Uno de los mayores equívocos que cometemos en lo que se refiere a las relaciones, especialmente afectivas, es creer plenamente que vamos a conseguir cambiar al otro.
Al comienzo, cuando estamos tomados por la pasión, él nos parece el ser más perfecto y encantador del mundo. Mientras tanto, conforme pasa el tiempo y pasamos a conocerlo mejor, vamos percibiendo sus defectos y sus limitaciones.
Pero, esta constatación, por ser contraria al sueño y a la fantasía que creamos, se vuelve difícil de aceptar. Entonces creamos en nosotros una ilusión, la de que nuestro amor será capaz de transformar al otro de manera definitiva.
Nos aferramos a esta creencia porque ella nos es muy cómoda. Y, a pesar que el otro nos dé señales suficientes para percibir que el cambio no sucederá, insistimos en permanecer ciegos, hasta que finalmente se vuelve imposible para nosotros aceptar la realidad de la desilusión.
Así, pasamos a culparlo por habernos decepcionado y traicionado nuestras esperanzas. Ocurre que no podemos ni debemos esperar que alguien cambie simplemente motivado por nuestro deseo.
Querer que el otro se amolde al modelo que creamos en nuestra imaginación es una actitud irreal, que acaba siempre generando sufrimiento. Mientras permanecemos en esta tentativa, el tiempo pasa y un día percibimos cuanta energía gastamos en esta vana tentativa.
Aceptar nuestra propia imperfección es el primer paso para que abandonemos el sueño de encontrarla en el otro. Sin esto, continuaremos presas fáciles de la decepción, pues ninguna relación será capaz de satisfacer nuestras expectativas.
…Pequeñas cosas son suficientes para crear barreras y estamos todos viviendo con nuestras defensas, de modo que los otros no pueden saber exactamente lo que somos. Nosotros les permitimos conocer apenas aquella parte de nuestro ser que es aceptable a ellos. Ese es uno de los fundamentos de nuestra miseria.
Las personas son tan diferentes y nosotros deberíamos alegrarnos y regocijarnos en sus diferencias, en sus variedades. Tu juicio no va a cambiar a nadie, tal vez tu juicio pueda crear una resistencia a no cambiar en la otra persona. Quién eres tú para cambiar a la otra persona?
Esos son los secretos de la vida. Si aceptas a alguien en su totalidad, él comienza a cambiar, porque tú le das total libertad de ser él mismo. Y aquella persona que te da total libertad de que seas tú mismo….te gustaría que sea feliz, y en lo que a ti respecta él te dio la dignidad y la honra de aceptarlo.
Es muy natural que, si ves algo en ti que no está bien –a pesar que la otra persona te acepte como eres- desees ser mejor, por causa de ella, ser más cariñoso, más amoroso, más delicado por causa de ella.
Yo te acepto como eres. No tengo ninguna expectativa sobre ti, yo no quiero que seas modelado dentro de una cierta idea, dentro de un cierto ideal. No quiero hacer de ti una estatua muerta. Quiero que estés vivo, más vivo….y tú puedes ser vivo solamente si tu totalidad es aceptada, no apenas aceptada, sino respetada….