Siempre he querido conducir a las personas. Ese siempre ha sido mi deseo, porque siempre he tenido conciencia de cuán perdidas andaban las personas. En medio de esa confusión que es la vida, incluso sin conseguir desplazarme hacia lo alto y verme a mí mismo, me juzgaba un sabio. No el sabio en el sentido mayor de la palabra, aquel que tiene Luz, aquel que sabe más que los otros, aquel que puede conducir realmente, aquel que tiene sabiduría. Yo me consideraba alguien que tenía conciencia de que estaba perdido, nada más. No es que fuese un pozo de humildad, ya que, por el contrario, la humildad nunca ha sido una de mis grandes cualidades, sino uno de mis grandes desafíos, algo que siempre he tenido que perseguir, sin percibir nunca que solo era algo que debía tener encaje dentro de mí.
No soy ese nuevo ser todavía, pero tampoco ya no soy el antiguo, vivo aquel momento en que la cerámica ha sido moldeada, pero aún no está cocida. Todavía no he pasado por el impacto brutal de aquellas lavas incandescentes que me definirán como una bella pieza. Soy una bella e inacabada obra de arte de mis manos que han pretendido santificarse. Sé que voy por un camino muy bonito, mi alma es así.
Y siento una gratitud muy grande por esta que es hoy mi compañera, porque ha sido una de las pocas personas, por no decir la única, capaz de ver en el barro que yo era, el Ser en que puedo llegar a convertirme. Creo que han sido esos ojos de amor los que han despertado mi propia capacidad de amar. Pero también sé ahora que ese sufrimiento tan grande que he enfrentado en mi vida, siempre teniéndolo todo y al mismo tiempo sin tener nada, ha sido lo que hizo posible tomar conciencia de mi miseria.
No lo digo con dolor, no lo digo con resentimiento, no lo digo con tristeza, porque sé que todas las experiencias por las que he pasado han sido necesarias para mi despertar.
¡Ah, ego antiguo, alma orgullosa, pretenciosa, llena de vicios, vicios esos que a nadie dañaban más que a mí mismo! Por eso puedo hablar con tanta propiedad, por eso quizá tanto dolor, tantas sacudidas, tantas vilezas; porque tenía que despertar de mi engaño y creo que el peor momento no ha sido aún cuando yo estaba engañado, cuando yo no sabía de mi oscuridad.
En esos años de mi vida, he vivido como vive cualquier inconsecuente, feliz en su estulticia, disfrutando de los placeres vacíos y considerando que el mañana podría ser siempre mejor, por eso tanta negativa a vivir el hoy. El regazo de mañana, el abrazo de mañana, la palabra de mañana, la seguridad de mañana. Nunca esas cosas han estado presentes en mi hoy, en mi ahora. Entonces por eso digo que vivir en la inconsciencia no hace tanto daño como tener conciencia de que estamos equivocados y creo que he pasado años teniendo conciencia de que estaba equivocado, de que yo estaba mal, sin posibilidad alguna de transformar esa condición.
Hoy puedo estar inacabado porque de hecho no he pasado por la prueba de fuego de ser quien yo soy…
Jaime Benedetti é uma pessoa comum como você e esta foi a maneira
que ele encontrou de falar a todo mundo
daquilo que considera muito importante. A Vida! Visite meu Site Email: [email protected] Visite o Site do Autor