Auto-absorción es la experiencia psicológica resultante de la actitud egoísta y obsesiva en sentir el placer inmediato: una vivencia propia del reino de los dioses...
Según el budismo tibetano, existen seis reinos, tanto como esferas de renacimiento, así como padrones de actitudes emocionales que condicionan nuestro sufrimiento. Son visiones kármicas, hábitos mentales que definen nuestro ser y nuestra visión del mundo. Todos nosotros ya experimentamos repetidamente el nacimiento en todos los seis reinos.
El reino de los dioses está marcado por la pereza y por el orgullo; el reino de los semidioses, por la envidia y por los celos; el reino de los humanos, por el deseo de posesión; el reino de los animales está marcado por el miedo y por la ignorancia; el reino de los fantasmas hambrientos por la avidez y, finalmente, el reino de los infiernos por la rabia e impaciencia.
En los textos anteriores, estudiamos el reino humano y el reino animal; hoy, vamos a reflexionar sobre el reino de los dioses. Al estudiar cada reino, podemos comprender como entramos y salimos de las tramas de nuestros conflictos internos.
El reino de los dioses también es llamado como Deva Loka. En sentido figurado, los cuerpos de los dioses son luz. Además, ellos se juzgan totalmente puros e inmaculados por haber nacido en un loto.
Despreocupados con las cuestiones terrenas, ellos disfrutan del más puro placer apenas al enfocarse en el. Si quisieran hacer el amor, bastará un intercambio de miradas y sonrisas y experimentarán una profunda satisfacción. Si quisieran degustar sabores refinados, sus mentes inmediatamente producirán imágenes de deliciosos alimentos con los cuales sentirán placer inmediato. Para ellos, toda experiencia sensorial es vivida con extremo placer... Ellos gozan de placeres de naturaleza casi onírica.
Según Chögyam Trungpa, en Más allá del Materialismo Espiritual (Além do Materialismo Espiritual) (Ed.Cultrix), el ser en el reino de los dioses realizó una especie de auto-hipnosis, un estado natural de concentración que le expulsa de la mente todo lo que pueda parecerle irritante o indeseable.
Nos tornamos presas fáciles de este padrón emocional cuando estamos enfocados en apenas vivenciar "buenos sentimientos y a sentirnos bien" en relación a nosotros mismos, a nuestras posesiones, a las personas que conocemos y a las obras del universo que nos proporcionan poder personal, placer, admiración. Con este espíritu, creemos que nuestro magnetismo personal será el encargado de garantizarnos todo lo que necesitamos: nos traerá la pareja acertada, mucho dinero y hasta el lugar en el estacionamiento.
A esta altura, usted podría pensar: “Pero que hay de errado en ellos”? La cuestión es que en este estado de excesiva confianza en sí mismo, confundimos nuestro Yo con la fuerza de acción colectiva. Es como si pensásemos: “Yo lo hice, nadie me ayudó. No debo nada a nadie... ”De esta forma, creemos que podemos ser indiferentes a los demás (principalmente al sufrimiento de ellos) porque hicimos todo solos. Ahí habita la ignorancia: nadie hace nada solo!
Al no reconocer la interdependencia como la fuerza del universo, desenvolvemos la ignorancia de pensar que existimos de modo independiente. Esto es, estamos más allá de la fuerza de la interdependencia de los fenómenos.
Esta forma-pensamiento de la esfera de los dioses está contaminada por el orgullo de creerse (ilusoriamente) capaz de todo. En este sentido, cuando una persona está presa por el padrón psicológico de la esfera de los dioses, cree que tiene poder y, la mayoría de las veces, dinero suficiente para merecer todo lo que desea. Cree natural tener derecho a la “buena vida”. Por eso, no se identifican con quien sufre. Tal vez hasta piensen: “Si alguien está sufriendo es problema de él, por último, no se cuidó”... “Los problemas del mundo no son míos. Yo vivo mi vida”. Así, llevan la vida sin crear nada nuevo, apenas consumiendo sus bienes acumulados. Al no hacer nada por nadie, se transforman en observadores pasivos de la vida. Sutilmente, se van tornando cada vez más fríos y menos compasivos frente a las dificultades ajenas, hasta convertirse en personas egoístas, insensibles e irresponsables, llenas de tedio. Como no participan de la rueda de la vida, de a poco se sienten excluidos y distantes de los otros. Encerrados en sí mismos, aislándose cada vez más hasta alcanzar la extrema soledad. En tanto, inflados por el orgullo, no se dan cuenta de su mayor miedo: el desamparo y la insignificancia.
Un ser en el reino de los dioses puede vivir más de 700 años. Como ellos pasan la vida usufructuando sus deleites y no realizan ningún esfuerzo para crear energía positiva, agotan su cuota de méritos, esto es, karma positivo, acumulado en vidas pasadas.
Así es que, cuando están cercanos a la muerte, les resta apenas su karma negativo. Consecuentemente, sufren de intensa angustia. Tal vez un dolor inimaginable para un ser humano. Pues ellos no tienen ninguna familiaridad con el sufrimiento. Encima de eso, intuitivamente saben que renacerán en reinos inferiores.
Como los dioses poseen una preocupación excesiva con la auto-imagen y la estética, sólo quieren estar cerca de quien contribuye para su auto-fascinación. Cuando notan que un compañero entró en el proceso de la muerte, se apartan totalmente de él, pues no soportan asistir a cualquier experiencia que revele decadencia.
No precisamos ir lejos para identificarnos con los sufrimientos de los dioses! Por lo tanto, aquí van algunos puntos para salir de este padrón psicológico cuando fuimos tomados por él:
1. Procure reflexionar sobre la impermanencia de todos los fenómenos. Al despertar, piense: “Yo puedo morir hoy, entonces como voy a vivir este último día de mi vida”?
2. Cultive a conciencia cíclica: todo va, todo regresa. En la dinámica de un flujo espiral, podemos evolucionar. Vivir la abundancia es saber vivir el momento presente. Querer de más es una señal de pobreza. Querer menos es una señal de miedo a la escasez.
3. Practique la humildad y la paciencia cuando note que fue tomado por el orgullo y por la pereza.
4. En esta esfera, nos tornamos extremistas: queremos todo siempre cada vez mejor y acabamos por perder la espontaneidad al ser tan perfeccionistas. Por lo tanto, procure respetar su límite de crecimiento cada día para lidiar positivamente con nuestras dificultades al revés de ser absorbido por ellas.
5. Procure reconocer cuanto la vanidad le impide amar y ser amado, pues ella es contraria a la habilidad de sentir afecto, de comunicarse y sentir empatía por los demás. No tema sentir el dolor ajeno. Al ayudar a los otros a curar sus heridas, estaremos curando las nuestras. Al final, en esencia son todas iguales.
Bel Cesar é psicóloga, pratica a psicoterapia sob a perspectiva do Budismo Tibetano desde 1990. Dedica-se ao tratamento do estresse traumático com os métodos de S.E.® - Somatic Experiencing (Experiência Somática) e de EMDR (Dessensibilização e Reprocessamento através de Movimentos Oculares). Desde 1991, dedica-se ao acompanhamento daqueles que enfrentam a morte. É também autora dos livros `Viagem Interior ao Tibete´ e `Morrer não se improvisa´, `O livro das Emoções´, `Mania de Sofrer´, `O sutil desequilíbrio do estresse´ em parceria com o psiquiatra Dr. Sergio Klepacz e `O Grande Amor - um objetivo de vida´ em parceria com Lama Michel Rinpoche. Todos editados pela Editora Gaia. Email: [email protected] Visite o Site do Autor