Un elemento imprescindible para la felicidad del ser humano es la auto-aceptación. Eso presupone que no reniegas a ti mismo, aunque reconozcas en ti alguna imperfección.
Personas excesivamente exigidas en la infancia, cuyos padres exigentes los comparaban con otros, siempre buscando demostrar que eran inferiores, seguirán a lo largo de la vida con el sentimiento de inadecuación y de insuficiencia. La exigencia exagerada los lleva a exigirse la obligación de hacer siempre más, para alcanzar el reconocimiento del mundo.
Mientras no seamos capaces de aceptar que difícilmente podremos tener éxito todo el tiempo y agradar a todos al mismo tiempo, la idea de inferioridad nos perseguirá como una sombra.
Es esencial que podamos reconocer nuestras limitaciones y queramos superarlas. Pero, al mismo tiempo, es importante entender que algunas de ellas son imposibles de ser vencidas, simplemente porque son parte integrante de nuestra naturaleza.
Cada ser humano nace dotado de talentos y habilidades para determinadas acciones y esto difiere enormemente de una persona a otra. Lo que no significa que sea necesariamente superior o inferior.
Compararse es lo que peor se puede hacer. Pues, en la comparación, dejamos de llevar en cuenta que cada uno constituye una expresión única de lo divino. Aceptar nuestra naturaleza esencial y ser capaz de reconocer, tranquilamente, nuestros puntos fuertes, bien como nuestras debilidades, es la mejor manera de ajustarnos al mundo, sin depender de ser aplaudido por él todo el tiempo.
"…El yo idealizado es un tirano cruel que no admite errores. Tienes que ser el mejor entre los mejores, la piedra más preciosa. Entonces, te pones en un movimiento compulsivo de hacer y estás siempre recriminándote, castigándote y exigiéndote. Eso no permite que te relajes para percibir que ya eres un diamante, ya eres la piedra más preciosa y es justamente esa compulsión de probar algo al mundo que te impide de manifestar tu brillo".
Sri Prem Baba
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