Todas las experiencias de la vida deberían ser vividas de modo pleno, total. Esto sucede cuando todo nuestro Ser está implicado.
Sin embargo, el miedo, la inseguridad, la falta de confianza en el propio poder, llevan a muchas personas a desistir, a recular, en lugar de decir sí a lo que la vida presenta.
A partir de ahí la mente crea un patrón, recordando todo el tiempo la oportunidad perdida.
El sentimiento de algo no realizado es uno de los mayores generadores de sufrimiento.
Principalmente cuando viene acompañado de la culpa, por no haber tenido coraje.
Es como si aquella situación no vivida permaneciese todo el tiempo exigiendo, pidiendo ser completada.
Por lo regular esto sucede cuando la intuición indica que allí estaba una oportunidad de realización y felicidad.
Esto, obviamente, crea una tensión interior permanente, pues siempre está ligada a la ansiedad, el miedo o la duda.
Si la idea era protegerse, mantenerse seguro, pronto se percibirá que eso no era más que ilusión.
Si es posible volver atrás y recuperar la ocasión perdida, la tensión se disolverá inmediatamente. Pero en caso de que esto no ocurra, es importante estar alerta a las nuevas oportunidades que la vida siempre trae.