Cuando el loto del corazón se abre, todo cambia.
Antiguos dolores son curados en la florescencia del Ser en la luz.
El pequeño yo se inclina ante el Gran Inmanente que permea todo.
Entonces, el Gran Amor hace acontecer la gran canción del alma, en aquella inspiración que hombre alguno podrá percibir con los sentidos de la carne.
La gota del pequeño yo de la personalidad se funde en el océano del Gran Anónimo.
Y entonces, las pequeñas cosas de la vida se convierten en lances extraordinarios, plenos de contentamiento.
Ver una florecilla a la vera del camino se convierte en un momento maravilloso.
Asistir a una puesta de sol es un deleite…
Reír sin compromiso, como un chiquillo travieso, ¡es hacerse uno con Krishna!
Ver el Supremo en todo y amar la vida ¡es hacerse uno con Jesús!
Pensar en la paz y en la fraternidad ¡es hacerse uno con el Buda!
¡Ah, el corazón que se abre en la luz del Gran Amor, jamás será el mismo!
Él escucha la canción del Gran Anónimo y se encanta con la pequeña flor, la puesta del sol y la sonrisa.
Él comprende la sonrisa de Krishna, el amor de Jesús y la serenidad de Buda…
Él sabe que el tiempo de las amarguras y de los dolores se ha ido…
¡Él siente el abrazo del Inefable!
Él escucha las voces de los espíritus en el viento de la vida, que siempre hablan de la inmortalidad de la consciencia.
Él no ve vacuo alguno, en nada, ¡sino la plenitud del Todo en todo!
No hay vacuidad ni idea de muerte en sus caminos…
Él ve al mismo Inmanente Invisible en cada mirada y en cada flor.
Él sabe que el Supremo vive en cada ser, joven o viejo, alto o bajo, blanco o negro.
Esto porque él escucha la canción en su corazón…
Esto porque su pequeño yo se inclinó ante el Gran Anónimo y se sumergió en el océano de estrellas.
Y ¿quién podrá comprender tal cosa, a no ser alguien que también haya abierto el loto del corazón y haya diluido sus amarguras y dolores en el abrazo secreto del Supremo?
Quizá, alguien que también escuche las voces de los espíritus de luz en el viento de la vida, que sopla por donde quiere…
Quizá, solo alguien que ame la vida…
O, aquel que también se admira con la puesta de sol, la sonrisa y la florecilla a la vera del camino…
O, simplemente, alguien que logra sentir, de corazón, la luz secreta que viaja en los renglones de un texto…