Si aún no la has visto, te recomiendo ver El Curioso Caso de Benjamín Button, cuento de F. Scott Fitzgerald. Relata la historia del personaje Benjamín, que nace con la apariencia y enfermedades de un viejo y, con el tiempo, va rejuveneciendo, hasta convertirse en un bebecito. El desarrollo psicológico se produce naturalmente, y pese al cuerpo de viejo, su aprendizaje cognitivo ocurre como en un niño y después de tornarse adulto, empieza a retroceder, hasta alcanzar la adolescencia y adquirir los primeros signos de demencia u olvido de sí mismo. El cuento nos lleva a una serie de reflexiones sobre el tiempo y nuestro desarrollo psicológico y físico. Aquí propongo las observaciones que hago apoyadas en la dimensión transpersonal, a la cual me dedico.
El niño tiene como característica natural un cuerpo bastante flexible, y poco a poco, al llegar a la madurez, empieza a envejecer físicamente, perdiendo su agilidad más o menos, dependiendo de cómo vive. Psicológicamente el proceso es parecido en algunos aspectos y diferente en otros. Sabemos que nuestro modo de pensar y proceder influyen en nuestra longevidad, en la salud mental y física.
Cuando nace, el bebé está completamente libre de imposiciones del ego y con el tiempo va siendo moldeado por la convivencia con el medio. Esta personificación se produce conforme a patrones externos, que son interiorizados e identifican a una persona, a un individuo.
En el ámbito transpersonal y de la psicología del cuerpo, entendemos que la mente y las emociones se corporifican y durante el proceso de personificación, el adulto, casi siempre, se va haciendo muy rígido, amparado por los límites estrechos de su comprensión de sí mismo. Las corazas son creadas en el transcurso de su vivencia y él pierde su percepción de interacción con el Todo y su inmenso potencial. El Todo se refiere al conjunto de las manifestaciones de vida del universo con el cual estamos entrelazados.
Jung entiende que, tras la maduración psicológica, en los meandros del ego, iniciamos la fase de la metanoia, del cambio, del clímax de la dominación egoica, empezamos el camino de reencuentro con el self, entendiendo por self nuestra esencia no personificada.
Ahora bien, tomando en consideración que somos una esencia espiritual y ya hemos vivido varias vidas terrenas, podemos decir que nuestro espíritu viejo renace en un cuerpo nuevo. Y analizando la película desde este ángulo, no parece tan insensato que un hombre naciese viejo, rígido y enfermo, convirtiéndose día a día en un chiquillo saludable y flexible, siempre pronto a una transformación.
El tiempo, en la jornada terrena, enseña que vivimos ciclos y que todo se transforma. La ilusión de que morimos y que la vejez es el principio del fin, no condice con nuestra condición de espíritus eternos. La Naturaleza nos lleva en la vejez a admitir nuestra pequeñez ante su grandiosidad y la necesidad de someternos a ella.
El día y la noche tienen como gloriosa enseñanza que nada se acaba y que todo se renueva. Las interpretaciones que hacemos sobre todas las cosas, la vida, la muerte, el tiempo, el cuerpo y la mente nos llevan hacia lo mejor o lo peor.
Los prejuicios arraigados sobre ser niño y ser adulto han estado a menudo haciéndonos infelices, al creer que ser adulto es ser duro, rígido, sufrido y lleno de experiencias dolorosas. ¿Es este el mensaje que has estado enviando a tu mundo interior, a tu mente y a tu cuerpo?
Reconéctate con tu postura de niño, que trae la mente y el cuerpo despiertos, para la interacción con algo más grande, con el Todo.
La vida terrena es una experiencia de transformación y renovación, en la cual dejamos atrás el hombre viejo, rígido y enfermo y asumimos al niño apto para nuevos aprendizajes evolutivos. ¿Quién sabe, en el cuento del curioso caso de Benjamín, lo más curioso sea nuestra estrecha visión sobre la vida?
Creamos la realidad a partir de lo que consideramos como real, en nuestro infinito imaginario colectivo, que, podado por el síndrome de la adultez, nos impide ser felices, condenándonos al dominio de la poca creatividad del ser individual, personificado y acorazado.
Namasté. ¡sé amor!
Nadya Prem
Orientación y terapia transpersonal.
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