La libertad no tiene precio... especialmente cuando salimos de esos calabozos que no tienen rejas visibles... y son tan sutiles, que parecen protegernos.
El otro día una amiga querida me dijo que cuanto más cuidado pongamos en protegernos, más grande será el miedo.
Me puse a pensar sobre eso y sobre lo que me ha venido ocurriendo últimamente… un movimiento interior de mucha libertad y quiebra de estructuras… y vi que aquello coincidía bastante con el momento que estoy viviendo, y ha servido para ayudarme más todavía en esa liberación de todo lo que ata y limita… por más sutiles y encantadas que sean las rejas de una jaula… siguen siendo rejas… y por más antiguas y confiables que sean las fuentes que nos han enseñado cosas… aún así debemos cuestionar si éstas nos liberan… o nos enjaulan.
Aunque creamos en algo como verdad… siempre es bueno recordar que todo es temporal, y lo que hoy fue verdad, mañana puede no serlo… y que seguir esa verdad solo por seguir, es una de las formas más cómodas de crear las rejas de una jaula sutil…
He tenido dos experiencias muy fuertes, en las cuales veía todo caer por tierra… y cosas en que creía y a las que seguía, iban desmoronándose; y solo entonces yo me daba cuenta del absurdo que es no vivir el presente… Nos rodeamos de tantas cosas para protegernos que casi nunca dejamos una rendija libre para el presente.
Quien elige la mayor parte de las cosas en nuestra vida no somos nosotros; otros han elegido antes y nosotros solo hacemos seguir las elecciones de otros.
Somos altamente manipulables…
El otro día ocurrió algo que me pareció interesante, porque me mostró cómo estamos presos a cosas que no tienen el menor sentido…
Estaba con una amiga en un ambiente muy bonito, esperando a la persona que iba a atendernos; mientras esperábamos, mis ojos corrían distraídos y se detuvieron en un objeto que me pareció precioso… era la miniatura de una casa… Por ser pequeña, dije así: mira que casita tan hermosita…
Me sorprendí mucho cuando mi amiga, muy afligida, me tomó del brazo y… bajando la cabeza dijo, más bajo aún, para que no la oyese la persona que iba a atendernos…
- Eso es de un artista famoso…
Como si yo hubiese hecho algo muy malo…
Rehaciéndome de la sorpresa, le dije:
- Qué tiene eso que ver… ¿No es aquello una casita y no es hermosita…? Y yo no estoy obligada a saber que es de un artista famoso… Y ya empezaba a parecerme cómica aquella situación absurda.
Después nos reímos mucho de todo aquello…
Me puse a pensar que hoy me pareció muy divertido lo absurdo de esa situación, pero a menudo ni siquiera nos damos cuenta de otros muchos absurdos y nos dejamos llevar por ellos.
Me encantó aquella casita y me pareció hermosita por lo que era, con independencia de que fuese o no hecha por un artista conocido… que solo resulta conocido para un determinado grupo de personas que está al tanto de esa clase de informaciones. Ahora bien, de ahí a sentirme menos o más por saberlo o no saberlo… eso sí que es absurdo.
Cuántas veces caemos en esa red de tener que conducirnos así o asá para intentar agradar a este o aquel grupo… y ¿dónde queda nuestra naturalidad?
Si queremos pertenecer a un grupo, de la clase que fuere, erróneamente nos parece que tenemos que someternos a algunas reglas vigentes entre aquellas personas… Hasta en grupos religiosos, cuántas veces se nos mira de lado porque, o no nos vestimos como la mayoría… o somos demasiado espontáneos… demasiado alegres… en fin, sin no nos adecuamos a las reglas somos rarillos.
Lo cierto es que deberíamos honrar lo que cada uno tiene de singular… y no obligar a nadie a encuadrarse en una forma de ser que no tiene en cuenta la especial naturaleza de cada cual…