Cuando se es joven y con energía desbordante es la hora en que muchos buscan carreras y trabajos edificantes. La prisa y la ansiedad por tener un buen empleo en empresas prometedoras no es poca. Independientemente de tener o no diplomas universitarios, la mayoría quiere y necesita estar empleado, a fin de cumplir con las imposiciones que la vida demanda.
Aparte de todo ese sueño, hay otros factores bastante preocupantes en nuestra actualidad relacionados a cuestiones de sobrevivencia, seguridad y necesidad de ganancias financieras. Por todas estas cuestiones se hace primordial observar con mucha atención en qué tipo de trabajo se está entrando, a fin de no convertirse en rehén de ambientes tóxicos, donde la falta de respeto, el abuso emocional, moral y de poder imperan.
El joven, en su ingenuidad y con el ansia de insertarse, aún no ha desarrollado discernimiento suficiente para evaluar si está en una empresa tóxica. Tales empresas seducen a sus candidatos ofreciendo mil y una oportunidades de crecimiento profesional; el problema, no obstante, estará en el alto precio a pagar.
De un modo análogo a lo que suele suceder en las relaciones afectivas de características abusivas, en la fase de conquista el abusador invierte seduciendo a su futura presa con innumerables promesas. Igualmente, algunas empresas venden sus mapas de trabajo e ideales de funcionamiento con colores irresistiblemente encantadores, que sirven de cebo para la seducción de jóvenes ávidos por formar parte de sistemas que aparentan ser fuertemente autónomos.
Enganchados por esos encantamientos, los nuevos contratados son inducidos a creer que deberán abrir mano de muchas cosas importantes y vitales de sus vidas en nombre del trabajo. Seguidamente, empiezan a notar que la situación vivenciada internamente es de clase muy diferente a los enunciados propuestos. En un ejemplo clásico de lo que suele suceder, al comienzo de sus jornadas, la orden implícita es la de olvidarse de sus horas de sueño reparador y de esparcimiento que tenían, y empezar con reglas de sobrevivencia encaminadas únicamente a mantener un solo organismo vivo, que ciertamente no es el suyo, sino el de la empresa. Como tales empresas abusivas son tóxicas, si los jóvenes no andan atentos, fácilmente se contaminarán por el clima emanado, permaneciendo dopados en medio de una niebla entorpecedora. Y cuando ya estén absorbidos por el esquema, incluso al percibirse atravesando sus propios límites personales, aún así se iludirán imaginando que todo ese sacrificio velado está valiendo la pena. Lo vendido por esas empresas es que los fines justifican los medios y que las metas a conquistar valen más que cualquier otra cosa, o sea, más que el propio trabajador, que en este caso es mirado como una cosa cualquiera que fácilmente puede ser sustituida…
Dentro de esa visión caótica, sin darse cuenta de los posibles daños, los contratados se ven obligados a abusar de sus propios sistemas físicos y psicológicos, en nombre de cumplir con las interminables metas propuestas. A continuación, las horas de sueño saludable quedan sustraídas, la autoestima entra en decadencia y absolutamente todo lo que podría dar algún sentido de auto preservación entra en colapso.
Cumplir metas es excelente, el problema está en el abuso ciego para que se conquisten, en lo que quiera que fuese, en cualquier área de la vida. Si las señales de alerta que el cuerpo y el alma emanan no son tomadas en serio, con el tiempo las consecuencias serán fatalmente devastadoras, causando toda clase de enfermedades.
El abuso está en las promesas, en los mimos momentáneos y en las exigencias que a lo largo de tiempo ponen en riesgo la salud física y mental. Comprueba tus valores.
En esta trama, aunque la persona sea buena, política, tenga carácter y quiera hacer las cosas bien, aún así, las demandas abusivas no tendrán fin y absolutamente nada de lo que se intente hacer podrá calmar la personalidad de ese tipo de empresas.
Al entrar en ellas, la norma es que nunca nadie será lo suficientemente bueno y los resultados siempre podrían haber sido mejores, siempre estará faltando algo. Como consecuencia, cada vez serán más las noches mal dormidas, la alimentación se deteriorará, hasta que en determinado momento, si no se produce un despertar, la depresión y otros males llegarán como aviso para que se haga algo urgentemente, en nombre de la vida.
Las empresas tóxicas evalúan a sus empleados mediante varios juzgamientos y humillaciones incoherentes y lo que es peor, se sirven de otros empleados para destruir emocionalmente a sus iguales. El precio que se paga es alto e inapropiado para todos los implicados. He sabido de jóvenes que levantaron equipos totalmente destruidos y que, incluso con las evidencias en el mercado, eran criticados por la empresa, nunca produciéndose un reconocimiento debido. Una verdadera tortura descalificadora.
Por mucho que hagan, como resultado de todos los esfuerzos en los logros obtenidos, sólo reciben más humillación y falta de respeto – nunca lo que se entrega es suficiente y siempre el otro es mejor; esta es la insana ley de algunas empresas. Si estuvieses relacionándote con alguna situación así, debes dosificarte poniendo un límite saludable a tu resiliencia, pues tu vida efectivamente puede estar en riesgo, aunque tú seas joven.
Silvia Malamud é colaboradora do Site desde 2000. Psicóloga Clínica, Terapias Breves, Terapeuta Certificada em EMDR pelo EMDR Institute/EUA e Terapeuta em Brainspotting - David Grand PhD/EUA.
Terapia de Abordagem direta a memórias do inconsciente.
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Autora dos Livros: Sequestradores de almas - Guia de Sobrevivência e Projeto Secreto Universos