El Dalai Lama nos habla, en una extensa y detallada introducción en el libro Tibetano de los Muertos (en inglés, The Tibetan Book of the Dead: First Complete Translation - Penguin Classics), sobre el “yo” y la reencarnación. Él comienza aclarando un punto muy importante y poco divulgado del budismo: en occidente se tiene la creencia de un alma indivisible, pura, separada de la mente (que llamamos de “yo” ó “ego”, mientras que el alma es mencionada como “YO”). En el budismo no existe tal cosa, porque lo que nosotros llamamos de “yo” es un agregado de valores, todos interrelacionados y en constante cambio, lo que incluye especialmente los “5 agregados del apego”:
- El cuerpo (Rupa);
- Los sentimientos (Vedana);
- Las percepciones (Samjña);
- Construcciones mentales (Samskara);
- La conciencia (Vijñana).
Estos cinco agregados no son un “yo”; la creencia en un yo (Satkayadrsti) emerge de esos cinco agregados que causan el apego y la creencia de que estas partes son un “yo”. La cosa es más compleja, y el ciclo que envuelve el apego y la creencia en un “yo” es demostrado en 12 pasos, que son los 12 eslabones de la Causación Interdependiente. Todo esto está actuando por medio de la causa y efecto, en una cadena compleja que podría ser comparada a un reloj suizo.
Ese concepto, que los budistas llaman de Anatta (del sánscrito anâtman, ó no-alma), puede ser sintetizado en la frase “no existe cosa alguna como un yo”. Este concepto está de acuerdo con la doctrina del desprendimiento, llevada al extremo de desapegar aquello que compone un “yo” y nos mantiene aprisionados en la Matrix. Así, la duda que surge en la mente occidental, acostumbrada a un “alma”, es: “¿y como surgió la PRIMER idea de alma que nosotros tenemos, y que nos llevó a la conciencia, que dio origen a las construcciones mentales, que dio origen a la materia, que dio origen a las percepciones y a los sentimientos?”. El Dalai Lama nos dice que se originó de un pequeño despertar de conciencia que está ligado a otro despertar de conciencia, y otro, y otro, en un continuum parecido con el dilema que los científicos enfrentan con el Big Bang (¿qué vino antes el Big Bang? ¿y antes? ¿y antes?).
Juegue el juego de la “Existencia” hasta el fin…desde el comienzo… (John Lennon; Tomorrow Never Knows)
Vos te preguntas “¿Entonces, si no existe el alma, como puede haber reencarnación?” No hay ningún problema, si prestaste atención al segundo párrafo. Nosotros creemos tanto ser un “yo” que mantenemos nuestros elementos agregados mismo después de la muerte. Pero no exactamente todos, como el Dalai Lama cita en su libro. Como hay elementos dependientes de su vehículo físico (cuerpo), como la percepción, los condicionamientos y preconceptos derivados de su medio, los sentimientos que pueden ser resultados de su creación en esta vida, esos pueden perderse o abandonar el cuerpo (y cesar el estímulo, como un músculo que se atrofia por falta de uso). Se cree que se morís viejo y con esclerosis puedes perder tu memoria en vida y no recuperarla en la muerta (al contrario de lo que creemos en el espiritismo, por ejemplo), no porque la mayoría “muera” con el cerebro, sino por falta de la condición del agregado de recordar todavía en vida (y un distanciamiento cuerpo y mente). Si alguien muere joven, con total energía cuerpo y mente, puede reencarnar manteniendo todo su “falso yo”. Pero lo que el Dalai Lama dice es que esas memorias pueden durar como máximo algunos años, porque existen causas y efectos que acaban por ultrapasar la relación cuerpo x mente anterior. Podríamos comparar la idea de “yo” con la idea de karma y causa-efecto usando como ejemplo el cielo: Si hoy está lloviendo es por causa de elementos que se combinaron ayer ó horas antes y que tuvieron ese efecto, pero, sin que lo percibamos, otros elementos pueden estar combinándose en este momento para tener un día soleado en otro día, y aún así lo llamamos “etapa” del cielo. De la misma manera nosotros cambiamos continuamente (con la combinación de elementos perceptibles e imperceptibles, en una relación de causa y efecto) en vida y, a pesar de que sabemos que no somos los mismos de hace 20 ó 30 años atrás (mentalmente e inclusive físicamente, porque casi todas las células de nuestro cuerpo ya murieron y renacieron), todavía nos consideramos “nosotros mismos”, en una línea temporal. En ningún momento en el budismo se considera que lo que está reencarnando es otra persona, sino aquel “agregado de conciencia” que puede estar totalmente transformado o no, dependiendo mucho de innumeras variantes que hacen este engranaje cósmico funcionar.
Este pensamiento no es sólo una teoría que se encuentra cubierta de polvo en un libro y traída solamente como curiosidad ya que es el corazón del budismo: la impermanencia de todo (inclusive del “yo”), la no identificación con la nada (inclusive el “yo”) y, consecuentemente, el hecho de que no se debe rotular a alguien por algo, porque para el budismo no existe un asesino, sino una conciencia inmersa en la ignorancia que cometió errores pero que puede salir de la ignorancia inclusive porque toda nuestra experiencia en este plano de existencia es una gran invitación para el cambio, a pesar de que no lo percibamos (lean ó relean la parábola de Angulimala Sutta de Buda y entenderán con nuevos ojos). Existe ahí un fuerte componente psico-social en el budismo, porque para esa doctrina no existe nada quebrado que no pueda ser reparado siendo que ambos son condicionamientos basados en la causa y efecto. Como dijo el propio Buda en el momento de la iluminación: Esencialmente todos los seres vivos son Budas, dotados de sabiduría y virtud, pero como la mente humana se invirtió a través del pensamiento ilusorio, no lo consiguen percibir. Esto se aplica en la práctica en Pernambuco, por Instituto Neinfa, en la promoción de la resiliencia en adolescentes que viven en situación de riesgo, dentro de la ciudad/favela de Coque.
Aún más: dentro de los conceptos de la doctrina, los budistas son enseñados a no alimentar ilusiones ni siquiera respecto a la iluminación (¡la “meta” del budismo!), como podemos ver en las enseñanzas del patriarca chino Lin-chi, en el siglo IX:
Seguidores del camino, si desean ver el Dharma claramente, no se dejen engañar. Si te vuelcas para el exterior ó para tu interior, lo que sea que encuentres, mátalo. Si te encuentras con Buda, mata a Buda; si te encuentras con los patriarcas, mata a los patriarcas; si te encuentras con Arhats, mata a los Arhats: si te encuentras con tus padres, mata a tus padres: si te encuentras con tus familiares, mata a tus familiares; entonces, por primera vez, podrás ver claramente. Y si no dependes de cosas, habrá emancipación, habrá libertad. La finalidad de esta enseñanza no era, obviamente, incentivar al homicidio (uno de los preceptos budistas es no matar), sino al despego, no sólo de las cosas físicas sino también de las tradiciones, de las ceremonias, de la expectativa de una iluminación gracias a ciertas prácticas. Ésta es la enseñanza budista más valiosa expuesta de la forma más radical y efectiva (no tomada literalmente, claro está).
Lo que es un poco más teórico es la creencia de que esos agregados habitan tres mundos, que se subdividen en otros niveles (ó reinos). Para facilitarlo para nuestra mente occidental, voy a llamar a esos mundos de “dimensiones” ya que estamos más acostumbrados con ese concepto:
DIMENSIÓN DEL DESEO (KAMA-LOKA)
Donde la motivación del “yo” es el deseo. Ésta es la dimensión que habitamos. Se subdivide en 5 reinos:
El Reino del Infierno (Donde habitan las mentes dominadas por la rabia y por el odio); El Reino de los Fantasmas Hambrientos (mentes dominadas por la ambición o la codicia. En este estado nunca podemos obtener lo que queremos, ni podemos disfrutar de la comida ó bebida que deseamos desesperadamente como fantasmas hambrientos); El Reino Animal (mente que cayó sobre la influencia de la ceguera, del estancamiento mental y de la estupidez. En este estado no es posible practicar el Dharma); El Reino Humano (la primera de las existencias de los reinos superiores. Los humanos son prácticamente los únicos seres dotados de las condiciones necesarias para el progreso espiritual, con las facultades que permiten la práctica y la comprensión del Dharma); El Reino de los Dioses Envidiosos (cuando el karma es, encima de todo, positivo, sin embargo mezclado con envidia, la causa es el nacimiento del reino de los dioses envidiosos. Éste es un estado feliz, dotado de muchos poderes y placeres pero, por causa de la fuerza de la envidia, existen peleas y conflictos constantes. Los dioses envidiosos se oponen a los dioses que son sus superiores y pelean entre ellos mismos. Parece haber inspirado el guión de los Caballeros del Zodíaco, ó de las tragedias griegas); El Reino Divino (karma positivo combinado con muy poco karma negativo resulta en un renacimiento de los estados divinos, donde los dioses se complacen en ser adorados. Es alguien como Shaka de Virgo, que todavía pelea ocasionalmente con los dioses envidiosos);
DIMENSIÓN DE LA FORMA SUTIL (RUPA-LOKA)
Se subdivide en 17 reinos. Los seres en estos estados tienen una forma sutil y cuerpos extremadamente grandes, luminosos; sus mentes conocen pocas pasiones, pocos pensamientos; disfrutan de una felicidad increíble. La pasión predominante es el orgullo sutil – los seres de estos reinos creen que alcanzaron algo superior y viven un tipo de auto-satisfacción. Estos estados de la dimensión de la forma sutil corresponden a los cuatro niveles de concentración meditativa, caracterizados por la trascendencia progresiva de la investigación, del análisis, de la alegría y del éxtasis.
DIMENSIÓN SIN FORMA (ARUPA-LOKA)
Finalmente, más allá inclusive de estos cuatro niveles de concentración del reino de la forma, puede haber nacimiento en el reino sin forma. Los seres de este reino no experimentan ningún sufrimiento severo y virtualmente no tienen ninguna pasión; ellos permanecen apenas en una forma extremadamente sutil. Ellos tienen apenas el quinto agregado de la individualidad – la conciencia – todavía presente como una ignorancia sutil que les da el sentimiento de existir en ese cuerpo sin forma. Esa idea, que permanece en su mente, es un tipo de estancamiento mental que impide la realización de la naturaleza última de la mente y que acaba por actuar como una madre que da a luz a otros agregados. Tales dioses todavía están sujetos a la muerte y a la trasmigración, y, por no tener el poder de permanecer en su condición divina eternamente sufren y acaban renaciendo en un reino inferior.
Esto porque todos estos estados son transitorios y condicionados: todos ellos son parte de la rueda de Samsara. Para ser libre del Samsara, la conciencia en sí debe ser definitivamente transformada a la sabiduría primordial, la sabiduría de la iluminación.
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