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Vivir y relacionarse

Publicado por WebMaster em STUM WORLD

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por Maria Cristina Tanajura [email protected]

Traducción de Silvana Partucci - [email protected]

Cada ser humano es una expresión divina única y todo lo que existe a nuestro alrededor, en la naturaleza, también. Así, al relacionarnos, estamos vivenciando la presencia de Dios, que constantemente nos envía auxilio y consejos a través de aquellos que están con nosotros. Vivir en sociedad es una escuela eficaz de enorme aprendizaje. Recibimos cariño y amistad, esclarecimientos importantes y también somos educados a partir de la necesidad de convivir en armonía con aspectos de personalidad que no nos agradan. Normalmente, nos irritamos más con las dificultades de los otros que reflejan nuestras deficiencias que aún no conseguimos corregir. Así, las personas que representan “piedras en nuestros zapatos”, a pesar de que nos incomoden mucho, son esenciales para nuestro desarrollo personal.

Solos no evolucionaríamos ni seriamos todo lo que somos y aprendemos en relación a los otros y con el medio ambiente que fuimos llevados a vivir. Si creyésemos en esto, tal vez se vuelva más fácil soportar las situaciones del día a día que nos hacen perder la paciencia y nos sacan muchas veces las ganas de seguir viviendo.

¿Cuántas veces un amigo dice, sin saber, la respuesta a un cuestionamiento íntimo que manteníamos en total secreto? Dios es la propia vida que habita en nosotros y en torno de nosotros. Las sombras y las dificultades existen, ¡pero estas resaltan la Luz! Son parte de nuestro camino.

La Naturaleza es también expresión divina en su serena rutina, nos recuerda que todo está en orden divina, aunque aparentemente parezca diferente. La tempestad estruendosa y feroz limpia la atmósfera para que un nuevo día lleno de paz surja. Las transformaciones que ocurren son imprescindibles para un cambio que se manifestará enseguida. La muerte posibilita el renacimiento…

Vivimos en un eterno fluir y el movimiento es inherente a la Vida. Desapegarse de lo que va ocurriendo es necesario, para que haya siempre espacio para la llegada de lo nuevo, que ya está llegando. Y este caminar es hecho por todos nosotros, en un constante dar y recibir intrincado e infinito!

Cuando nos aislamos, de cierta forma negamos el flujo de la Vida, perdemos mucho, pues las lecciones nos llegan a cada esquina. Tanto enseñamos, como aprendemos. Expresamos la paz, el amor, todo lo mejor que ya cultivamos en nosotros y recibimos de cada hermano del camino lo que él también tiene para ofrecernos. Nuestras sombras también ayudan a los otros desarrollar la paciencia, la compasión. Los errores de los otros producen lo mismo en nosotros. Somos compañeros imprescindibles en esta escuela y a ella retornaremos cuando haya algo a ser aprendido.

Los problemas son lecciones. Es necesario que no los consideremos apenas como pruebas, deudas a ser pagas. En realidad, cuando aprendemos, vamos adelante y no atraemos las mismas situaciones nuevamente.

Mirar al otro como un colaborador nuestro es interesante, pues dejamos de ponernos en la postura de víctimas y ellos dejan de ser opositores que debemos evitar.

Estando en este planeta, aquí es nuestra escuela y no podríamos estar en otra. Lo que vinimos a aprender, o enseñar, no siempre lo sabemos de forma muy clara, pero basta que vivamos de manera consciente para que esto se revele. La propia vida nos llevará a donde precisamos ir, principalmente cuando estemos entregados y buscando oír el llamado de nuestra intuición, aquello que nos dice el corazón. Si el resultado va a ser un momento feliz, o no, esto no cambia la necesidad de ir adelante, pues solo caminando podremos ejercitar algo que aún no sabemos y que nos hace falta.

Bendigamos a cada hermano que nos aborda, que vive con nosotros, que nos busca. Prestemos atención a lo que nos hace sentir su presencia. Oigamos con paciencia lo que tiene para decirnos, conscientes de que en aquel momento estaremos viviendo una experiencia que es nuestra apenas y que fue atraída por nosotros, para nuestro perfeccionamiento y el del otro. Tanto la alegría como la tristeza son parte del vivir y no hay como impedir que estos sea así. Siempre que conseguimos subir un escalón de mayor comprensión, llegaremos más cerca de la felicidad y la paz.

Vivir lo que nos llega es la herramienta que nos permite crecer. Saber agradecer cada instante es sabio, pues para que fuese exactamente como está siendo, ¡muchos aciertos fueron hechos por la mano divina, por la Vida!

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