La guerra interior

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por Mauro Kwitko
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Traducción de Teresa
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La humanidad tiene una triste tendencia a hacer la guerra, por los más diversos motivos. Los motivos no son más que eso, motivos. O son de cuño religioso o de obtención de tierras y posesiones, o raciales, en fin, motivos para hacer la guerra algunas personas siempre los encuentran y la manera de convencer a las multitudes para creer que esos motivos justifican promover una guerra, también siempre es encontrada. En el fondo, literalmente, lo que lleva a algunas personas a promover esa insania, y a las multitudes a seguirlas en ese delirio, es una guerra interna que el ser humano ha iniciado en su interior, desde que empezó a olvidar su esencia divina, su origen único, la unidad existente entre todos los seres humanos y de toda esa unidad a la Gran Unidad, que denominamos Dios.

Lo que los seres humanos han olvidado es que no somos unos seres individuales, no estamos separados los unos de los otros, no somos un cuerpo físico, no somos un Espíritu, no somos un alguien, no somos de una cierta raza o nacionalidad o color de piel, nosotros somos una micro-partícula de la Gran Unidad, y más que eso, somos Ella. El cuerpo físico que alberga una ínfima porción de esa Universalidad, una micro-porción de ella, que habita este planeta, es lo que nos da la ilusoria sensación de que somos una persona, separada de las otras personas, y peor, cada uno de nosotros con rótulos que vienen sirviendo para alejarnos unos de otros.

A decir verdad, otras ínfimas porciones de la Universalidad, otras micro-porciones, habitan otros planetas, en todas las galaxias, en toda esa Inmensidad a la que llamamos Universo, que los orientales denominan Uno, que es un Todo, que somos todos nosotros en esa Integralidad y somos nosotros en las ínfimas porciones, en las micro-porciones. Nada nos separa, nada nos diferencia, nada nos aleja, a no ser la ilusión de individualidad, de separación, que nuestro cuerpo físico, tan sólo una armazón creada para poder sobrevivir en las condiciones geológicas y atmosféricas de este planeta, promueve en aquel que cree que es su cuerpo físico, creyendo en esa ilusión aparente.

Incluso quien cree que es un Espíritu aquí encarnado, lo cual ya constituye un adelanto en la comprensión, todavía cae en la ilusión de la individualidad, de la separación, pues ni siquiera eso somos, el Todo es indivisible. Quienes creen que son de otro planeta, que han venido a la Tierra, y que frecuentemente padecen depresión, nostalgia de algún lugar, de algo indefinible, que dicen no adaptarse a la vida en la Tierra, han caído en esa ilusión, ya que consideran que son un alguien, un ser, que eran de otro planeta, cuando son la Gran Unidad y aquella ínfima porción, aquella micro-parte del Todo, que ilusamente creía que era de un planeta, aún cree que está ahora en otro planeta, cuando, en realidad, nunca estuvo en ningún planeta, siempre fue el Uno.

Nadie ha venido de ningún lugar ni estamos a camino de lugar alguno; no somos nadie, el Todo es siempre el Todo, la Gran Unidad está siempre donde siempre ha estado, y todos nosotros somos esa Inmensidad, ilusoria y aparentemente separados los unos de los otros, cuando, a decir verdad, nunca hemos estado y nunca estaremos separados de nadie, ya que no somos un alguien y, por tanto, ese "los otros" no existe.
¿Quiénes somos? No somos. ¿De dónde hemos venido? Nunca hemos salido. ¿Hacia dónde vamos? Siempre hemos estado.

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