¡Sabio Chacrinha! ¡Su célebre frase merece ser repetida, especialmente cuando el tema son las relaciones! A fin de cuentas, no hay amor a primera vista o atracción fatal que resista entre una pareja que no es capaz de dialogar, que no es capaz de hablar sobre sí, sus deseos y planes.
El otro día, leí en una revista que cierta pareja de famosos había puesto fin a su relación de casi dos años por falta de temas de conversación. Y me puse a pensar sobre lo que ocurre con tantas parejas que, después de cierto tiempo de estar juntos, parece que ya no saben qué decirse, cómo decirlo o quizá incluso por qué decirse algo uno al otro.
Partiendo del principio de que amor es sinónimo de intimidad y complicidad, pienso que es condición prácticamente sine qua non que la pareja intercambie confidencias, que confíen el uno en el otro hasta el punto de contarse lo que les ha ocurrido de interesante durante el día, entre otros detalles, para que los lazos de afecto se fortalezcan y se sostengan…
Sin embargo, para que esa comunicación exista, hace falta disponibilidad por parte de ambos. La pareja tiene que desear mantener un vínculo que es mucho más sutil y, no raramente, más fuerte que el que se fragua compartiendo la misma cama, la misma mesa y el mismo techo. Ello porque acostumbramos a poner el piloto automático y simplemente dejar que la vida ruede, día tras día, sin darnos cuenta de lo que elegimos con cada palabra proferida, cada mirada e incluso cada silencio que se va instalando furtivamente…
Nos parece, ingenuamente, que con dormir y despertar juntos todos los días ya es suficiente para garantizar la relación. Y así, miles de parejas van llevando su relación durante 20, 30, 50 años. Pero ¿a qué precio? ¿A costa de cuánto vacío, cuánta tristeza, cuánta amargura?
Incluso las parejas que se entienden muy bien sexualmente pueden tener problemas en el momento de la conversación. Ante los temas más triviales, terminan discutiendo por bobadas, discordando uno de otro por cuestiones tontas, y eso no es más que la revelación indirecta de que algo está mal resuelto entre ellos. Algo ha quedado sin decir, no se ha dialogado, ciertamente.
El hecho es el siguiente: en cualquier relación, pero principalmente en la amorosa, ¡la comunicación es esencial! ¡Créelo! ¡Quien no se comunica, trompica de verdad! ¡No hay salida! ¡No hay paliativos! Es preciso invertir en diálogo. Y si la gran cuestión fuese ¿cómo?, intentaré ayudar…
La comunicación puede resumirse de un modo muy sencillo, para empezar a comprender de qué modo funciona la cosa: uno habla, y el otro, en ese momento, tiene realmente que escuchar. ¡Escuchar con interés, escuchar con atención, escuchar con el corazón abierto! ¡Y no escuchar como escuchamos la mayoría de nosotros, o sea, ya pensando en lo que se va a contestar, totalmente interesado en tener razón, en rebatir el argumento del otro, en demostrar que él está equivocado!
Así, señores, ¡no hay comunicación que dé resultado! ¡No hay relación que sea armoniosa! No hay diálogo que termine en conciliación y satisfacción. Por más que parezca que uno tiene la razón y el otro está equivocado, esa dinámica siempre termina mal. Porque la sensación que queda es la de que dialogar no sirve de nada. De que nunca se logra llegar a un consenso y que hablar, en última instancia ¡es pura pérdida de tiempo!
Y así, alimentando esa creencia desastrosa, las parejas van hablándose cada vez menos, escuchándose cada vez menos, y encontrándose cada vez más solos, más descasados. ¡Lo que antes era una comunión, una complicidad y un intercambio, ahora se ha vuelto silencio, añoranza y soledad!
Si deseas cambiar el rumbo de esta historia, te sugiero empezar a escuchar. Sí, ya sé que vas a decir que es el otro quien no te escucha, no te presta atención y nunca está interesado en lo que le vas a decir. Puede que sea así, ¡pero esto no importa ahora! ¡Si realmente deseas recuperar la motivación de ese amor, disponte a escuchar con todo tu ser! Páralo todo y arriésgate: quisiera saber, de veras, ¿cómo te gustaría que yo procediese, qué te gustaría que yo hiciese para que tú te sientas más feliz? ¡Y escucha la respuesta! Por mucho que tarde, por mucho que duela, ¡escucha la respuesta!
Ciertamente vendrán críticas, acusaciones, resentimientos pasados, se retirará la suciedad que hay bajo la alfombra y te entrarán deseos de defenderte innumerables veces. ¡Pero no lo hagas! ¡Este no es el momento! Este es el momento de escuchar atentamente todo cuanto el otro tenga que decirte. Pon verdadero interés en saber lo que has venido haciendo, día tras día, que lo tiene tan profundamente disgustado. Y, más que eso, disponte realmente a proceder de otra manera, ¡por el bien de esa relación, por el bien del amor!
¿Fácil? ¡Ciertamente que no! Pero es tu única oportunidad, si deseas huir de las viejas y conocidas soluciones-relámpago, es decir, lo que hace la mayoría de la gente: o fingen que no pasa nada y van empujando la relación con la barriga, convenciéndose durante años y años de que el matrimonio solo puede ser así. O cambian de pareja, se separan y se vuelven a casar, ¡con la engañosa ilusión de que esta vez les irá mejor!
Puede incluso que vaya, pero si va, ¡puedo apostar con todas mis fichas a que, esa vez, hubo diálogo y la comunicación reinó soberana! En caso contrario, lamento informar: ¡van a trompicar nuevamente!!!
Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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