Y hablando de Amor...
por Sergio Scabia em STUM WORLDAtualizado em 21/10/2009 14:14:10
Traducción de Teresa - [email protected]
Sí, este es el tema de hoy... confieso que no me siento a la altura para tratar algo tan vasto, completo y maravilloso, aunque espero que quien me ha colocado en esta tarea no me abandone y me intuya conforme a la nobleza del tema... Creo que cada ser humano ha de tener una respuesta, una cantidad enorme de conceptos sobre el significado de esta sencilla palabra. Dependerá mucho de sus experiencias de vida, de sus creencias y juicios... pero este texto no es un concurso para llegar a la respuesta correcta, por tanto, daré solamente aquello que puedo, esperando que cuando menos ayude a alguien que esté leyendo estos renglones.
Hay días que, por una u otra razón, empiezan conturbados, pesados. Para quien vive frente al computador, una cantidad grande de e-mails, dificultades de conexión con Internet fuera de servicio... ¿has hecho ya el intento de llamar para pedir asistencia?... Problemas mayores o menores que de repente estamos atrayendo, empiezan a atacar aquel sereno estado de espíritu que nos acompañaba al despertar y en este momento nos olvidamos, al menos durante un tiempo, de nuestra verdadera naturaleza, de la capacidad que tenemos de permanecer en aquel estado de gracia o de retornar a él. Perdemos el contacto con nuestro centro, nuestra vibración desciende, nuestra sintonía se pierde y el ruido incesante, ese de la mente racional que vive de contar horas y minutos, que exige resultados prácticos y acción puntual, bruscamente prevalece sobre la fuerza del silencio interior, de la armonía, de la paz.
Sí, es cuando damos la espalda a nuestro corazón, este precioso y frecuentemente olvidado compañero, la llama que ilumina el camino, el lugar sagrado donde Dios habita y donde, definitivamente, reina el Amor... bueno... ¡por lo menos sabemos dónde vive! Y ya nos hemos dado cuenta de cómo, en dos tiempos, hemos logrado alejarnos de él también.
No obstante, parece claro que es muy simple, visto que sabemos el camino, el reencontrarlo... basta querer. Se trata de un simple acto de voluntad. Es bueno respirar profundamente, cerrar los ojos, visualizar la llama de la vida encendida en nuestro pecho, iluminando nuestro ser y todo a nuestro alrededor. ¿Por qué, de improviso, por motivos a veces banales, dejamos de estar en posesión de “aquel estado” de gracia cuando habíamos logrado alcanzarlo y disfrutarlo? ¿Qué hacer para permanecer en sintonía constante con esta armonía que acoge, ampara, conforta y protege?
Quizá sea preciso observar más, sentir más.
Observar más eso que es espléndido, que pide ser apreciado y que está en todo a nuestro alrededor... e ir mucho más allá de las apariencias y de aquello que nos ha sido enseñado... contemplar con ojos puros la belleza que está en la naturaleza, en un brote que se transforma en una linda y perfumada flor, en un capullo sin pretensiones que se convierte en una perfecta y bellísima mariposa, o en una minúscula parte de nosotros que, en un acto de amor, se transforma, en una jornada de increíble perfección y majestad, en un ser humano de divino linaje... Es necesario notar la dádiva del Universo – del cual somos co-creadores – y su abundancia infinita... todas las energías específicas para nuestra andadura, los elementos esenciales, están siempre y gratuitamente disponibles garantizándonos una variedad de experiencias a perder de vista, en la tierra, en el aire, en el agua, en el mundo impalpable de los sueños y de las otras dimensiones... sí, es imprescindible sentir, captar también eso que es invisible a los ojos, pero que el corazón logra traernos de forma cada vez más clara, en función del despertar de nuestra consciencia, de la transformación que se produjo durante la intensa andadura por este extraordinario planeta.
Amigos, el amor, esta donación que nada cobra, que está en todo, nos invita a ser nosotros mismos el amor en acción, nos sugiere que dejemos de lado el egoísmo, la codicia, la posesividad, el separatismo, el odio, y que pasemos a vivir todos aquellos sentimientos que emanan de la Creación, todas las formas de ser, de actuar, que nuestro corazón sugiere cuando logramos, en el silencio interior, escucharlo. Y el regalo que es la vida florece a su ritmo, ya reposadamente, ya de forma arrasadora, conduciéndonos a vuelos y jornadas que hacen que nuestro caminar valga la pena. Y, al descubrir de repente, tras tantas experiencias personales y percepciones mil, que somos nada menos que la morada de nuestra Divinidad, estaremos en condiciones de esparcir Luz, paz y sabiduría... pues nos convertiremos en maestros del Amor, de la cura, de la bienaventuranza.
Es fundamental sumergirnos hondamente en el Amor Incondicional. Éste ha de ser el compañero inseparable de jornada. Tenemos que incorporarlo a nuestros pensamientos, actitudes, actos, y servirnos de él como Guía, como consejero, como parte de nosotros, pues de hecho somos manifestación de su presencia. Cuando esto suceda, ya no seremos prisioneros de la materia y de sus ilusiones. Y ya no habrá vuelta. El cambio será permanente y definitivo, la armonía será la tónica de nuestra andadura, la sencillez, la humildad verdadera y la compasión formarán un apoyo estable para nuestro desarrollo.
La vibración de la Unidad abrazará poco a poco todos los corazones y mentes que aún estén adormecidos, medrosos, o inseguros quizá.
Cuando reine este amor, ciertamente la Tierra se transformará en un verdadero Paraíso.
Confieso que abrigo la esperanza de llegar a ver cómo esto sucede... siento que están en marcha transformaciones profundas, continuas, positivas, aunque poco de esto llegue a ser divulgado por los medios de comunicación principales.
Es un movimiento amplio, poco visible pero profundo, pues para muchos aún se trata de una bienhechora semilla escondida en el corazón, lista para germinar, para tomar cuerpo y forma y unirse a las otras que, en este exacto instante, se preparan también para el gran momento.
Escucha los suaves latidos de tu corazón, charla con él en el silencio de tu cuarto, atiende a tu voz interior, y deseo, espero, hago votos para que tengas mucha fe, confianza, coraje y determinación.
Deseo que Tú sientas, que Tú seas el Amor.
Namaste – el Dios que habita en mí saluda al Dios que vive en ti.
(**Muy agradecido, mis Guías, Rodolfo, Lidiane, Sandra y Teresa... sin vosotros este boletín no estaría ocurriendo).