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Como entender la reencarnación

Publicado por WebMaster em STUM WORLD

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por Bruno J. Gimenes - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Si viviésemos únicamente una vida, ¿cómo podríamos evolucionar en el tiempo de una única existencia? ¿Seríamos capaces realmente, en un único paso por esta Tierra, de aprender a amar y a perdonar? ¿Se puede ir al “paraíso” estando lleno de emociones mal resueltas?
Si en el Universo, semejante atrae a semejante, ¿cómo podremos ir al “Cielo” llevando aún resentimientos, miedos, tristezas y egoísmos? ¿Seríamos compatibles con lo Divino?

Salta a la vista que la máxima del sublime Maestro, que dice: “A cada cual se le dará según sus obras” se refiere también a esa ley universal, en la actualidad ampliamente estudiada, más conocida como ley de la atracción. Y, dicho sea de paso, cuán justa, correcta y digna es esa ley.

Conocemos a muchas personas que ya tienen conciencia de que somos hoy el resultado de todo lo vivido en experiencias pasadas, o sea, el sumatorio de diversas experiencias de vidas anteriores. Pues bien, esas personas son conscientes de esa naturaleza del Universo, comprenden teóricamente la rueda del karma, aceptan las muchas cuestiones que en todo ello se envuelven, pero se confunden cuando consideran que esta experiencia terrena actual va a ser su último paso por el plano físico. Confían en ello, porque les parece que ya no tendrán necesidad de “volver”.

Es bueno que se comprenda que la Tierra es una escuela. Aquí aprendemos innumerables cosas, siendo que las principales son las relativas a las emociones inferiores. Vamos evolucionando a medida que aprendemos a dominar nuestra personalidad inferior, tan llena de miedos, ansiedades, inseguridades y limitaciones en general. Y para que esa personalidad congénita* se revele, es preciso experimentarnos en las situaciones terrenas, que tanto nos ponen a prueba en cuanto a la cualidad angelical de nuestras virtudes.

Preguntamos: ¿Existe odio, resentimiento, ira, inseguridad, duda, amargura, miedo, pesimismo y tristeza en el cielo (paraíso, astral superior, o el nombre que se le quiera dar)? ¿Te parece que sí? Pues creemos que no…

Por tanto, solo trascienden la necesidad de volver al samsara las personas que hayan eliminado por completo esos aspectos inferiores citados. ¿Todavía sientes resentimiento, enojo y tristeza? Nos parece normal que así sea… Entonces, incluso puedes ir “allá”, pero probablemente deberás volver a la escuela (Tierra), porque el ambiente que hay en ella tiene mucha más afinidad con tus limitaciones que el “Paraíso”.

Por eso nuevamente preguntamos: ¿Con una sola existencia tendríamos bastante para evolucionar a un nivel en el cual las inferioridades ya no existan?

Nos parece imposible, excepto en el caso de algunos Avatares divinos, que ya han venido teo realizados. Pero, por si las dudas, si tú, que lees este texto, consideras que ya has llegado a ese nivel, o sea, ya has trascendido esas limitaciones, te rogamos tengas la amabilidad de ponerte en contacto con nosotros, para tener una conversación.

Tenemos gran interés en conocer a la persona que vive en la Tierra, pero no padece las toxinas originarias del ego negativo. Si tú eres puro y completamente angelical, humildemente te rogamos, por favor, que entres en contacto, ¡tenemos muchos deseos de conocerte!

Desgraciadamente, en función del nivel de evolución que atravesamos en el presente momento de la humanidad, consideramos que nos encontraremos todavía muchas veces, en el presente y en el futuro, de esta y de las próximas vidas. Ello porque las futuras vidas vendrán para cumplir en todos nosotros el papel de la educación espiritual.

Esa constatación hace comprender que nuestra alma es como un cristal en bruto, que va siendo cincelado y pulido, vida tras vida, hasta el día en que su brillo y belleza lleguen a relucir saliendo naturalmente a la superficie.

Muchos seres despiertos están caminando a grandes pasos en esa búsqueda de la iluminación. Aunque otros muchos (la mayoría de la gente) están completamente alienados de esa necesidad. Lo que preocupa es que muchos no solo se mantienen estancados en esa búsqueda de “cinceladura y pulimento”, sino que además se van pringando más cada vez, permitiendo que una corteza densa se consolide más y más, empeorando las cosas. Todo eso por la alienación y por los errores del ego inferior.

El vocablo y la naturaleza de la reencarnación no pertenecen a esta o a aquella religión, filosofía o doctrina religiosa, sino que forman parte de la esencia de la naturaleza. Lo que ocurre es que algunas religiones han comprendido esos mecanismos naturales, y así los adoptaron en sus doctrinas.
Pero ¿por qué han surgido las religiones?

Fueron estructuras de creencias surgidas gracias a la necesidad que la humanidad siempre ha tenido de comprender a Dios y las leyes del universo. Solo que las religiones fueron creadas por hombres corrientes, que todos sabemos, nunca han estado libres del ego, de la vanidad y de la ignorancia. No han alcanzado la iluminación, tampoco han calibrado su discernimiento acerca de las verdades del Universo. Por tanto, siempre han sido susceptibles de error, como cualquiera de nosotros. Esos errores siempre han dado lugar a consecuencias capaces de afectar y comprometer el entendimiento de los fieles, también faltos de preparación en el arte de conectarse con Dios a través de la religión interior, o sea, por el canal del corazón.

Tanto es verdad que hubo modificaciones, que esa tesis puede ser comprobada. Ello porque la misma Biblia, una brújula para innumerables religiones, principalmente las occidentales, fue alterada en 553 d.C., después de las determinaciones del Concilio de Constantinopla. Desde entonces, la reencarnación y sus referencias fueron retiradas del libro sagrado. A consecuencia de ese acto, en todo lo derivado de las enseñanzas bíblicas, como la medicina occidental, la filosofía, la sociología, la política, entre otros frentes de estudio, se asumió una postura no reencarnacionista.Se considera llegado el momento en que el propio progreso en nuestro nivel de conciencia y el aumento de nuestra capacidad de observación de los propios ciclos naturales, ya no nos permite dejar pasar desapercibido que la personalidad no es construida en la infancia, como preconizan aquellos que no creen en la naturaleza reencarnacionista. Si así fuese, los hijos de un mismo padre y una misma madre no presentarían personalidades tan definidas y a menudo tan diferentes, aun siendo criados bajo las mismas normas, y con semejantes cuidados y educación. O sea, si la infancia fuese la gran responsable por la formación de la personalidad, todos los hijos que fuesen criados de manera parecida presentarían comportamientos y personalidades también similares, y, como sabemos, esto no ocurre. Esa comprobación muestra una de las grandes evidencias para todos cuantos constatan la reencarnación en el día a día: la personalidad congénita. Nuestra conciencia es siempre la resultante del conjunto de experiencias de vidas pasadas, lo cual forma la personalidad del alma inmortal o personalidad congénita.

Las almas buscadoras de la conciencia espiritual ya no creen en la existencia de un Dios que castiga, que hace de la vida de unos una historia de triunfos y alegrías, mientras que da a otros experiencias de dolor y sufrimiento. La comprensión de los ciclos reencarnatorios explica de forma sencilla que siempre cosechamos lo que hemos plantado, para bien o para mal, innegablemente.

“Si quieres conocer tu pasado, mira tu vida presente.
Si quieres conocer el futuro, mira el presente.”
Gautama Buda

“La genialidad es experiencia. Algunos piensan que es un regalo o un talento, pero es el fruto de la amplia experiencia de muchas vidas”.
Henry Ford

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