Una de las mayores fuentes de angustia e infelicidad que podemos tener en la vida es el apego. Cuando nos volvemos dependientes de alguna situación o de alguien para que podamos ser felices, ciertamente comienza el infierno.
Como es imposible controlar la realidad de modo que ella satisfaga todos nuestros deseos, es obvio que en algún momento acabaremos por sufrir una perdida, un rechazo o tendremos frustrada alguna expectativa.
Si nuestra dependencia por los factores externos es demasiado grande, el sufrimiento será inevitable. Entre todos los tipos de apego, ciertamente el más difícil de superar es la dependencia afectiva.
Ésta es una dificultad tan diseminada, que existen grupos terapéuticos específicos para su tratamiento, pues ella es tan destructiva cuanto la que se relaciona con los vicios, como el alcohol y las drogas.
La dependencia afectiva tiene como raíz una baja autoestima y la necesidad de sentirse amado para poder creer que se posee algún valor. Esta carencia lleva a situaciones humillantes, pues hace con que la persona renuncie a la propia identidad y haga cualquier concesión, para garantizar la aceptación por parte del otro.
Para liberarse de esta prisión es preciso, en primer lugar, tomar conciencia de que algo equivocado está sucediendo. Cuando la primera señal de que se precisa ayuda surge, es importante actuar, principalmente, para que el sentimiento de debilidad desaparezca, visto que en un grupo de terapia puede percibirse que muchos otros seres humanos se encuentran en la misma situación.
Este descubrimiento trae alivio, incentivo y motivación para que se persista en la busca de la curación. Cuanto más se fortalezcan el amor propio y la auto valoración, más rápidamente sucederá la transformación.
“… Para el apego, la conciencia no es necesaria; al contrario, la conciencia es la barrera. Cuanto más consciente te vuelves, menos serás apegado, porque la necesidad de apego desaparece. Por qué quieres estar apegado a alguien? Porque solo sientes que no te bastas. Sientes falta de alguna cosa, Algo queda incompleto en ti. Tú no eres entero. Precisas de alguien para completarte. Entonces, el apego. Si tú estás consciente, tú estás entero, eres entero –el círculo está completo ahora, no está faltando nada en ti- no precisas de nadie. Tú, solo, sientes una total independencia, una sensación de entereza.
Eso no quiere decir que no amarás a las personas, al contrario, solamente puedes amar. Una persona que sea dependiente de ti no puede amarte: ella te odiará. Una persona que precisa de ti no puede amarte. Ella te odiará, porque tú te vuelves el cautiverio.
Ella siente que sin ti no puede vivir, si ti no puede ser feliz, entonces, tú eres la causa de dos cosas, de la felicidad y de la infelicidad de ella. No puede darse el lujo de perderte y eso le dará una sensación de aprisionamiento: es tu prisionera y se resentiría por eso, ella luchará por eso.
Las personas odian y aman al mismo tiempo, pero este amor no puede ser muy profundo. Solamente una persona que sea consiente, puede amar, porque esta persona no precisa de ti.
Pero, entonces, el amor tiene una dimensión totalmente diferente: no es apego, no es dependencia. La persona no es tu dependiente y no te hará dependiente de ella: la persona permanecerá en libertad y te permitirá permanecer en libertad.
Ustedes serán dos agentes libres, dos seres totales, enteros, encontrándose. Ese encuentro será una festividad, una celebración, no una dependencia. Ese encuentro será una alegría, un juego”.