Concebir los ciclos que pasamos como dato de realidad es algo inevitable en nuestras vidas. Todas las cosas tienen un comienzo, un medio y un final, dentro de la temporalidad que es nuestra existencia. Primavera, verano, otoño, invierno, noche, día, gestación, muerte y otros tantos momentos de ese orden son situaciones que llegan a nosotros y se presentan mucho más allá de nuestras posibilidades de libre elección.
Sería saludable que en cuestiones emocionales pudiésemos concretamente darnos cuenta de la finitud de ciertos ciclos. Muchísimas personas caminan por la vida a ejemplo de eso. En muchas relaciones afectivas la pareja logra reinventarse dando un aire de renovación y de frescor a la convivencia, independientemente del tiempo que lleven conviviendo. En otras relaciones, no obstante, cuando la sensación de saturación emocional que clama y avisa sobre la urgencia de los nuevos ciclos no es tomada en serio, produciéndose excesiva permanencia en una situación que ya no es sana, eso puede ser la inauguración de grandes infortunios.
Como parte de nuestros caminos evolutivos, al alcanzar una masa crítica energética de determinadas situaciones, los cambios de ciclo se hacen necesarios, siendo que muchas veces acaban por sobrevenir de modo implacable. Es la ley. En tales casos, el apego a lo conocido, por malo que sea, funciona como impedidor para que los nuevos ciclos y las nuevas oportunidades puedan surgir.
Estancarse en un ambiente ya saturado hace que esa energía, ya tóxica por sí, se convierta en algo letal. En respuesta, dolencias, depresiones, accidentes y otros temas del mismo orden pasan a ser simbolismos accionados por la vía del dolor, rasgando escenarios, avisando de que algo urgente debe suceder en nombre de la vida.
Tener consciencia de que nada es permanente, abriendo espacio para que nuevos e inusitados ciclos de la naturaleza puedan emerger es la oportunidad que todos tenemos para crecer de modo trascendente en nuestra individualidad, inaugurando para nosotros nuevas posibilidades existenciales.
La idea es alcanzar discernimiento hasta el punto de poder tejer un principio, un medio y un final en situaciones que no están bien y que las más de las veces han sobrepasado ya el límite. No hay que permanecer eternamente agarrotados por el miedo, rehenes de una dependencia emocional o bien paralizados en constante vigilia, con miedo de caer en otras celadas del mismo tipo.
En esas ocasiones, a menudo el auxilio de un buen proceso terapéutico se hace necesario. Son postreros momentos en que la ayuda para el rescate de los recursos personales olvidados hace que otra vez se vuelva a creer en la vida y en la posibilidad de conquistar nuevos e inusitados mapas existenciales.
No perpetuarnos en situaciones dañosas, dejando de creer que son estigmas o que somos débiles para lidiar con los cambios que siempre llegarán en nuestra vida, es una de las grandes bazas que se pueden jugar. Si existe fuerza para perpetuarse en situaciones desfavorables, existe fuerza para salir de las mismas. Una elección es buscar la lucidez, para que el rescate de la vida en su mejor versión pueda materializarse en el aquí y ahora.
Hay muchas cosas buenas para vivir en esta vida. Hacer un duelo emocional respecto de temas que funcionan como hierbas dañinas, reunir fuerzas y rescatar recursos, son importantes tareas que el auxilio y soporte terapéutico competente ofrece.
A veces, hablar repetidamente sobre el mismo tema, sin buscar ayuda terapéutica, puede ser un flaco servicio, porque puede activar más y más los gatillos emocionales perturbadores.
La vida urge y ciertos cambios de ciclo son más que necesarios.
Ciclos de la vida, bendiciones, oportunidades.
¡Cuanto más despiertos, mejor!
Silvia Malamud é colaboradora do Site desde 2000. Psicóloga Clínica, Terapias Breves, Terapeuta Certificada em EMDR pelo EMDR Institute/EUA e Terapeuta em Brainspotting - David Grand PhD/EUA.
Terapia de Abordagem direta a memórias do inconsciente.
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Autora dos Livros: Sequestradores de almas - Guia de Sobrevivência e Projeto Secreto Universos
Publicado por Silvia Malamud
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