Entregarse con confianza a los designios de la existencia, es una de las lecciones más importantes que tenemos para aprender en nuestra jornada en dirección al autoconocimiento.
Y uno de los aprendizajes más bellos también, pues nos vuelve ligados de forma indisociable al misterio de la vida, aquella dimensión sobre la cual no tenemos el más mínimo control.
Pero, para esto, precisamos desarrollar una fe inquebrantable y una atención permanente a las señales que nos envía la vida. Sin esto ciertamente nos enredaremos en los artificios y en las ilusiones creados por la mente y perderemos la chance de experimentar lo mejor de la vida.
Todas las veces en que nos sentimos perdidos, en busca de una respuesta a nuestros problemas cotidianos, precisamos aprender a relajar, permanecer en silencio a la espera de que las respuestas surjan de algún lugar.
Y ellas siempre surgen para todos aquellos que confían, aunque no sea en el tiempo deseado por el ego. La impaciencia y la ansiedad son los mayores enemigos de la entrega, pues nos impiden aguardar serenamente por las respuestas que deseamos.
No es por casualidad que la meditación es algo casi imposible para las personas ansiosas. Muchas buscan en esta práctica un antídoto para su ansiedad, pero el primer paso que precisan aprender es permanecer en silencio, sin ninguna expectativa. La acción en este caso se vuelve inútil y el mayor obstáculo para que puedan percibir las respuestas enviadas por la intuición.
Entregarse significa desarmar todas las defensas y dejar que una nueva dimensión se abra hacia nosotros, aquella en que las palabras -así como las acciones- se vuelven dispensables. Es en el silencio que nuestra verdadera esencia se manifiesta.
Existen cosas que solo suceden, que no pueden ser hechas. El hacer dice al respecto de cosas muy banales, mundanas. Puedes hacer alguna cosa para ganar dinero; puedes hacer alguna cosa para ser poderoso, puedes hacer alguna cosa para tener prestigio, pero no puedes hacer nada cuando el asunto es amor, gratitud, silencio.
Es importante entender que el “hacer” significa mundo, el no hacer significa aquello que está más allá de este mundo, donde las cosas suceden, donde solo la marea te arrastra hacia la playa. Si nadas, la cosa no sucede. Si haces algo, estarás cooperando para que ella no suceda, porque todo hacer es mundano.
Muy pocas personas llegan a conocer el secreto de no hacer y dejar que las cosas sucedan. Si tu anhelas grandes cosas – cosas que están más allá del pequeño alcance de las manos humanas, de la mente humana, de las capacidades humanas – entonces tendrás que aprender el arte de no hacer. Yo la llamo de meditación.
…Y la meditación significa básicamente el inicio del no hacer, relajar, seguir la marea, ser apenas una hoja en la brisa o una nube moviéndose en el cielo.
…Lao-Tsé llegó a la iluminación sentado bajo un árbol. Una hoja había acabado de caer, era otoño y no había prisa, la hoja volaba al sabor del viento, despacio. Él observó la hoja. La hoja cayendo hasta llegar al piso y mientras observaba la hoja cayendo y posándose en el piso, de algún modo él también fue aquietándose. De ahí en adelante, él se volvió un no hacedor.
…Todo la enseñanza de Lao-Tsé se asemejaba a la del río: sigue la corriente a donde ella vaya, no nades. Pero la mente siempre quiere hacer alguna cosa, porque de ese modo el crédito va para el ego. Si tú simplemente sigues la marea, el crédito va para la marea, no para ti. Si nadas, puedes tener un ego mayor: “Yo conseguí atravesar el canal de la Mancha!”
Pero la existencia te da a la luz, te da la vida, te da el amor, te da todo lo que es preciso, todo lo que no puede ser comprado con dinero. Solo aquellos que están listos para dar todo el crédito de su vida a la existencia perciben la belleza y las bendiciones del no hacer.
…Es una cuestión de ausentarse como ego, de dejar que las cosas sucedan. Entrega, esta palabra contiene toda la experiencia.
Creamos una sociedad que cree solo en el “hacer” y el resultado final es que la hipocresía se vuelve una característica nuestra. Nosotros nos olvidamos completamente que se trata de hipocresía.
Y en la mente, en el ser de una persona que es hipócrita, cualquier cosa del mundo del no hacer es imposible. Puedes continuar haciendo más y más, te volverás casi un robot.
Por lo tanto, siempre que pases súbitamente, por una experiencia de “suceder”, encárala como una dadiva de la existencia y haz de ese momento el heraldo de un nuevo estilo de vida.
Simplemente reserva algunos momentos de las 24 horas del día; cuando no estés haciendo nada, simplemente deja que la existencia haga algo por ti. Y las ventanas comenzarán a abrirse hacia ti, ventanas que te ligarán con lo universal, lo inmortal.
OSHO