Sin duda, uno de los mayores desafíos de la vida es vivir sin expectativas. Visto que todos somos dirigidos por el ego, la mayor parte del tiempo --y él se alimenta fundamentalmente de expectativas-- abandonarlas nos exige una profunda transformación.
La cuestión se basa en la aceptación de que la vida puede ser mucho más rica si estamos abiertos y receptivos a las sorpresas que nos quiera reservar, sin desear saber de antemano lo que vendrá.
Ocurre que la expectativa tiene como raíz el deseo de garantizar que las circunstancias nos sean siempre favorables y nos traigan apenas placer.
Como este objetivo es irreal, una vez que los aprendizajes más importantes de la vida suceden a través del sufrimiento y es éste quien lapida el espíritu y nos lleva al crecimiento interior, vivimos todo el tiempo luchando contra una ley básica de la existencia, lo que solo puede traer como resultado angustia y sufrimiento.
De a poco, si conseguimos abrirnos a esta nueva manera de vivir, descubrimos que ésta nos trae muchas más bendiciones y motivos para expresar gratitud de lo que jamás imaginamos.
Pero, esa entrega solo puede suceder cuando está presente una confianza absoluta en el hecho de que somos hijos de la existencia y que de ésta siempre traerá lo que sea mejor para nosotros.
"Grandes bendiciones llegan a las personas que no preguntan, porque, entonces, todo es una bendición. Si algún extraño en la calle te da una flor rosa, un extraño que nunca conociste antes, nunca antes fueron presentados. simplemente sonríe y te da una flor rosa y camina, ni siquiera esperando agradecimiento, ¡cuanta alegría que te trae una simple flor rosa!.
Pero no te sorprenderás si tu esposa te da una flor rosa, porque lo estabas esperando. Si un amigo te da una flor rosa no te sorprenderás, no te sentirás grato, dirás: "¿Y qué?". Es la expectativa lo que destruye tu gratitud. Pero con un extraño, porque no lo esperabas, una simple flor rosa se vuelve un regalo tan bonito.
En el momento en que dejas caer todas tus expectativas, toda la vida se vuelve un don de Dios".
OSHO.