Recientemente me sentí encantada con la manera que tuvo una criatura, de unos seis meses, de expresarse al ver una persona que le gustaba…
Mostró alegría y contentamiento con tanta espontaneidad que era visible el entusiasmo que sentía al ver aquella persona… y hacía todo para demostrarlo de la forma que podía… moviendo los bracitos… sonriendo… y dentro de su lenguaje, haciendo sonidos que mostraban claramente su alegría…
Pensé en cuántos de nosotros, después de adultos… aún se manifiestan espontáneamente siempre que la presencia de alguien o de algo les toca sinceramente el corazón…
Estamos sujetos a tantas reglas de comportamiento… tantas memorias de dolor por haber expuesto nuestros sentimientos con verdad… que casi siempre esa manifestación espontánea de aprecio… de admiración, pasa primero por los muchos filtros y… al final, lo que queda puede ser solo un saludo cortés…
Todos quieren imponernos reglas para permitir nuestra inserción dentro de la sociedad… de los grupos… de las religiones… y así es que ya no cabemos en nosotros mismos…
Vamos encogiéndonos de aquí… añadiendo allí… para adaptarnos a las muchas exigencias que se nos hacen para incluirnos en esto… o en aquello…
Parece que tenemos que aprender cómo comportarnos para ser aceptados como miembros de los muchos grupos que andan por ahí… solo que ese patrón tiene en cuenta reglas establecidas por otros… y éstas pueden podar la espontaneidad y nuestra expresión más genuina.
Siempre juzgamos al otro a partir de nuestro limitadísimo punto de vista, cuyo ejemplo somos nosotros mismos… Si alguien hace cosas que escapan a nuestro altísimo patrón de exigencia de cómo deben ser las personas, ya lo excluimos o lo tachamos de inadecuado.
Por qué no observar al otro… tal como observamos a un crío… e incluso aunque su acción escape a nuestros patrones de normalidad… intentar ver la belleza que existe en las diferencias…
Cuanto más aceptamos al otro, más nos aceptamos a nosotros mismos porque el otro siempre está… también… dentro de nosotros.
¿Qué límites consideramos que están siendo rebasados?
Quién haya establecido esos límites ¿ha tenido en cuenta el control o la fidelidad al Alma?
Vamos siguiendo ciegamente… a tantas cosas… sin siquiera cuestionar qué es lo que estamos siguiendo y quién ha puesto esas reglas…
Son ellas de veras lo que nos toca el corazón, o bien somos seguidores ciegos de personas e ideas que no tienen en cuenta la espontaneidad de cada uno… el expresarse con el Alma.
Volviendo al crío… qué bueno sería si en vez de enseñarles lo que está feo o bonito… según las muchas reglas dudosas que aprendimos… tuviésemos el cuidado de no podar lo que ellos tienen de más puro… tuviésemos el cuidado de no poner la artificialidad y la imitación en el sitio de la espontaneidad y de la alegría natural… del que se expresa con la inocencia… de quien aún se acuerda de las estrellas…