Cuando tú alimentas un pensamiento, todo tu cuerpo pasa a actuar como si, de hecho, éste fuese real.
La energía de la mente tiene el poder de modificar la química corporal, hasta el punto de generar desequilibrios y dolencias.
Cuanto más nos identificamos con las verdades que ella fantasea, mayores son las probabilidades de que nos mantengamos esclavizados.
Para superar ese círculo vicioso, la única salida es entender el funcionamiento de este proceso. Así será posible pasar a evitar la desarmonía y el consiguiente sufrimiento que ésta origina.
A cada pensamiento creado por la mente, hemos de mantenernos en alerta, cuestionando, a todo momento, si de hecho corresponde a una situación susceptible de materializarse.
Las más de las veces no pasa de ser una fantasía, por lo general negativa, que tiene como base el miedo. Aunque la posibilidad de que algo vaya mal esté presente, es siempre viable encontrar posibles salidas.
El problema es cuando nos apegamos a la hipótesis mala, y pasamos a actuar como si ésta fuese la única probabilidad. Y partiendo de esta acción activamos las reacciones emocionales y corporales creadoras de desarmonía.
La consciencia es la única forma de protegernos de la falsa realidad que la mente crea.