Todos los seres humanos llevan consigo la energía de lo masculino y de lo femenino, el yin y el yang. Naturalmente cada una de éstas energías es predominante de acuerdo con el sexo de cada persona; los hombres son racionales, activos y determinados en la búsqueda de la seguridad material. Para ellos el mundo emocional es un misterio con el cual tiene grandes dificultades de lidiar.
Las mujeres son receptivas, emocionales, intuitivas y tienen más dificultad en lidiar con el mundo de la racionalidad. Para ellas la vida es siempre dirigida por el corazón. Ambos sexos, pueden, en algún momento, despertar la energía opuesta a su naturaleza y pasar a actuar dirigidos por ésta.
Por eso vemos algunos hombres pasivos, sensibles, intuitivos y mujeres activas, racionales y extremamente competitivas, principalmente en el ámbito profesional. Cuando hay un desequilibrio muy grande entre estas dos polaridades, los problemas comienzan a suceder.
El hombre con la energía yin muy intensificada, tiende a tener dificultades en las relaciones afectivas, a sufrir inseguridades y miedos y a tener menos coraje de actuar en el mundo.
La mujer con la energía yang exacerbada tiene dificultad para actuar de modo paciente, receptivo, se vuelve autoritaria, controladora y, muchas veces, obcecada por poder.
Un ser humano plenamente integrado es aquel que consigue armonizar estas dos energías en si. Actúa de modo racional, cuando necesario, pero sin perder la conexión con su poder intuitivo y creativo.
Solamente una auto observación constante puede hacer que nuestras acciones se vuelvan plenamente conscientes y, de este modo, sea posible detectar cuando estamos siendo excesivamente dirigidos por la energía opuesta.
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Publicado por Elisabeth Cavalcante
em STUM WORLD
