Ya te debe haber sucedido, o al menos ya debes haber oído a alguien comentar que se siente irritadísimo con el comportamiento de una persona, ya sea en el trabajo, en casa o entre amigos.
En general, es con la mayoría de la gente que más convives que de repente empieza a sentirte incómodo con ciertas actitudes y comportamientos. Y cuando esto sucede, la tendencia es que pasas, incluso sin darte cuenta, ostensiblemente a observar todo lo que el irritador hace a tu alrededor. Es como si te programaras para capturar todo cuello que consideras actitudes irracionales y absurdas.
A partir de allí empiezas a sentirte profundamente incómodo con el hecho de estar en el mismo entorno del tal irritador. Y es ahí donde se van tus días de paz. Ir a trabajar o volver a casa se convierte en una tortura, y por tanto tu eficiencia y creatividad se ven comprometida visiblemente.
Si la persona que está causando malestar se encuentra en tu equipo de trabajo, sin duda tienes que hacer un autoanálisis crítico, tratar de ser lo más justo posible y, si es necesario, hablar con esa persona o con su supervisor para intentar encontrar una solución consensuada y saludable para todos.
Un día una mujer se me acercó para decirme que ya no sabía qué hacer, porque su jefe, el dueño de la empresa, contrató a su hija para trabajar en la empresa y para su horror, puso a la jovencita como su asistente.
Resulta que la jovencita llegaba tarde, no dejaba de hablar por teléfono, los viernes no regresaba al trabajo después del almuerzo y parecía muy poco interesada en ayudarla. En los momentos difíciles, la joven ni ayudaba pero tampoco obstaculizaba, el hecho es que esta mujer empezó a sentirse profundamente irritada por la presencia de la hijita de papá. Debido a la constante ira, sus días se convirtieron en un verdadero infierno, como ella misma me lo describió.
Llegó al punto de tener que consultarse con un médico porque pasó a sufrir dolores de cabeza y de estómago casi todos los días. Recurrió a mi consulta con la esperanza de que yo le diera la receta sobre cómo proceder con esta situación.
La situación era delicada, sin duda. Pero lo que realmente me llamó la atención era el hecho de que, después de todo, ella no se veía directamente afectada con la presencia de la joven allí. Era suficiente que ella cumpliera con sus obligaciones y permaneciera indiferente a la hija del jefe, como había venido mostrando con todo el entorno.
Le sugerí que reflexionara sobre el por qué los beneficios que la joven tenía le molestaban tanto. Ella argumentó que era porque la situación era injusta e inequitativa. Entonces, le pedí que se preguntara por qué le era tan difícil hacerle frente a esa desigualdad, y que fuera un hecho, que la joven ocupara el lugar de la hija del dueño de la empresa. Y ella terminó concluyendo que, en el fondo, se había venido sintiendo explotada, poco valorada y sin ningún tipo de beneficio en la empresa.
Por lo tanto, le aconsejé que hablara con su jefe y declarara su insatisfacción, pero citando única y exclusivamente sus quejas, sin hacerle referencia al nombre de su hija. Después de todo, la joven no era un problema. El resultado del diálogo fue liberador y gratificante, aliviando completamente la tensión existente en el ambiente de trabajo.
Finalmente, es bastante inteligente centrarse en los problemas reales, si es que existen, y, además, utilizar esa frase muy común entre los adolescentes: ema, ema, ema... cada uno con sus problemas. De lo contrario, uno acaba desperdiciando la vida y la felicidad innecesariamente.
Rosana Braga es conferencista, Periodista, Consultora de Relacionamientos,
Autora de los libros "El Poder de la Bondad" y "Haga que el Amor Valga la Pena", entre otros.
Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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Publicado por Rosana Braga
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