“Cuando tú engañas al otro para lograr lo que deseas, pierdes no solo aquello que piensas que podrías conseguir, sino además lo que ganarías si procedieses de manera menos egoísta. Toda tentativa egoísta de ganar alguna cosa acaba causando pérdida y derrota, pues estas actitudes no reciben el apoyo del universo. Aquellos que sacan provecho de otras personas pueden tener gran determinación y habilidad, pero esto no les hace recuperar la conexión con la energía de la Creación que han perdido. Otros igualmente decididos se unirán y, apoyados por fuerzas invisibles, acabarán por vencerlos, pues David siempre vence a Goliat. No por ser más grande y más fuerte, sino porque su intención es clara y tiene amor en el corazón. Quienes intentan sacar provecho de los demás serán víctimas de sus propias obras equivocadas. Si quieres abrirte a la abundancia has de renunciar a la idea de que puedes ganar alguna cosa con perjuicio de otro.”
(Fragmento del libro El Milagro del Amor de Paul Ferrini)
Si percibes que la prosperidad no existe en tu vida, reflexiona: ¿estás de veras conectado con la energía creativa responsable por ella?
Se habla tanto de prosperidad, se nos indican muchos caminos, infinitas maneras de alcanzarla y de encontrar la felicidad. Yo primero preguntaría: ¿Logra alguien ser próspero en un sector de la vida y en otro no? Cuando decimos que alguien es próspero, enseguida nos remitimos a “una persona que no tiene problemas para lidiar con el dinero o para ganarlo”, y prosperidad (del latín prosperitate) quiere decir: cualidad o estado del que es próspero; felicidad; progreso; riqueza.
¿Cómo pueden esos dones limitarse solamente a aquello que ganamos en monedas? El que es infeliz, avaricioso, el que lidia mal con la energía de la Creación, el que se sirve del otro ¿consigue ser próspero? Prosperidad, energía de la Creación, carácter espiritual y dignidad, andan juntos. La energía creativa tiene que circular, no puede permanecer estancada ni pertenece a nadie.
El resultado que alcanzaremos depende de la relación que establecemos con las demás personas, con la energía en sí, y es imprescindible abrir mano de los planes de nuestro ego.
Los planes egoicos nunca tienen en cuenta el bien de todos, sino que manipulan a las personas y situaciones para alcanzar los resultados deseados; pero aquellos que así proceden cargan con las consecuencias de tales actos, y una de ellas es la pérdida del poder personal y, consiguientemente, de la prosperidad. La fuerza radiante del Rayo Azul del Poder y la Voluntad mengua en su actividad, empobreciendo el patrimonio de luz dispensado por el Creador.
La persona busca insistentemente demostrar a sí misma que sus propósitos son reales y no provenientes de su ego, que sin realización alguna, patalea de todas las maneras posibles para ascender a un lugar digno de su herencia divina; pero sin querer soltar el orgullo, la mentira, la arrogancia y las conductas indignas, este ser no logra hacerse receptáculo de la luz imperecedera y abundante.
La prosperidad que entrevera el camino de vida de un ser humano no se sostiene en aquellos que ponen trabas a la fluidez de la energía universal, principalmente si entorpecen también la vida de otras personas.
Si observamos lo cotidiano de algunos seres humanos, principalmente aquellos que no son prósperos, veremos la confusión que hay instalada en sus casas, con suciedad y acumulación de cosas viejas e inútiles, la manera pobre de pensar en todos los sentidos, la dificultad para transformar gastos en inversiones, la avaricia; pero principalmente la manera de comportarse en sus relaciones: con exigencias de resarcimiento por lo que creen haber invertido en el otro(a) y, como no reciben aquello a que suponen tener derecho, ser revuelven contra el universo.
Pasan la vida en busca de la felicidad, de la prosperidad, pero son pobres en relaciones, en alegrías y en placer. Las relaciones siempre son un desafío, pero están en la base de la prosperidad. Las personas que viven relaciones prósperas lo reflejan así en todos los sectores de vida.
Si las relaciones fracasan constantemente, entonces es que se han formado por motivos equivocados, cuya base es: “qué puedo yo sacar al otro” y no “qué puedo yo aportarle”. Las relaciones prósperas son además aquellas en que podemos ser quienes somos de verdad.
Cuando la prosperidad no entra en nuestra vida dudamos incluso de la justicia divina, pero sería más correcto pensar en lo siguiente: “aquello que esperamos de nuestro prójimo y también de los Seres de Luz, debemos, en la medida de lo posible, retribuirlo”.
Esta es la ley de la Justicia divina, aquello que anhelamos para nosotros, debemos desearlo también para todos. No hay secreto para ser próspero, lo que hay es justicia y amor.
Vera Godoy
por WebMaster
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