alguno en ello. Pero si un vidente te orienta para que hagas una magia o un trabajo para “obligar” a alguien a alguna cosa, estás pidiendo un préstamo a la muerte. No a la muerte física, el fin del cuerpo, sino a la muerte en vida. Si la víctima no está protegida por una moral intachable, lo primero que causarás en ella al proceder de esa forma es una profunda melancolía, la sensación de estar atendiendo a tus deseos por obligación, sin voluntad espontánea, como un zombi guiado por algo efímero. He aquí una actitud muerta. Pero lo peor viene después: todo el sufrimiento, todo el dolor, toda la opresión que esa persona pueda sentir en función de algo que tú has encargado para mudar su voluntad, se volverá contra ti. No hay fallos en esa ley, y la única variable es el tiempo.

Bien utilizada – como es la propuesta de la videncia en iglesias y congregaciones de diversas religiones, al igual que en el trabajo serio de tarotistas o incluso en la videncia vinculada al Espiritismo y al espiritualismo – la videncia (independientemente del método) orienta, ayuda a tomar decisiones, a comprender qué cuestiones están cerradas, qué caminos serán más fértiles, encaminando lo más posible a llevar a cabo actos de protección, de limpieza, de retirar piedras del camino, de evitar malas elecciones, de prepararnos para el porvenir con seguridad y equilibrio; pero jamás para cambiar el destino de nadie. Sólo nosotros podemos cambiar nuestro destino, y el método más eficaz es la conducta irreprochable asociada a una profunda relación con Dios. La videncia bien aplicada sí puede salvar, liberar, acoger, proteger, armonizar o mudar toda una situación negativa. E insisto: la videncia es algo divino. Dios no condena la previsión del futuro cuando la utilizamos con fines productivos y edificantes. En la propia Biblia, José de Egipto interpretó el sueño del Faraón, anteviendo que habría para Egipto siete años de abundancia seguidos de otros siete años de sequía y hambre. El Faraón, satisfecho con la interpretación dada a su sueño, regala a José un anillo de los que él lucía en sus dedos, vestidos finos de lino, le pone al cuello un collar de oro y lo constituye en autoridad sobre toda la tierra de Egipto. José, entonces, ordena que se construyan graneros para almacenar la producción de Egipto durante los años de hartura. Este es tan sólo uno de los muchos casos bíblicos en que la videncia se hizo presente, ¡y útil! Podemos decir que José era un vidente y empleó su videncia de forma tan primorosa, que de esclavo y prisionero, pasó a ser el hombre más importante de Egipto, solamente por debajo del Faraón. La videncia sana es muy diferente de la que va aliada a hechizos, macumbas o magias – meras pruebas de que el individuo confía más en rituales que en la propia fuerza del Padre, soberano en todas las cosas. La videncia sana está muy lejos de las mezquindades humanas y es capaz de evitar los desastrosos caminos que nuestra alma podría elegir en los momentos de las más difíciles ansiedades.

Si piensas recurrir a la videncia, busca profesionales serios, o instituciones moralmente comprometidas con el bien, la paz y el bienestar del ser humano. Observa, no obstante, que independientemente de como sea el futuro, si ponemos a Dios en nuestro presente, no sólo en actos y palabras exteriores, sino en actitudes y comportamientos consonantes con Su Justicia, todo lo demás se nos dará por añadidura.


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