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La intensa lucha por la supervivencia

Publicado por Bel Cesar em STUM WORLD

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Traducido por Melissa Park - [email protected]

El Reino Animal: la presencia del miedo constante
en la intensa lucha por la supervivencia


Según el budismo tibetano, existen seis reinos, tanto como esferas de renacimiento, y padrones de actitudes emocionales que condicionan nuestro sufrimiento. Son visiones kármicas, hábitos mentales que definen nuestro ser y nuestra visión del mundo. Todos nosotros ya experimentamos repetidamente el nacimiento en todos los seis reinos.

El reino de los dioses está marcado por la pereza y por el orgullo; el reino de los semidioses, por la envidia y por los celos; el reino de los humanos, por el deseo de posesión; el reino de los animales está marcado por el miedo y por la ignorancia; el reino de los fantasmas hambrientos por la avidez y, finalmente, el reino de los infiernos por la rabia e impaciencia.

La semana pasada, estudiamos el reino humano; hoy, vamos a reflexionar sobre el reino animal. Al estudiar cada reino, podemos comprender como entramos y salimos de las tramas de nuestros conflictos internos.

Como seres humanos, el reino animal es el único de entre los demás reinos que podemos observar de modo concreto en nuestro día a día. Recientemente, al leer el libro de Odir Cunha “Los Animales enseñan” (“Os Bichos ensinam” - Ed. Códex), quedé sentida por la fuerza de voluntad de los animales: como tenemos tanto que aprender a través de ellos! En este libro, Odir Cunha nos inspira a vivir mejor a partir del ejemplo de vida de los animales. Por ejemplo, él cuenta que aún el poderoso tigre indiano solo es exitoso uno de cada veinte ataques: él sabe superar obstáculos con perseverancia. Sin contar el ejemplo de solidariedad que los pingüinos nos dan: ellos se amontonan en colonias gigantescas al aire libre. Agrupados resisten temperaturas de 50 grados bajo cero y vientos de 80 km/h. Por eso, para que aquellos que están en los bordes no se congelen, realizan movimientos circulares que permiten a todos aprovechen también el calor del centro. Si no fuese así, hilera tras hilera sería diezmada por el frío.
La gran mayoría de nosotros ya sintió un profundo amor y admiración por los animales. Sin dejar de hablar de la lealtad y amistad profunda de aquellos que tienen un animal de estimación. Como parece haber tenido Leonardo da Vinci cierta vez: “Un día, cuando el hombre conozca lo íntimo de un animal, no lo matará...”
Nosotros occidentales, tenemos una visión inocente en relación al mundo animal: pensamos que ellos son libres y, por lo tanto, sufren menos que nosotros los humanos. Hay quien dice, por ejemplo, que le gustaría ser “libre como un pájaro” para volar en un cielo abierto, sin obstáculos. No en tanto, cuando vuela, la mente del pájaro sufre de un miedo perenne, pues sabe que está delante de la constante amenaza del ataque de otros pájaros.

Francesca Fremantle nos aporta, en su libro Vacío Luminoso: “Del punto de vista cristiano así como del punto de vista secular occidental, los animales son vistos como inocentes y no responsables de sus acciones, porque no distinguen el bien y el mal. Por la misma razón, son considerados inferiores a los seres humanos y en términos cristianos, sin alma. La visión budista es enteramente diferente. Todos los seres conscientes en todos los seis reinos poseen la naturaleza de Buda. Mas por el hecho de que su naturaleza esencial esta obscurecida por la ignorancia, están igualmente sujetos a la ley del karma, y la ley del karma es simplemente una cuestión de causa y efecto. Ya que todo está cambiando continuamente y ninguna condición es permanente, ellos consecuentemente renacerán en estados más favorables”.

La visión kármica del reino animal está marcada por el miedo constante delante de la lucha por la supervivencia. En cuanto los seres humanos, vivenciamos este sufrimiento de confusión y paranoia toda vez que nuestro sentido de seguridad está amenazado. La imaginación se torna activa: la irrealidad gana fuerza y presencia. Delante de lo imprevisto amenazador, nos tornamos hipersensibles al mundo y como un mecanismo instintivo de defensa, nos contraemos física y emocionalmente. El miedo nos roba el alma y nos deja ignorantes.

En este sentido, cuanto mayor fueran nuestras experiencias de impotencia delante del miedo, menor será nuestra capacidad de amar y recibir amor, así como de desear, sentir placer en crear y arriesgarnos delante de lo nuevo. Por eso, el miedo nos torna anímicamente insensibles, desinteresados, sin gracia. Además el reino animal está caracterizado por la ausencia de humor, pues ellos pueden experimentar placer y dolor, pero el sentido del humor y la ironía no existen en sus vidas.

Los animales poseen los sentidos extremamente aguzados, con capacidad de percepción extra-sensorial, pero como son incapaces de observar el funcionamiento de sus mentes, son víctimas de su propio miedo.

Otro punto particular del reino animal se refiere al anhelo de tomar posesión de un territorio. Los animales demarcan su área con la orina y una actitud agresiva delante de cualquier amenaza. Cuando estamos presos a los padrones emocionales del reino animal, tenemos una actitud semejante de posesión con relación a nuestro ambiente inmediato. Así como esclarece Martin Lowenthal en su libro Corazón Compasivo (“Coração Compassivo” - Ed. Pensamento): “Cuando poseemos un espacio, nos identificamos con él. Nos gustaría que ese espacio fuese tan sólido como la tierra y esperamos que nos de una sensación de permanencia en este mundo mutable. A cierta altura creemos que, si pudiésemos conservar las buenas cosas y descartar las malas, podríamos superar las condiciones de nuestra vida. [...] Una vez que definimos el mundo en términos de bueno y malo, intentando poseer cosas buenas y evitar las malas, nos tornamos recelosos de los otros, que podría ambicionar nuestras pertenencias o contaminar nuestro espacio con algo malo. Levantamos barreras de privacidad en torno de nuestro cuarto, de nuestro escritorio, de nuestro tiempo, del recinto de nuestras meditaciones. Esos límites, establecidos para nuestra protección, se transforman en las paredes de una prisión, separándonos de los beneficios de la amistad, del descubrir, del mundo que nos circunda.” De esta forma, de a poco nos tornamos cada vez más desconfiados, solitarios y paranoicos. A pesar de vivir en una cultura de miedo, no estamos condenados a vivir agazapados como en el reino animal. Por lo tanto, debemos preguntarnos honestamente: “Que es lo que el miedo ha hecho conmigo?” Para todas las respuestas, habrá siempre la misma salida: por medio de nuestra propia voluntad, podremos alejarnos del miedo, pues en esencia no somos miedo. Mientras tanto, para quitar el miedo de nuestra auto-imagen, precisamos inicialmente ser capaces de reconocer el miedo como una ilusión, un mecanismo artificial que actúa sobre nosotros, a pesar de que no nos pertenece. Es como un virus poderoso que impide el funcionamiento de un buen computador. En seguida, tendremos que aproximarnos a nuestras flaquezas con curiosidad y compasión por nosotros mismos, con la intención clara de percibir como el miedo tiene amoldada nuestra relación con el mundo. De esta manera, disolveremos las capas del miedo al lidiar directamente con él, esto es, sin negarlo, rechazarlo o juzgarlo como cierto o errado. Este es un proceso lento y gradual, en el cual nosotros ofrecemos una nueva oportunidad cada vez que reevaluamos nuestra auto-imagen.

El perseverante camino del auto-conocimiento nos enseña que los límites que imponemos a nuestra auto-imagen son mutables, por lo tanto, posibles de ser transformados. Esta comprensión es la llave para salir de los padrones emocionales del reino animal.

Cuando no tenemos la capacidad de entender como el miedo actúa sobre nosotros, pasamos a identificarnos con él. Pensamos SER el miedo. Pero, felizmente, en esencia no somos miedosos. Robert Sardello en su libro Liberte su alma del miedo comenta: “Por que no sentimos miedo mucho más poderoso y continuamente de lo que hacemos? Será que estamos tan acostumbrados que el miedo realmente no nos incomoda a no ser que venga con una intensidad que no podamos ignorar? Estamos realmente insensibles? La insensibilidad en relación a los miedos no provienen de la represión y si de algo mucho más serio – una situación en la cual nos transformamos en conspiradores junto con el miedo sin siquiera saber que eso sucedió. Cuando eso ocurre, la propia esencia de una persona es substituida por algo que parece y actúa exactamente como una persona, pero no es así”. De esta forma, actuamos a partir de un falso sentido de identidad, en el cual nos imaginamos siempre sin fuerza e incapaces.

Martin Lowenthal nos recuerda que cuando comenzamos a percibir que podemos responsabilizarnos por nosotros mismos, podemos usufructuar de nuestro territorio como un lugar de acogida, no como un escondite. En este sentido, él escribe en su libro Corazón Compasivo: “Aunque las cosas cambien y la seguridad sea ilusoria, la radiación básica no puede ser destruida. Ella simplemente se reviste de formas diferentes en contacto con otras formas radiantes. La relación, en cuanto al proceso vital, dilata nuestro espacio y nos permite acoger a los demás. Y en la medida que ese espacio se torna más amplio y flexible, abandonamos un poco lo conocido para explorar y acoger un poco de lo desconocido. En cierto sentido, nos morimos para el viejo espacio – los viejos límites y definiciones – con el fin de abrirnos para un espacio mayor. Esa disponibilidad es el ingrediente fundamental del aprendizaje. Cuando vemos la vida como una oportunidad para aprender, lanzamos los cimientos del crecimiento. Esa es la característica esencial de la vida, nuestro objetivo como seres humanos.”

Se nos quedamos presos al complejo emocional de la esfera animal, viviremos, sin excitación, de forma limitada, como semi-adormecidos. Pues como el propósito es de apenas sobrevivir para satisfacer nuestras necesidades básicas de hambre, sexo, sueño y auto-preservación, estaremos consumiendo la energía vital sin evolucionar, o sea, sin darle un sentido mayor a esta vida. Una vida sin sentido es reducida a las satisfacciones inmediatas. Ella se torna cada vez más vacía, por ser carente de inspiración y amor. Nuestro desafío es aceptar que, a pesar del miedo estar siempre presente en el mundo, podemos vivir con él de manera saludable y creativa.

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Sobre o autor
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Bel Cesar é psicóloga, pratica a psicoterapia sob a perspectiva do Budismo Tibetano desde 1990. Dedica-se ao tratamento do estresse traumático com os métodos de S.E.® - Somatic Experiencing (Experiência Somática) e de EMDR (Dessensibilização e Reprocessamento através de Movimentos Oculares). Desde 1991, dedica-se ao acompanhamento daqueles que enfrentam a morte. É também autora dos livros `Viagem Interior ao Tibete´ e `Morrer não se improvisa´, `O livro das Emoções´, `Mania de Sofrer´, `O sutil desequilíbrio do estresse´ em parceria com o psiquiatra Dr. Sergio Klepacz e `O Grande Amor - um objetivo de vida´ em parceria com Lama Michel Rinpoche. Todos editados pela Editora Gaia.
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