La mayoría de los seres humanos ha sido educada para seguir patrones. Ni siquiera se les pasa por la cabeza cuestionar muchas de las ideas que les fueron inculcadas desde pequeños.
El resultado es un número asombroso de personas que sufren depresión, trastorno de ansiedad, sin contar las enfermedades físicas, causa del lleno total en los hospitales.
Aparte de las costumbres equivocadas de vida y alimentación, uno de los factores que más contribuye para ese desequilibrio es la vida emocional de los individuos.
No hemos sido educados para escuchar y respetar lo que indican nuestros sentimientos; al revés, para muchos, expresar las emociones más profundas es signo de flaqueza.
No es de admirar que ni siquiera contemplen escuchar la voz interior, aquella que nos orienta siempre a seguir los anhelos de nuestra alma.
Si continuamos pasando por alto lo que de veras es necesario para sentirnos felices y realizados, jamás alcanzaremos ese estado.
El paso fundamental es tener el valor de mirarse a uno mismo y asumir que la vida que se ha elegido no se amolda a los deseos del corazón.
Constatada esa verdad, mucha audacia es necesaria para cambiar de rumbo, de modo a no permitirse más sentir infelicidad.
Este es un proceso que puede durar años o producirse repentinamente, dependiendo del grado de percepción interior que se logre desarrollar.
Una vez iniciado, será difícil continuar ignorando la verdad que surge, aunque el precio a pagar no sea pequeño. Pero siempre valdrá la pena, a pesar de todo.
Publicado por Elisabeth Cavalcante
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