El Lama Michel nos alertó recientemente en sus enseñanzas sobre cuanto tiempo y energía perdemos con la manía de reclamar. Quedé sorprendida al escuchar sus consejos sobre la importancia de no quedarnos presos a los problemas en la tentativa de conocerlos mejor: “En general, quedamos presos en nuestros problemas en vez de concentrarnos en la solución. Pasamos demasiado tiempo masticándolos... ¡Hasta parece que nos gusta el sabor que los problemas tienen! Si yo estoy comiendo una cosa fea, debería enfocarme en saber que hacer para librarme de eso, en vez de envolverme cada vez más con el problema”.
El acto de reclamar alimenta la visión negativa de los problemas. Así ellos crecen cada vez más. Reclamar es una forma de auto hipnosis: quedamos intensamente convencidos de que lo nos decimos. Reforzamos la carga negativa de un problema en la medida que nos indignamos con él.
Para cultivar la disposición interna de identificarse con la solución y no con la confusión, precisamos desapegarnos de la ilusión de que quedarnos con el problema sería una manera de ganar algo que queremos mucho.
Para liberarnos del problema tendremos que desistir de él. Puede parecer hasta por demás simple lo que voy a decir, pero hay mucha diferencia al pensar sobre la siguiente cuestión: “¿Como sería mi vida sin ese problema? Esto es, ¿que gano al darle tanto peso a esta cuestión”?
En general, no nos desapegamos de nuestros problemas porque les atribuimos un medio importante de expresar nuestra existencia: quienes somos en relación a los otros y a nuestra propia auto imagen. De hecho, un problema refleja tanto nuestra fuerza interior como nuestra vulnerabilidad.
Si un problema nos hace sentir débiles, nos resistiremos a encararlo de frente. Reclamar será entonces un óptimo medio para dar vueltas en vez de solucionarlo. Puede hasta parecer que al reclamar estamos atacando el problema, pero, en realidad, nos convertimos cada vez más en víctimas de un proceso sin solución.
Al cabo que, al decidir encarar nuestros problemas de frente, basados en la intención de liberarnos de ellos, tendremos menos miedo o resistencia en arriesgarnos delante de nuevas soluciones.
Reclamar es una forma de justificar que no cambiamos porque no sabemos como hacerlo. OK, puede ser verdad que si supiéramos actuar de un modo diferente ya lo habríamos hecho. Pero para caminar en dirección a la solución y no quedarnos patinando en el problema, tendremos que arriesgarnos a ver las cosas de otro modo: comenzando por cultivar la humildad de rendirnos delante de nuestras propias convicciones. ¡Tenemos que desapegarnos de la visión que teníamos hasta entonces! Si nuestra visión fuese positiva, y nos trajera reales beneficios, no estaríamos aún presos al problema.
Por lo tanto, es mejor decidirse por abandonar el orgullo de haber sufrido tanto por algo que ¡mantenerse preso a él!
Paramos de reclamar cuando reconocemos nuestro potencial de generar cambios en nuestro interior. Como dice el Lama Michel: “En general nuestra auto imagen es tan estática que creemos que es más fácil cambiar lo que está a nuestro alrededor. Pero ya sabemos que eso es una ilusión. Si no podemos cambiar las cosas fuera de nosotros, aún así tenemos la libertad de aceptar vivir de manera diferente una misma situación”. Cuando cambiamos internamente, todo cambia a nuestro alrededor. Es la vieja historia: seremos nosotros mismos el cambio que queremos ver en el mundo.
Todo el mundo sabe que el cambio interno no acontece de un día para el otro. Él comienza cuando reconocemos que reclamar sólo nos hace aumentar el sentimiento de insatisfacción y termina cuando nos desapegamos de la resistencia en aceptar el propio cambio.
De paso que encontramos fuerza interior por la claridad de pensamiento de una nueva manera de ver las cosas, disminuimos la resistencia de lidiar de frente con nuestros problemas. Gradualmente nos tornamos más flexibles. Cuando esta comprensión racional madura y aceptamos emocionalmente el nuevo punto de vista, sentimos la frescura de un nuevo bienestar: una señal de que adquirimos espacio interior.
El Lama Gangchen acostumbra decirnos: “La naturaleza positiva de la mente es como el espacio infinito. Mientras él disminuye con la presencia de los pensamientos negativos. Si quisiéramos sentirnos bien, tendremos que cultivar pensamientos positivos para relajar nuestro confortable espacio interior”.
Bel Cesar é psicóloga, pratica a psicoterapia sob a perspectiva do Budismo Tibetano desde 1990. Dedica-se ao tratamento do estresse traumático com os métodos de S.E.® - Somatic Experiencing (Experiência Somática) e de EMDR (Dessensibilização e Reprocessamento através de Movimentos Oculares). Desde 1991, dedica-se ao acompanhamento daqueles que enfrentam a morte. É também autora dos livros `Viagem Interior ao Tibete´ e `Morrer não se improvisa´, `O livro das Emoções´, `Mania de Sofrer´, `O sutil desequilíbrio do estresse´ em parceria com o psiquiatra Dr. Sergio Klepacz e `O Grande Amor - um objetivo de vida´ em parceria com Lama Michel Rinpoche. Todos editados pela Editora Gaia. Email: [email protected] Visite o Site do Autor