Que tú siempre tengas la mente abierta, para jamás estratificar tus pensamientos en puntos de vista cristalizados en el radicalismo.
Que tú seas capaz de escuchar lo que tu corazón quiere decir.
Que tú no pises a nadie y, por el contrario, tiendas la mano para ayudar a tus hermanos en la probación.
Que tú jamás albergues el resentimiento y el odio, incluso frente al aguijón de la ingratitud de los hombres, porque eso oscurecería tu corazón.
Que tú no pierdas tu inocencia primordial, que nada tiene que ver con la edad de tu cuerpo, sino con tu propia esencia espiritual.
Que un Gran Amor habite en tu corazón, como un regalo del Cielo.
Que, aunque los días anteriores hayan sido difíciles, tú aún te levantes y veneres la luz del nuevo día como una dádiva.
Que tú sepas amar, sin anularte y sin perderte y asimismo sin miedo de compartir tu corazón con el Ser amado.
Que tú no dependas de nadie para ser feliz; pero que sepas que tu viaje por la vida puede ser lindo con alguien a tu lado.
Que, al envejecer físicamente, tengas la sabiduría de hacer la cosecha de todo lo bueno que hayas plantado, sin lamentarte…
Que tú jamás dejes de soñar, pero que tengas el discernimiento para mantener los pies en el suelo, sin perder de vista la realidad.
Que tú no dejes a la arrogancia secuestrar tu sencillez, y que el mal no conquiste tu Ser.
Que tú ores con alegría y gratitud, sabiendo que la Presencia escucha tu corazón.
Que tú tengas el coraje de vivir un Gran Amor, sin las barreras de tu ego, y te sientas honrado(a), por amar y ser amado.
Que tú no permitas que poder alguno del universo, humano o espiritual, pueda robarte tu luz y quitarte tu alegría.
Que tú, incluso con el materialismo del mundo intentando asfixiar tus valores espirituales, jamás traiciones a tu corazón, porque esto sería el mayor de los quebrantos.
Que, ante el dolor de una pérdida, tú salgas vencedor de ti mismo y continúes viviendo con garra y alegría, en la fuerza de tu propio espíritu inmortal.
Que tú ames a tus hijos, incondicionalmente, tal como la Presencia te ama a ti.
Que tú beses por gusto, no por carencia ni por miedo, y sepas que toda relación incluye una fusión de energías entre ambos compañeros (y que tú tengas la sabiduría de envolverte con alguien en la luz).
Que, de vez en cuando, tú te preguntes qué sería de tu vida, si no hubiese buena música en el mundo…
Que tú sepas que tus mascotas son tus compañeros de viaje (incluso cuando se han vuelto viejecitos y enfermizos); son regalos de la Presencia, para alegrar tu vida.
Que tú honres a tus padres y abuelos y que jamás los desampares en la vejez.
Que la Luz del Eterno se revele en tu corazón y te dé la certidumbre de la inmortalidad de la conciencia.
Que, aunque no seas poeta, tú seas capaz de ver la poesía en las cosas de la vida: en la alegría de los chiquillos; en una linda puesta de sol; en el abrir de las flores; y en la mirada de la persona a quien amas…
Que tú mires las estrellas y aún te emociones con la belleza del cimborio celeste (que reposa en las manos del Anciano de los Días).
Que tú aprecies un día soleado y agradezcas la fiesta de la luz en la atmósfera, y salgas cantando con la vida…
Que tú aprecies una noche de luna y dejes que tu conciencia se vaya de viaje por ahí…
Que tú vueles, en espíritu, y comulgues con las estrellas, aunque sin dejar de escuchar el sonido de los pasos de la hormiga.
Que tú agradezcas a la Presencia, por los grandes amigos que ha puesto en la senda de tu vida…
Que tú escuches el Oran Mor** en tu corazón.
Que tus ojos brillen mucho cuando leas estos renglones…
P.D.:
Ah, que nuestros corazones se encuentren…
Aquí, en estas líneas, por obra y gracia de la Presencia***.
Tú, el lector; y yo, el escritor, escuchando, juntos, el Oran Mor…
Con nuestros corazones.
¡Y que así sea!
Paz y Luz.
(Dedicados a mis amigos de Caxias do Sul y Veranópolis, en la sierra gaucha: Tania Lima, Antonio de Cesaro, Elizandra Nunes, Neusa Brugero, Élio J. Chilanti, Patricia Tofoli Manini, Endinara Fabiana Siqueira, Ewelise Weber, Priscila Maria Favaro, y a todos los de la familia de Aldo y de Leor; y también a mis amigos Marco Antonio Petit y Marcos Malvezzi, y a la pareja bahiana Sergio y Tania Mota Nogueira Reis).
- Wagner Borges – volando con gratitud…
- Notas:
*Hay una serie de siete Oraciones de la Presencia publicadas en el apéndice de mi libro Flama Espiritual. Entonces, esta de aquí es la octava (o, quizá, la primera de una segunda serie pendiente de realizar, por obra y gracia de la Presencia).
**Oran Mor, traducido como La Gran Melodía, es lo más aproximado que hay sobre el mito de la creación celta. Se dice que Oran Mor empezó en el silencio, cuando nada existía aún. Después, comenzó la canción. La vida fue tocada en la existencia, y la melodía ha continuado desde entonces, para aquellos que la oyen…
***La Presencia – metáfora celta para el Todo que está en todo. Cuando los antiguos iniciados celtas admiraban los momentos mágicos del amanecer y del crepúsculo, solían decir: ¡Esto es un asombro! Y así era con todas las cosas consideradas como manifestaciones grandiosas de la Naturaleza y del ser humano. Ver el brillo de los ojos de la persona amada, la belleza plácida de la luna, la alegría de la sonrisa del hijo, o el abrir de una flor eran acontecimientos maravillosos. A la sazón, ellos osaban escuchar los espíritus de las brumas, que les enseñaron a valorar el Don de la vida y a percibir la pulsación de una PRESENCIA en todo…
Desde entonces, pasaron a referirse al TODO QUE ESTÁ EN TODO como a la PRESENCIA que anima a la Naturaleza y a los seres. Si la luz de la vida era un asombro de grandiosidad, más grande aún era la maravilla de la PRESENCIA que generaba esa grandiosidad. ¡Percibir esa PRESENCIA en todo era un asombro! Y saber que el sol, la luna, el ser amado, los hijos, las flores y la Naturaleza eran expresiones maravillosas de esa totalidad, llevaba a los iniciados de aquel contexto antiguo de Europa a decir: ¡Qué asombro!
Hoy, inspirado por los amigos invisibles celtas, dejo registrado aquí en estos escritos el tierno asombro que siento al meditar en la PRESENCIA, da lo mismo el nombre que se le dé. Lo que de veras importa es la grandiosidad de meditar en ello; esa misma grandiosidad de pensar en los tropecientos billones de soles y en las miríadas de seres diseminados por la vastedad interdimensional del Multiverso, y de maravillarnos al percibirnos como pequeña partícula energética consciente e integrante de esa totalidad, y poder decir de corazón: ¡Caramba, qué asombro!