Una de las principales características de la mente es enfocarse en aquello que no ha ido bien, que nos ha causado decepción o sufrimiento.
Cuando se vive de modo inconsciente, bajo el dominio total del flujo incesante de pensamientos que ella produce, esa forma de "contemplar" la realidad se convierte en patrón.
Lo opuesto de esto es ser capaz de ver lo bueno que hay en la vida. Está claro que en ciertos momentos eso puede ser bastante difícil. No obstante, todo es una cuestión de aprendizaje y entrenamiento.
Y con la mente no es diferente. Es preciso cambiar el enfoque de las cosas que consideramos malas hacia aquellas que percibimos como positivas. No se trata de negar que las difíciles existan, sino únicamente de no proporcionarles alimento mediante nuestra permanente atención.
La energía que ponemos en cada experiencia es la que va a predominar, o sea, tenemos el don de atraer aquello que armoniza con nuestra disposición interior.
Por tanto, si yo me posiciono siempre de una forma negativa, ciertamente lo negativo será lo que me salga al encuentro.
Cuanto mayor sea nuestra capacidad de percibir ese proceso mientras está sucediendo, más oportunidades vendrán, de abandonar la vieja pauta.
Y llegará por fin el día en que nuestra mente se acostumbrará a ver el lado bueno de todas las cosas.