La semana pasada me desperté temprano y aproveché para hacer todas las cosas que tenía que hacer en la calle… pasar por el supermercado, ir al banco, a la farmacia… y saliendo del garaje ya me dirigí a la farmacia, que era donde había planeado ir primero… conducía distraída, ya alejada algunas manzanas de mi casa, cuando me acordé de que sería mejor pasar primero por el banco, porque necesitaba retirar dinero…
- Caramba… voy a tener que dar una vuelta grande, pensé conmigo, ya buscando el mejor camino para volver… pero veo que, desde donde estoy, la única opción de retorno es girando a la derecha. Así lo hago, y ya me preparo para girar en la próxima calle, cuando me doy cuenta de que… si continúo en línea recta llegaré al banco…
Me sorprende mucho no haberme dado cuenta nunca de que ese camino es mucho más rápido y expedito que el otro… y me quedo encantada con ese descubrimiento que ahora me parece tan obvio.
Tan obvio que hasta me sorprendió no haberme fijado antes en ese recorrido mucho más fácil y directo…
Siempre que iba al banco recorría el camino por el que me enseñaron a ir desde que me mudé a esa casa… siempre me pareció que era el mejor… y mira que ya van unos diez años.
Cuántas vueltas y cuánto tráfico soporté por no haberlo descubierto antes, pensé…
El caso es que me acostumbré con lo que había aprendido y ni siquiera cuestioné si era el camino mejor… y pasar por allí se hizo automático…
Cuántas cosas se convierten en rutina en nuestra vida solo porque un día pensamos que eran las mejores…
Uno se acostumbra tanto a lo que un día aprendió como correcto o como mejor, que aquello acaba por convertirse en una verdad por encima de cualquier sospecha… ni siquiera nos pasa por la cabeza que pueda haber otros caminos… y otras verdades más sencillas o más directas para nuestro objetivo…
Cuando no se trata más que de ir al banco, puede que eso no parezca muy grave… únicamente que se tarda un poco más en llegar; pero si se refiere a cosas en que creemos, y dónde ponemos nuestra energía, eso nos afecta más profundamente… porque nos sujeta y limita nuestra evolución.
Cuantas cosas aprendimos hace tanto tiempo, o cuantas cosas nos son impuestas por formar parte de nuestro origen o de nuestra cultura, de nuestras creencias… y las vamos siguiendo automáticamente, sin jamás cuestionar el por qué de seguirlas.
La vida es un flujo constante de cambios y si no fluimos con ella corremos el riesgo de estar siempre pasando por caminos desfasados y más largos, solo por no tener el cuidado o el valor de cuestionar si hay otros que satisfagan más a nuestra alma.
A decir verdad, creo que debemos cuestionar siempre lo que estamos siguiendo, porque tenemos la manía de prendernos a las cosas… de apegarnos a ellas… y muchas veces por acomodación preferimos seguir por allí… que descubrir caminos. Y solo debemos seguir algo si de veras es bueno y si nos lo indica el corazón…
Aproveché el descubrimiento del nuevo camino para cuestionar muchas cosas en mi vida… y me he dado cuenta de que, por más cuidado que se ponga en seguir al corazón, a menudo, muy sutilmente, vamos creyendo en cosas que a poco que las cuestionemos veremos que son incluso un poco absurdas… o mucho.
Prueba a cuestionar tus creencias y valores… pregúntate por qué algo tiene que ser así o por qué tenemos que hacerlo de esta o de aquella manera.
De tiempos en tiempos es siempre bueno hacer una limpieza general en nuestras rutinas, en nuestras creencias, sabiendo que no es preciso que aceptemos nada que no satisfaga plenamente nuestra Alma…