El escapismo es la actitud de huir de la realidad, o sea, ser incapaz de enfrentar la vida por miedo al fracaso.
Tiene sus raíces en la infancia, cuando el ser humano no fue adecuadamente estimulado a descubrir sus talentos y habilidades. El resultado es inseguridad y una autoestima frágil o inexistente.
La apatía es la consecuencia natural del escapismo ya que, una vez que la persona se siente inepta para encarar desafíos, permanece paralizada. Curiosamente, pese a no encontrar fuerzas para enfrentar la vida, las tiene en gran cantidad para huir de ella.
La cuestión, en este caso, es que la energía del poder es utilizada de modo equivocado. Por ello, está claro que lo primero es enfrentarse a uno mismo.
Alcanzar la plenitud del ser no es por arte de magia, exige dedicación y empeño, en un proceso lento y permanente. Cuanto más pronto lo iniciemos, mayores serán las oportunidades de que alcancemos la victoria antes de la madurez.
El autoconocimiento es fundamental para que encaremos las experiencias con gratitud, y la certeza de que el crecimiento será el resultado natural. Cada paso dado, cada error cometido, es esencial en la jornada del aprendizaje.
La mayor realización de la existencia es estar en paz con uno mismo. Pero esto sólo es posible si, en lugar de huir, encaramos la vida con entusiasmo y confianza.