Muchas almas iluminadas ya vinieron a la Tierra en misión, y cada una de ellas dejó un rastro de luz y sabiduría que es seguido por millares ó millones de adeptos. Una de esas almas es Francesco Forgione, más conocido como Padre Pío de Pietrelcina, una persona humilde que inspiró a millones de fieles de la Iglesia Católica e inclusive a adeptos de otras religiones. A pesar de su gran simplicidad y dedicación exclusiva a la vida religiosa, el Padre Pío ganó notoriedad mundial por sus realizaciones, y se hizo famoso por su historia repleta de misterios. ¿Quién fue esa increíble figura que inspiró y continúa inspirando a generaciones religiosas y esotéricas?
La vida de Padre Pío está llena de circunstancias fabulosas de comienzo a fin. Padre Pío nació el día 25 de Mayo de 1887 en la ciudad de Pietrelcina, un pequeño poblado de la Provincia de Benevento, en Italia. La familia de Francesco era bastante humilde y tenía muy pocos recursos financieros para ofrecerle. Pero, los orientales ya observaron que es del terreno más cenagoso y oculto que la flor de loto trae el blanco más puro de la naturaleza, ó como el lirio, con su encanto y su belleza que a veces nace del estiércol.
El pequeño Francesco ya exhibía desde muy tierna edad, un comportamiento ejemplar. Era un niño muy tranquilo, pacífico, observador e incapaz de hacerle mal a quien quiera que sea. Según los padres y personas cercanas, Francesco nunca cometió ninguna falta y no era un niño caprichoso ó vanidoso.
Su madre llegó a decir que Francesco “siempre nos obedeció a su padre y a mí, todas la mañanas y todas las tardes iba a la iglesia a visitar a Jesús y a la Virgen. De día no salía nunca con sus compañeros. A veces le decía: -
“Franci, anda a jugar un poco”. Él se negaba diciendo: - “No quiero ir porque ellos blasfeman”. Dice que Francesco fue un niño un poco tímido y retraído. Algunos esotéricos afirman que los grandes seres de luz que vienen al mundo corpóreo buscan conservarse introspectivos durante buena parte de su infancia, en caso contrario se verían influenciados por la educación de la época, con sus preconceptos y estereotipos. Además de eso, se cuenta que Padre Pío había conocido a su ángel de la guarda y que mantenía con él un estrecho contacto. Más adelante, el Padre Pío pedía a las personas que siempre que sea posible dialoguen internamente con su ángel de la Guarda, una fuerza ó conciencia espiritual elevadísima y muy próxima a nosotros.
Desde niño, Francesco ya deba señales de que su camino era el sacerdocio. Expresaba profundo deseo de consagrar su vida plenamente a Dios y a los designios divinos. Aún muy joven, cuando era un asiduo frecuentador de la Iglesia, pedía al Sacristán que en su hora de almuerzo lo dejara quedarse orando y meditando solito en la Iglesia cerrada, apenas él y Dios.
Personas cercanas a él, contaron que Francesco no era muy dado a reuniones sociales. El joven cambiaba a sus amigos y fiestas por momentos en que se aislaba y permanecía horas y horas en silencio y profunda oración. Cuando estaba solito y sumergido en largas meditaciones dedicadas a Dios, experimentaba éxtasis místicos muy profundos, donde presenciaba apariciones de entidades luminosas y fenómenos extraños. En tierna edad, Francesco era invadido por voces que lo insultaban y buscaban desorientarlo. Según los católicos, él estaba siendo tentado por el demonio, según los espiritualistas, él estaba siendo blanco de embestidas de espíritus acechadores de baja estirpe que intentaban a todo costo desequilibrarlo emocionalmente, todo eso para que no cumpliera la misión sagrada a la que estaba destinado.
A los 16 años, Francesco entró como clérigo de la Orden de los Capuchinos el día 06 de Enero de 1908. Poco después de su ingreso, él fue acometido por graves enfermedades y su estado de salud permaneció muy precario por mucho tiempo. Dicen que su fiebre llegaba a niveles altísimos, inclusive mayores a los que un termómetro común era capaz de medir. Por este motivo, él fue conducido a varios conventos diferentes hasta quedarse definitivamente en el Convento de San Giovanni Rotondo. En esa época, él ya era conocido como el Padre Pío de Pietrelcina. En el convento de Rotondo, el Padre Pío viviría y ejercería el sacerdocio por los próximos 50 años.
Se cuenta que a pesar de Padre Pío haber sido castigado por varias enfermedades, las mismas lo colocaban en un estado que era seguido por éxtasis divinos. Vemos aquí una proximidad de este fenómeno con lo que los antropólogos llaman “enfermedad chamánica” en el Chamanismo. Dice Stanislav Grof que “los futuros chamanes pueden perder el contacto con el ambiente y tener intensas experiencias interiores que envuelven jornadas al mundo inferior y ataques de demonios que los exponen a increíbles torturas y pruebas que suelen culminar en experiencias de muerte y desmembramiento seguidas por el renacimiento y subida por regiones celestiales”.
Sin embargo, algo todavía más sorprendente ocurrió en esa época. Se cuenta que entre una enfermedad y otra, Padre Pío llegó a quedar muy debilitado y habría permanecido largos períodos sin ingerir ningún alimento físico. Hubo un momento en que el Padre por 21 días no ingirió nada además de la Hostia Consagrada. A pesar de alimentarse muy poco, Padre Pío mantenía misteriosamente el peso de 90 kilos. Ese fenómeno de mantenerse por un largo período sin necesidad de alimento físico se llama Inedia. Varios santos ya exhibieron ese prodigio, una de ellas fue Teresa Neumann. Yogananda cuenta en el libro “Autobiografía de un Yogui” que conoció a una mujer yogui con más de 60 años de edad que estaba a nada más y nada menos que 50 años sin ingerir ningún tipo de alimento sólido. Existen otras referencias en la literatura espiritual sobre esa capacidad, una de ellas se encuentra en el clásico Yoga Sutras de Patanjali, obra que sirvió de base para la estructuración del Yoga como disciplina sistematizada. Patanjali cuenta que a través de cierto ejercicio yogui es posible restringir el hambre y la sed.
Volviendo a las misteriosas enfermedades de Padre Pío, algunos relatos nos hacen pensar que él habría pasado no solamente por dificultades de salud, sino también por ataques aún más feroces de espíritus de las sombras. Padre Pío se quedaba por las noches solo en el Convento de San Giovanni Rotondo. Los miembros del convento frecuentemente se sorprendían con los ruidos fuertes de golpes de lo que parecía ser una lucha homérica. Sonidos altos de golpes, gritos y agresiones eran oídos por todos y venían directamente del aposento donde estaba el Padre Pío. Cuando ellos se reunían y subían hasta el lugar, al abrir la puerta, encontraban al Padre Pío solo y con marcas rojas, hinchazón y magulladuras diversas, como si hubiera sido agredido por alguien. Los seguidores de Padre Pío creen que demonios originarios del propio infierno lo visitaban constantemente por las noches para agredirlo y someterlo a torturas y agresiones. Padre Pío, sin embargo, nunca reclamó de esa situación, guardando apenas para sí mismo su sufrimiento.
Además de las misteriosas apariciones de espíritus de las tinieblas, otro gran misterio influenció su vida. El fenómeno comenzó a aparecer inicialmente cuando Padre Pío comenzó a sentir fuertes dolores en las manos. Así, la mañana del día 20 de Septiembre de 1918, tuvo una experiencia que cambió para siempre su vida. El propio Padre Pío narra lo que le sucedió ese día: Fue en la mañana del día 20 del mes pasado (septiembre) en el coro, después de la celebración de la Santa Misa, cuando fui sorprendido por el descanso del espíritu, parecía un dulce sueño. Todos los sentidos interiores y exteriores, además de las mismas facultades del alma, se encontraban en una quietud indescriptible. En todo eso hubo un silencio alrededor mío y dentro de mí, sentí en seguida una gran paz y un abandono en la completa privación de todo y una disposición en la misma rutina.
Todo sucedió en un instante. Y mientras eso pasaba, yo ví delante de mí un misterioso personaje parecido con aquél que había visto en la tarde del 5 de Agosto. Éste era diferente del primero porque tenía las manos, los pies y el pecho emanando sangre. La visión me aterrorizaba, lo que sentí en aquel instante no sabría describirlo. Sentí desfallecer y hubiera muerto si Dios no hubiera intervenido para sustentar mi corazón, el cual sentía salir de mi pecho. La visión del personaje desapareció y me di cuenta de que mis manos, pies y pecho habían sido heridos y sangraban. Imaginen el suplicio que experimenté entonces y que estoy experimentando continuamente todos los días. La herida del corazón sangra continuamente. Comienza los jueves por la tarde hasta el sábado. Mi Padre, yo muero de dolor por el suplicio y confusión que experimento en lo más íntimo de mi alma. Temo morir en sangre si Dios no oye los gemidos de mi pobre corazón, y sino tiene piedad de retirarme de esta situación…”
Fue después de esa sublime y dolorosa experiencia que Padre Pío recibió lo que es conocido como las llagas de Cristo, ó estigmas, tal como es conocido en el cristianismo. Las llagas fueron primeramente recibidas por San Francisco de Asís, luego de una sublime experiencia mística. Después de San Francisco, dicen que más de doscientas personalidades espirituales ya presentaron los estigmas de Jesús en su cuerpo. Se cuenta que San Francisco de Asís recibió las llagas de Cristo luego de pedir ardientemente y desear sentir el mismo sufrimiento que Jesús sintió para la remisión de los pecados de la humanidad. Él quería revivir en sí mismo la pasión de Cristo, porque amaba mucho a Jesús y pidió el privilegio de sentir lo mismo que Jesús sintió.
Los iniciados, místicos y esotéricos estudian el significado simbólico y místico de la crucifixión. En el momento en que Jesús atravesó la llamada Pasión de Cristo, Él vivió una experiencia de tomar para sí mismo el sufrimiento ó karma de la humanidad, al menos una parte del karma humano él habría escogido traerlo para sí y sentirlo. Ese proceso haría con que, al contrario del karma de la humanidad abatirse contra millones y millones de personas, solamente Jesús, en el acto de la crucifixión, sentiría los dolores, enfermedades y sufrimiento del mundo. Es eso lo que es llamado la “remisión de los pecados” por la Iglesia Católica y que en el esoterismo es conocido como “transmutación del karma de la humanidad”. Dicen que la mayoría de los avatares ó grandes almas, los redentores, que vinieron a la Tierra, cada uno de ellos transmutó una porción del karma planetario, tomando para sí mismo el sufrimiento de las masas y de cierta forma “salvando” a las personas de sus errores de vidas pasadas. Esto permite a la humanidad sufridora aprender por la sabiduría y no por las experiencias ó, en última instancia, por el sufrimiento. Padre Pío recuerda mucho las palabras de San Pablo cuando dice “Fui crucificado junto con Cristo. Ya no soy yo quien vive, es el Cristo que vive en mí” (Gal. 2/19, 20).
Cuando un santo recibe las llagas de Cristo, acepta íntimamente dar continuidad a ese proceso de purgación del karma planetario. En la medida en que siente el dolor de las llagas, él en verdad está sintiendo el dolor del karma de millares ó millones de individuos y ayudando a aliviar el sufrimiento humano. Fue así primero con San Francisco de Asís, y con varios otros individuos que lo sucedieron. Una de esas almas fue Padre Pío quien recibió los estigmas tal como él mismo relató. Los estigmas de San Francisco de Asís duraron apenas dos años, mientras que los estigmas de Padre Pío tuvieron una duración de 50 años. Por éste y otros motivos, él es llamado muchas veces como “el heredero espiritual de San Francisco”, por su vida asemejarse en puntos tan importantes a la vida de San Francisco de Asís.
El fenómeno de las llagas atrajo la atención de científicos, estudiosos, religiosos y periodistas el mundo entero que atravesaron países y continentes para verlo de cerca. Padre Pío fue el primer Padre de la Iglesia Católica en presentar los estigmas. Los estigmas aparecieron en las palmas de las manos, en los pies y en otras partes del cuerpo. A pesar del dolor lancinante que sufría casi todos los días, Padre Pío aceptaba el sufrimiento con amor, resignación, sin tristezas, reclamos ó pesares. No existen rastros de que se haya quejado, ni siquiera una vez, de los dolores que las llagas les proporcionaban. Además de eso, mantuvo total responsabilidad con relación a la vida sacerdotal. Como él mismo decía “Del altar para el confesionario y del confesionario para el altar”. Muchas veces, permanecía hasta 14 horas atendiendo fieles que venían del mundo entero para verlo y tener al menos una pequeña fracción del tiempo con esa alma de Luz. Padre Pío era también llamado “El Hombre de la Oración” y “El hombre de la Esperanza”.
La Historia de los acontecimientos fantásticos de la vida de Padre Pío no termina ahí. Existen muchos relatos de que el heredero espiritual de San Francisco de Asís era poseedor de otra capacidad psíquica; otro “don milagroso”, como los católicos acostumbran llamar. Ese fenómeno es bien conocido en el esoterismo, en el misticismo oriental, en la Parapsicología y hasta mismo en el Catolicismo. Antes de Padre Pío, la personalidad espiritual más conocida que realizaba esa extraordinaria facultad era Santo Antonio de Padua. Se trata del fenómeno de la Bilocación. Bilocación ó Bicorporiedad es la capacidad que algunos espíritus más elevados poseen de estar en dos ó tres lugares al mismo tiempo, en cuerpo materializado por ellos, de forma de volverse visibles y tangibles para otros. Dicen que los individuos que poseen este don son vistos en dos ó tres lugares por personas diferentes ya que son capaces de desplazarse en conciencia y crear un cuerpo físico en cualquier lugar que lo deseen. Padre Pío en varias ocasiones usó ese don y varios testigos confirmaron la autenticidad del fenómeno. Él se encontraba simultáneamente en dos ó tres lugares. Grandes almas realizan ese prodigio con el intento de estar en lugares diferentes donde su presencia es solicitada y se hace necesaria, generalmente por motivo de orientación y cura.
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