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¿Todo tiene su precio?

Publicado por WebMaster em STUM WORLD

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por Flávio Bastos - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

A lo largo de la historia de la humanidad, ha habido grandes decisiones, fundamentales para salvar vidas o provocar muertes, construir o destruir. Y, por detrás de estos acontecimientos, siempre hemos tenido al propio hombre en el ejercicio de su libre albedrío, o sea, de la capacidad de elegir y decidir sobre su destino.

Elegir es inherente a la naturaleza humana, pues ha sido por medio de grandes iniciativas o decisiones como el hombre ha evolucionado desde la edad de la piedra hasta el fantástico avance tecnológico de los días actuales. No obstante, la capacidad de elegir aquello que el individuo considera mejor para sí o para un colectivo de personas, está en razón directa de cómo su “yo” se relaciona consigo mismo y con el mundo a su alrededor. Un individuo egocéntrico, por ejemplo, muy centrado en sí mismo, difícilmente tendrá capacidad para discernir si su decisión afectará o no considerablemente a otras personas, pues lo que inconscientemente le importa es la desesperada tentativa de satisfacer sus necesidades narcisistas, no importándole las consecuencias de la decisión adoptada.

La vida nos garantiza la libertad de elegir nuestros designios. Nada puede interferir en la orientación natural que garantiza al ser humano el libre albedrío. Somos seres interdependientes y libres, y esa paradoja nos asegura la libertad, pero al mismo tiempo nos exige (auto) responsabilidad frente a la experiencia vital, lo cual significa que somos seres libres pero responsables por lo que elegimos...

Y ese verdadero desafío humano que implica libertad con responsabilidad, ha venido siendo, a lo largo de los siglos, el gran problema de la humanidad, a medida que el hombre ha demostrado dificultades para asociar el libre albedrío con la obligación de responder por sus propios actos o por los de otro.

Sin embargo continuamos, consciente o inconscientemente persiguiendo el equilibrio entre ser libre y ser responsable... y en medio de los altibajos de nuestras experiencias vitales, algunas veces nos detenemos para reflexionar sobre la sensatez o insensatez de nuestras elecciones...

Y el precio de cada elección está en razón directa de la evaluación que hacemos respecto de la experiencia vivenciada. Es la única forma de que el individuo, a través de errores y aciertos, gradualmente, procese su propia evolución consciencial. Verdaderamente, aprendemos con los errores...

Desde el punto de vista de la reencarnación, somos la síntesis de errores y aciertos cometidos en el historial de muchas vidas del espíritu reencarnado. Y en esa línea de raciocinio, el sufrimiento representado por las pérdidas, enfermedades, deformaciones físicas e incapacidades severas, es el resultado (efecto) del desequilibrio (causa) provocado por nuestras elecciones anteriores...

Siempre tendremos un precio que pagar, es la ley de causa y efecto... y ese precio, que no es punición, sino consecuencia de nuestros actos pretéritos, será cada vez más bajo a medida que vayamos procesando el equilibrio entre aciertos y errores considerados a la luz de la conciencia. Cuánto más “acertemos”, teniendo como parámetro la conciencia, menos tendremos que “pagar”, hasta el momento existencial en que consigamos liquidar el saldo deudor acumulado del pasado-presente.

Cuando es llegado ese momento, la vida se renueva para el espíritu libre de los grilletes del pretérito, y un horizonte de posibilidades se abre en el porvenir de la existencia, invitándolo a continuar su andadura rumbo a la expansión de su conciencia.
Con todo, ese escalón evolutivo no garantiza al ser la liberación total de su condición humana sujeta a errores en sus elecciones de vida, pues reencarnado una vez más, el espíritu se sujeta a las consecuencias de la orientación del libre albedrío...

En la vida, todo tiene su precio... y ese valor a pagar depende del nivel de percepción que adquirimos respecto de lo que hemos elaborado de nuestras experiencias vitales basadas en elecciones consideradas sensatas o insensatas. Es el juego de la vida... y si deseamos evolucionar tendremos que, necesariamente, aprender a jugarlo para convertirnos en futuros vencedores.

Psicoterapeuta Interdimensional.

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